3. Él

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-L-lo siento.

Una voz a sus espaldas lo sacó de su ensoñación. El cielo que se veía tras la ventana estaba casi oscuro, por lo que daba a entender que hacía horas que se encontraba sentado viendo sin en verdad ver. Todo lo sucedido había ocurrido luego del almuerzo, y justo ahora comprendía que había estado inmóvil toda la tarde.

Unos pasos resonaron en el silencio de la habitación. Ante él, la imagen de una muchacha se mostró tímida y cautelosa. En sus manos llevaba una taza de té que le ofreció y que, al no ver respuesta, decidió posarla sobre la mesita a un lado de él. Sus manos, ahora libres, parecían buscar algo que hacer, por eso entrecruzaba sus dedos, impaciente.

-L-lo siento mucho.

Se apresuró entonces a desaparecer de su vista, como si el decir aquello era lo único que intentaba soltar. A sus espaldas, la puerta se cerró. Volteó a ver la taza a su lado, el vapor se elevaba hasta perderse en la oscuridad. Al igual que su futuro... incierto. Nuevo. La tomó entre sus manos y sintió su calidez antes de probar. Justo como a él le gustaba, ni tan amargo ni tan dulce. Sólo ella parecía conocer cómo prepararlo.

-No lo sientas - dijo para sí cuando bajó la taza -. No es tu culpa que también hayas sido condenada.


Abrió los ojos cuando sintió la molestia de la claridad irrumpir en la habitación. La imagen que le daba la bienvenida a un buen día era el de una muchacha aún dormida. Sin moverse mucho, giró su cabeza para ver la hora que marcaba el reloj despertador: las seis y diez de la mañana. Típico de la estación veraniega que el sol los recibiera a un nuevo día a esa hora.

Volvió a acomodarse en la cama, esta vez girando el cuerpo para quedar mirando de lleno a su compañera de habitación. Ella aún seguía profundamente dormida.

Lanzó un pesado suspiro y volvió la vista al frente. Ya era más de un año que despertaba de la misma manera, con la muchacha a su lado, plácidamente dormida, como si nada alterara su sueño. Sería raro para un típico adolescente de diecisiete años despertarse de esa forma cada mañana, pero para él era algo completamente común.

El sueño que había tenido lo llevaba a esa tarde en que su futuro había sido decidido. La noticia que había cambiado su vida, y que sin quererlo la había arrastrado a ella también. Ellos no lo habían querido, se les había sido impuesto... y todo por su culpa. Por ser un Uchiha.


-Lo siento, Sasuke. Es la única solución que se me ocurrió.

"Lo siento". La única frase que había escuchado por parte de ellos. Primero de ella, cuando se enteró de la decisión tomada; luego del padre de ella, cuando le explicó mejor el asunto.

-No es su culpa, Hiashi. Los he condenado, a ella sobre todo... Mi apellido ha ensuciado al suyo desde hoy.

-Significa que aceptas.

-Usted mismo lo ha dicho: es la única solución.


Y la solución estaba acostada a su lado... Su matrimonio fue lo único que pudo sacarlo adelante después del hoyo profundo que Uchiha Fugaku había cavado, y que Uchiha Itachi había agrandado. Una sola acción de su padre desencadenó una serie de eventos catastróficos que parecían no tener fin, todo lo que lo envolvía no era más que ese hoyo que lo ahogaba cada vez más. Intentaba detener la lluvia con las manos, pero no lograba su cometido. A su edad, era imposible actuar como un adulto responsable.

The ApparentDonde viven las historias. Descúbrelo ahora