II. El bar

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Parecía que no habían pasado más que unos minutos cuando el ruido de unas latas cayendo al suelo me despertó bruscamente. Me puse de pie preparándome para salir corriendo, pero de inmediato tambaleé y mi cuerpo cayó contra la pared. No podía apoyar bien el pie lesionado, lo último que necesitaba era un esguince y ahí lo tenía.

Entrecerrando los ojos miré al cielo, poco a poco comenzaba a amanecer. A mi alrededor todo seguía tranquilo, excepto por un tarro de basura que tenía todo su contenido regado. El cilindro metálico se balanceaba de allá para acá y el sonido de olfateo de una criatura en su interior me hacía entender lo que había pasado.

Seseé al aire, llamando a aquel animalito para que saliera. En retroceso, apareció la peluda cola color mostaza de un perrito mediano, cuando apareció su gran cabeza un par de brillantes ojos café me miró asustado, esperando a que lo espantara, seguramente.

— No tengas miedo, yo también estoy sola.

Le dije confiando en que, en realidad, no podía entenderme. Escondió la cola entre las piernas, agachó las orejas y retrocedió, alejándose de mí. Volteé rápidamente a ver lo que fuera que lo hubiera asustado, pero no había nada. Seguro me temía a mí. De todas las horribles historias que tiene un perro de la calle para contar, quizás cuál será la suya.

Caminé en su dirección, reduciendo mi tamaño al encoger el cuerpo un poco. Silbé suavemente, chasqueando los dedos para atraer su atención. Hecho una bola, oculto en un rincón del callejón, se escondía del mundo. De todo el regadero de basura que había dejado, pisé un hueso de pollo que aún tenía algo de carne. Lo tomé y me acerqué a él, como oferta de paz. El escuálido cachorro enderezó la cabeza, olfateando el aroma de las sobras de la comida de alguien del día anterior, desarrolló sus patas delanteras y se puso de pie, olfateandome de lejos.

— Tú y yo podríamos ser amigos.

Un poco más seguro, se acercó y me lamió la zapatilla. 

El ruido de unas llaves chocando entre sí llamó mi atención. El cielo estaba de un tenue celeste, propio del amanecer. Debían ser cerca de las cinco de la mañana, o más temprano, los autos ya transitaban de a poco por la calle. Me quité la gorra y sentí la brisa fría pasar por mi cuello. El perrito seguía junto a mis piernas, mirando en la misma dirección.

Inspeccioné mi ropa, toda mojada. Tenía los jean azules sucios de barro y quizás que cosas que estuvieran en el suelo donde dormí. Sacudí mi cabello, que al ser una corta melena no tardaría en secarse, me limpié la cara con la manga y tomé una gran bocanada de aire antes de salir de mi escondite.

La gente caminaba apurada, casi todos en la misma dirección. Más abajo, cruzando la calle principal, se veían los container de colores que esperaban en el puerto. Hasta entonces no había notado lo lejos que había llegado, estaba a unos quince quilómetros lejos de la casona. Lo que anoche creí que era una casa, con la luz del día se revelaba como una gran casona antigua, ahora convertida en un bar de esos que apenas se notan entre medio de otras edificaciones.

Una mujer paso al lado mío, mirándome de pies a cabeza. No la culpaba, mi aspecto debía de ser un espectáculo horrible tan temprano por la mañana. Me paré frente a las vidrieras de ese localcito, que tenía una pizarra de tiza en la que escribieron que buscaban mesera ¿Sería buena idea probar suerte? Estaba en un lugar, aparentemente, olvidado de la mano de dios. Con suerte tendrían clientes habituales, vitalicios además. Podría ser un buen lugar para esconderme durante el día, al menos hasta que se me ocurriera algún otro lugar a donde ir.

Saqué mi mano derecha del bolsillo de la sudadera y empujé la puerta de marco de madera barnizada. Del otro lado, una campanita se movió, "tilín", anunció mi llegada. Había un chico flacucho trapeando el piso con una mopa mojada en agua sucia. Era alto, desgarbado y tenía el cabello rizado de color caramelo, miraba al piso con un aire de cansancio. Solté la puerta de vaivén y me acerqué lentamente, escuché que la campanita volvía a sonar.

—Oye, oye— me retó el muchacho. Quedé congelada, me sonrojé un poco y volteé a ver hacia donde el huesudo dedo del chico señalaba. El perrito había entrado conmigo— No. No se admiten animales dentro

—Oh, claro, perdón...

Me acerqué al animalito y lo acaricié por el lomo, le abrí la puerta y el animal me miró y sin entender. Tuve que empujarlo un poco para indicarle que saliera. Caminó a la acera y antes de echarse en el suelo dio esa vuelta que dan todos los perros antes de irse a dormir. Dejó caer su cabeza sobre sus patas y sus ojos quedaron mirándome. Le sonreí y cerré la puerta lentamente. Volteé y caminé hacia donde el chico, con cuidado de no resbalar.

—Vengo por el trabajo de mesera— de inmediato el chico dejó de trapear y arregló su camisa. Me miró de pies a cabeza, con algo de desagrado en su mirada. Sí, sí, ya entendí que parezco mendiga.

—Que bien. Ven conmigo— me dijo con voz similar al hartazgo. Dejó el trapero apoyado sobre la pared y caminó hacia un pasillo largo e iluminado. El lugar era muy amplio para tener una fachada tan pequeña. Me había equivocado con mi pronta apreciación de un bar de mala muerte.

El suelo era de azulejos en blanco y negro, como tablero de ajedrez y había una barra de bebidas con banquillos de sillín de cuero negro en la muralla de la derecha. Había mesas cerca de los ventanales hacia la muralla de la izquierda y al fondo había mesas de pool y máquinas tragamonedas. La entrada a los baños estaba junto a las mesas de pool y había ceniceros esparcidos por todo el lugar. En el techo había focos de color rojo, azul y amarillo, y también había fluoerecentes normales, alargados y circulares.

El pasillo en donde nos encontrábamos quedaba tras otra puerta de vaivén que si se cerraba pasaba a ser parte de la decoración del lugar. El chico se detuvo y yo me quedé tres paso tras él, en silencio. Llamó a la puerta un par de veces y se escuchó desde adentro la voz de una mujer permitiéndole pasar.

 Llamó a la puerta un par de veces y se escuchó desde adentro la voz de una mujer permitiéndole pasar

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¡HA! te atrapé

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⏰ Última actualización: Oct 02, 2022 ⏰

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