Capítulo 26

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- ¿Segura que este es el camino? – le preguntó Juliana a Valentina.

- Así que digas segura... es complicado saberlo, pero no hay otro. Salimos en la desviación correcta, la que me indicaron. Eso creo. – le dijo Valentina, observando su teléfono celular – Bueno, no tengo señal. Así que confiemos en que es este.

Juliana observó a Valentina por el espejo retrovisor. El camino de terracería cada vez se veía más agreste y no daba señales de mejorar.

- ¿Cuánto llevamos por esta ruta? – le preguntó Valentina.

- Casi media hora.

- Me dijeron que eran unos cuarenta y cinco minutos, después de tomar la desviación, así que debemos estar cerca.

Juliana sólo estaba preocupada de que la camioneta no se quedara atascada en algún punto del camino, pero para alivio de ambas, después de diez minutos el terreno empezó a despejarse un poco y un claro del bosque se divisó a la distancia.

- Genial, creo que ya llegamos. – le dijo Valentina.

Juliana condujo unos metros más hasta acercarse a donde se encontraban un conjunto de cabañas construidas de manera improvisada. Había también un grupo de gente que observó la camioneta con desconfianza, y es que en el lugar había sólo un par de vehículos de modelos un poco atrasados y seguramente la camioneta en la que iban ellas no era algo que estuvieran acostumbrados a ver por ahí.

- A juzgar por la manera en la que nos están mirando, espero que no piensen que venimos con malas intenciones. – le dijo Juliana.

- Tranquila, sólo necesito encontrar a Vicente.

Ambas descendieron del vehículo, y para Juliana fue obvio que varios de los presentes detuvieron sus actividades para observarlas.

- Estoy buscando a Vicente. – le dijo Valentina a un hombre que ya se acercaba a ellas.

- ¿Quién lo busca? – le preguntó, encogiendo los ojos.

- Valentina Carvajal.

El hombre asintió, al parecer cuando escuchó su nombre cambió su actitud. Se alejó de ambas con dirección a una cabaña, y ellas se quedaron ahí esperando que apareciera el tal Vicente. Mientras esperaban a que llegara, Juliana se dedicó a examinar el lugar. Había alrededor de diez personas, dos camionetas blancas que llevaban en un costado la leyenda de "Policía Comunitaria" y que claramente habían visto mejores tiempos, una llevaba el parabrisas estrellado y en un costado se apreciaban un par de orificios de bala que parecían recientes.

Tras un par de minutos, un hombre de unos cuarenta y tantos años salió de una de las casas y caminó hacia ellas. Iba vestido con una especie de uniforme policial color negro y botas del mismo color, llevaba una gorra azul marino y esbozó una casi imperceptible sonrisa en cuanto las vio.

- Valentina. – le dijo, en cuanto estuvo frente a ellas, y extendió la mano para saludarla - ¿No se perdieron verdad?

- No, aunque por un momento pensé que sí. Ella es Juliana, mi escolta. Ya la habías visto antes, creo. – le dijo, dirigiéndole una mirada.

- Sí, claro. Hola Juliana. – les dijo, saludándola también. – Por aquí por favor.

Juliana y Valentina caminaron detrás de Vicente, hasta una de las cabañas que tenía un letrero pintado a mano que decía "Oficina Central". Juliana pensó que era un poco triste ver las condiciones en las que esa gente trabajaba para defender el bosque. Pero también admirable.

- Estaba escribiendo un informe para las autoridades estatales, pero ya casi termino. - les dijo, sentándose detrás de un escritorio en donde había unos cuantos papeles y una máquina de escribir mecánica que parecía de hace un siglo. - Dentro de un par de horas sale una de nuestras unidades para patrullar el bosque, y los vamos a acompañar.

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