Cuando ya podías sostenerte bien con tus dos piernas, y saltar sin caerte, tu familia decidió hacer un viaje deseando que te estrenaras en las maravillas que el mundo tenía por ofrecerte. Era tu primera vez caminando tanto sin cansarte, porque la arena blanca amortiguaba el trayecto por donde dirigías tus pies. Me alegré mucho porque esa vez viste mi nacimiento después de que el cielo se tiñese de un azul tan oscuro que se reflejaba en el intenso mar. Además de ser un viaje para que pudieras ver otros horizontes, conociste algo tuyo que debías amar.
Era mi primera vez oyendo tu nombre, pero qué bendición tan grande era poder darme cuenta sin que la estrella Sol nos interrumpiera. Marina, como el agua que protegía con mi vida; Marina, como el sentimiento de la bahía; Marina, que me hacía feliz con su sonrisa. Así te llamabas, y por primera vez en mis siglos de existencia, agradecí la manera en que el agua se mecía en mi presencia. Siempre era un fastidio, porque las grandes olas lastimaban a la gente, y eso me hacía sentir culpable de lo inherente. No era mi intención poseer tal poder, pero tu nombramiento se refería a algo que inocentemente me incluía y eso terminaba con lo tanto que sufría.
Permaneciste tan tarde ese día, corriendo en la orilla, sintiendo cómo tu piel escocía. Desde tan lejos podía ver el rojo que tenía tu ser, que ocultaba tus pecas, y que te dejaba un aire chistoso para entretener. La risa de un niño siempre iba a ser una alegría, pero tú podías mover al planeta con tu sonora dicha. Podías hacer todo si así lo querías, incluso sin pensarlo... Porque ya habías cautivado a la Luna, a quien nadie le había interesado. Aunque tu piel hubiese sido pintada por los rallos del Sol, agradecí a mi compañero, porque ese lastimero bronceado iba a quedarse en tu memoria como un bello recuerdo.
Si hubiese podido conocer lo que ustedes llamaban el futuro, te habría protegido mejor. El correr de tu pequeño cuerpo era una chispa gigante de energía, pero quién lo diría... Que esa iba a ser de las pocas veces que pudieses correr con tanta agilidad, porque no sabías lo que realmente te iba a esperar. Marina, te diría que vivieras todo antes de que acabase la brisa, que te siguieras llevando por el sonido de las olas y por el sabor a sal. Eso era ser feliz, sin preocuparse por lo que iba a pasar.
Océano vasto
Apasionante
Que te podía suprimir como un gigante
Y te podía enamorar como a nadie
La luna se encargaba de protegerlo con su esencia
Pero ahí las personas se regeneran
Reencarnan
Y aman
Porque nadie sabe el porqué
del océano, que tiene tanto poder
Que ni la reina Luna puede vencer
Esa grande atracción
De querer morir en su voz
Y ser abrazado por la sirena
Que es no saber lo que te esperaLuna tenía miedo de su poder heredado
No quería seguir siendo testigo de tanto pecado
Porque ni ella misma conocía lo que el fondo traía
En el mar la vida era mejor, algunos decían
Pero el agua era solo lágrimas de la Luna en desdicha
La envidia recaía en que en el día las flores nacían
Y podían pintar las pieles de quiénes se aparecían
Por eso la alegría y las cosas bonitas de la vida
No eran para alguien tan vacía
Porque habían muchas cosas que el Sol tenía
Y aún así se robó
Como la alegría
De una bella Marina
ESTÁS LEYENDO
Lo que el sol me robó
Short StoryLuna se enamoró de una simple humana, en la lejanía de la galaxia. Para su sorpresa, esa simple mortal ya tenía a alguien muy importante en su corazón: la estrella Sol. Luna, cansada de su mala suerte, nos relata su ansiedad por llegar a ser querida...