Juguetes

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Me había encargado de velar por ti cada noche, esperando verte despierta. Pero había algo muy inaudito en toda tu esencia, como si tuvieras tantos escalones tal cual una escalera. Me pareció muy chistoso y adorable, el darme cuenta de toda tu tranquilidad. Era como si a un bebé nada le pudiera perjudicar. Había escuchado algo parecido hace tal vez un siglo, cuando un genio nació en medio de un mundo por explorar... Decían que era diferente, especial. ¿Tal vez ese era tu futuro? ¿Descubir, quizá, la electricidad?

Reencarnación, de eso poco hablaban los humanos. Pero algo había oído. ¿Recordabas una vida pasada, como si fuese el destino? Si no era de esa manera, ¿por qué tenías un aura tan llena de paz? No llorabas como cualquier bebé, aunque era mejor así, por la tensión de tu papá y de todos con los que te tocó vivir. Eras muy obediente, dormías todos los días muy temprano, tanto que ni siquiera te había saludado. Estaba enfadada, porque Sol hablaba mucho de ti, y yo no quería que esa tonta estrella me ganara a mí.

Pero así sucedió hasta que me cansé de contar. Sin embargo, los números nunca fueron algo que yo pudiese halagar. En el espacio no existía eso que ustedes llamaban tiempo, así que no había mas que tontear. Simplemente te desplazabas en tu planeta, hasta estar frente a mí, y así yo poder verte con alegría sin fin. No pude darme cuenta de tu energía hasta que en un momento dijiste que no me conocías.

Los años, supongo, habían pasado. Ya no eras tan pequeña como un pedazo de estrella, podías caminar y hablar con mucha fuerza. No sabías muchas cosas, porque me señalaste con asombro, y si no hubiese estado tan lejos te habrías dado cuenta de mi sonrojo. Estabas sola en tu jardín, sosteniendo una muñeca entre tus pequeños dedos, pero como yo no podía hablar, no tuve mas remedio; me acerqué a Sol, para que así pudiera darte mas luz. Te diste cuenta, porque tus labios se estiraron, mostrando cuencas blancas y agujeros por llenar. Me causaste mucha ternura, al punto de querer hacer eso que siempre veía... ¿El llorar, así se decía?

Pero era muy tarde para jugar a las princesas, a pesar de que yo te protegiera. Tu papá salió para llevarte a tu casa, aunque me daba orgullo haber visto tu mano tendida hacia mí, como si no te quisieras ir. Sin embargo, siempre volvería a ti. Siempre, para verte crecer y vivir.

Casa y muñeca, donde todas eran bellas
Casa y muñeca, con todos los juguetes cerca
Casa y muñeca, una total entretención
Casa y muñeca, para así escapar de la perdición

Frialdad en el plástico, calidad en tus dedos
Preferías jugar bajo el sol, para así broncearte y sentir calor
La playa imaginaria era de día
En la noche todos dormían
Pero ahí te quedaste, con casa y muñeca
Para así yo ver cómo sonreías
Sin embargo, no debías mentir
Porque sabía a quién al otro día ibas a preferir

Quería darte tanta dulzura
Pero la luna no sirvió
Porque era fría
Y habían muchas cosas que el sol se robó

Lo que el sol me robó Donde viven las historias. Descúbrelo ahora