Capitulo 1

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La ciudad yacía bajo las tinieblas, el sol estival no entibiaba la calle. Aquella mañana era estrellada y de recuerdos porque aquella sensación no se dividía de mi, la cargaba en cada paso. El instituto estaba allí, ajado y sucio manteniéndose. Entre, había un mar que reverberaba de personas pegadas a su sueños como sombras. El grupo gigantesco se subdividía en varios corros pequeños y ahí estaba ella sonriendo, como ignorando la cantidad de vida de alrededor. La puerta no distaba mucho de ella y me acerque a saludarla, me vio y la sonrisa desapareció asintiendo a mi saludo. 

El salón estaba vació por ser el primero en llegar, todo parecía mas viejo y nostálgico como si aquella aula que pertenecía a un laberinto de otras aulas estuviera muriendo. 

Comenzó entrar la gente en riada por la puerta y a sentarse selectivamente en las sillas. Llego ella y se sentó. La clase trascurrió de manera fugaz.
Solo se que cuando me encontraba en la calle, en la acera del frente apareció Ella  aun sabiendo yo que la tenia detrás, al lado también surgió Ella, en la acera paralela había un grupo de Ella, una señora con un perro tomado como cartera era Ella, una niña pequeña que sostenía un diminuto paraguas, era Ella. Me pare de improviso y mire alrededor, toda aquella bancada que se dirigía en direcciones opuestas entrechocando entre si, eran Ella. Fue cuando supe que me importaba, aunque no pudiera distinguir a la verdadera de aquella masa de "Ella". 

  En la calle el tiempo estaba calmo, el sol de mediodía le regresaba la vida a aquella ciudad que dormía bajo la niebla, era uno de esos días de Desgracia en que pareciera que uno se desangra pero no hay sangre, en que uno se levanta triste sin tener un Porque.  Comencé a caminar hasta llegar hasta la plaza rodeado de unos cuantos solitarios, unos sentados en bancos y otros parados fumando con la mano en los bolsillos. 

—Tienes cara de desgraciado y eso solo quiere decir que estas viviendo mucho- Me espeto Rodrigo, era de estatura mediana y cara de cualquiera ;una de esas cara que aunque este en un harén de mil diferentes no resaltaría. 

Según la opinión general Rodrigo era un mal tipo, pendenciero, vulgar y violento aunque la opinión publica muy pocas veces tiene razón. Pero me gustaba su compañía, creo que es uno de esos tipejos que dicen la verdad pero no la verdad con tiznes de sutileza a la que se añaden tantos elementos que se deforma; si no la verdad de la que se escupe en la cara.

Aquel sujeto con cara de asesino y un mal humor de toque nunca estudiaba, pero se mantenía aprendiendo. 
En verdad yo traía una cara alicaída y enferma.
Se sentó conmigo en el banco y comenzó a fumar, me ofreció un cigarrillo, normalmente no fumo pero hoy me daba igual. 
—  ¿Y esa cara de derrumbe?
—  Solo estoy recordando, no es nada
—   Eso quiere decir que estas viviendo mucho.
—  No es eso, es... ¿No has sentido la opresión, el peso de algo que te esclaviza sin poder levantarte? 
—  Tal vez sea egoísmo, yo soy un egoísta por todos los puercos bienhechores que vinieron a mi, que vinieron a mi y me clavaron sus puñales. Tengo tantas jabalinas prendidas del pecho que aunque quiera lastimar sigue chorreando. ¿Me entiendes? debajo de estas lanzas esta mi verdadera alma.   
No respondí, realmente no estaba de animo y casi nunca hablo mucho, solo lo necesario. 
—  ¿Me dirás por que esa cara de payaso fúnebre? rió  de nuevo. 
Me estaba comenzando a molestar, no es un aluvión de animo que alguien que se ria de ti mientras tu estas triste.
—  ¿Es aquella chica verdad? ¿La del pelo corto que estudia en tu Instituto? Deberías soltármela, se divertiría conmigo y tu dejarías esa cara. 
En otra oportunidad y con otro humor,  tal vez hasta con otro yo hubiera dejado pasar el insulto. De hecho ya muchas veces se habían burlado de la chica que me gusta, es como un blanco principal dentro de tu grupo de amigos, creen que si la insultan a ella te insultan a ti. Pero aquella vez, si, me habían golpeado y no físicamente.
Yo solo trasforme aquel golpe en una metáfora literal. 
Le solté un golpe somero a Rodrigo en el labio inferior que lo tiro de la banca. Las personas del bulevar giraron en redondo y se nos quedaron viendo. Rodrigo se levanto sangrando por la comisuras de los labios y me patio la cara, justo entre la nariz y el labio. 
Se escucharon unos rumores de gritos en la lejanía, la sangre no me dejaba hablar, parecía que me estaba ahogando. Rodrigo me ayudo a levantarme y a limpiarme el traje de tierra. 
—  Vayámonos antes de que llegue la policía.
Me estiro un cigarrillo y salí de la plaza conmocionada con aquel tirano irreflexivo. 

ShaddayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora