Capítulo 2.

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Al salir de la ducha, Sett encontró su cuerpo sentando en la cama, con una bolsa de hielo en uno de los ojos. Supuso que, entre medio del baño, este ordenó un aliviador para el golpe, aunque no era nada parecido a los que cubrían todo su cuerpo. De seguro los oponentes a los que se enfrentó en toda la semana, antes de llegar, no tuvieron compasión con él. Su cuerpo también dolía, a causa de la extraña conexión física que tenían.

—Hey —saludó como si nada pasara. Aphelios era una persona pacífica y si no fuera por eso, de seguro le hubiese devuelto el golpe con sus nuevas grandes manos.

—¿Por qué me golpeaste?

—Lo siento. La tensión del viaje —excusó.

Aphelios tiró la pequeña bolsa con hielo al adverso, su rostro tampoco era de lo mejor a causa de los moretones y algún que otro corte. Ambos estaban en la miseria. El silencio reinó en la habitación, sin saber que debían decirse o siquiera como presentarse.

Sett dejó botada en el suelo la toalla que rodeaba su pequeña cintura y caminó con lentos pasos a su armario. La bolsa de hielo la apoyó con fuerza sobre su frente unos segundos y después la volvió a dejar sobre la cama, para que el otro la volviera a usar.

—¿Por qué andas desnudo? —cuestionó Aphelios. Sí, el cuerpo en frente suyo no era algo ajeno, era su mismísimo cuerpo, pero no era como si estuviera orgulloso de ello. Tenía notorias y oscuras cicatrices, que si fuera por él las arrancaría sin dudar.

—¿Qué son estos tatuajes? —Sett se observaba en el espejo que tenía su ropero, el pequeño tenía marcas violáceas en su cara y también por la zona del pecho y nuca. Eran curiosas y admitía, en su mente, que le quedaban bien al hacer contraste con la pálida piel. Los suaves dedos acariciaron el que más le llamaba la atención, a la altura de su pecho. Percibió que la zona estaba algo mal cicatrizada...

—No son tatuajes —Aphelios aún mantenía su mirada perdida en algún punto de la habitación para no cruzar mirada con el contrario—. Ninguno lo es —aprovechando su elasticidad y el largo de los brazos para tomar el bolsón con hielo y regresarlo a su rostro—. Son quemaduras, muestras de lealtad a mi tribu.

Aphelios no explicaría más de lo necesario y Sett, por un poco de respeto o empatía, ni él sabía, también guardó silencio. Las marcas fueron impuestas en él cuando Aphelios aún era un niño. Recordaba con resentimiento como, al no ser un digno llamado de la luna, le crearon sus propias marcas. La sangre en el desconocido cuerpo ardía, junto a sus pensamientos. Ardía igual que aquella noche.

—Oye —cortó Sett. La incomodidad, aparte de sentirse en el aire, también lo sentía en el cuerpo. Ya vestido, con sus prendas que quedaban inmensas en el flaco cuerpo, se apoyó sobre el borde de la cama, para calmar al contrario—. Soy Sett.

—¿No piensas que ya lo sé? —el poco intento de buen humor y la paciencia se esfumaron. No podía aguantar más aquello. Hablarle a su propio cuerpo sin ser él mismo, y estar atrapado en este asqueroso lugar era excesivo para su paciencia—. ¿Cómo huiste del monte? Los Lunari no permitirían que desertara.

—Oh, ¿te refieres a los encapuchados? —la orgullosa sonrisa asustó a Aphelios—. Los derroté con mis puños.

—¿Qué hiciste qué? —el retumbar de su voz sorprendió a Sett, haciéndole retroceder en su lugar. Aphelios se levantó de la cama, comenzando a dar vueltas de una punta a la otra de cuarto—. Es que... ¿Eres un imbécil o qué?

—¿Disculpa? —objetó ofendido. Parándose también de la cama se puso en mitad de camino de Aphelios, deteniéndole—. ¿Acaso tú pensabas ir a buscarme? O, mejor dicho, ¿buscar tu cuerpo? Te veo muy satisfecho con todas las comodidades de mi arena.

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⏰ Última actualización: Nov 12, 2020 ⏰

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SettPhel ─ Este cuerpo no es mío.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora