Desde que me levanto de la cama, no dejo de revisar la hora en el móvil, ansioso de que llegue el mediodía. Estoy muy entusiasmado por el viaje a Seattle que haré hoy con Christhoper y mi buen humor se encuentra por las nubes, tanto así que Sigrid me llega a mirar raro en algún punto del día y Estefano también, aunque él se hace el desentendido porque ya sabe el motivo.
El día se encuentra gris, el otoño ya se ha apoderado de la ciudad y ha pintado los árboles del característico naranja, razón por la que decido usar una casaca del mismo color que tiene una capucha gris para la lluvia.
Después del almuerzo, Christhoper llega puntual como lo prometió. Estaciona su camioneta unos metros más allá de la reja de entrada y espera paciente a que salga. Solo que, primero, debo avisarle a Sigrid que volveré en la noche y para darle más credibilidad, cuento con la presencia de mi hermano, quien se encuentra acompañado de mi mejor amiga.
—Pero, ¡qué guapo está este chico! —dice Narel después de haber silbado en forma de halago—. ¿Ya te vas?
Asiento y me acerco para despedirme de ella con un beso en la mejilla.
—Sí, ya me están esperando en la casa de un compañero.
—Oh, cierto, tienes tareas pendientes.
Estefano, ella y yo nos damos una mirada cómplice, aprovechando que Sigrid está guardando la vajilla en los estantes y nos da la espalda.
—¿Necesitas que te lleve? —ofrece mi hermano, continuando con la improvisada actuación y niego con la cabeza.
—No, gracias. Tomaré el autobús porque me deja cerca.
—Igual nos avisas cuando llegues, por favor —pide Narel en un tono afable.
—Gracias, lo haré. —Meto mis manos en los bolsillos del pantalón y me aclaro la garganta para luego agregar—: Eh, Sigrid, lo más probable es que no venga a cenar. Ya sabes, a veces los chicos quieren compartir y pedimos algo...
Ella asiente y me muestra una sonrisa de boca cerrada.
—Está bien. Vienes con cuidado, por favor. Si se te hace tarde, le dices a Estefano para que vaya por ti —sugiere y ajusto las correas de mi mochila, la misma que guardaré apenas suba a la camioneta porque solo es una pantalla para tapar mi mentira.
—Vale, que tengan una bonita tarde —les digo.
—Tú también —responde Narel con una fingida sonrisa de oreja a oreja y sé que lo ha dicho en doble sentido.
Me muerdo los labios para no reír mientras abandono la cocina.
Las tres horas de viaje se me hacen eternas, pero a la vez amenas porque, a diferencia de la primera vez que Christhoper me acompañó a Seattle, tenemos una plática de todo, desde la música que él pone en la radio, hasta los memes de Facebook que yo le muestro en mi móvil.
ESTÁS LEYENDO
Solo de los dos, Christhoper © [Completa ✔️] #PGP2024
Roman pour AdolescentsNicolás Arnez se encuentra muy seguro de algo: debe ocultarle a su familia que le gustan los chicos. Es amante de los canes y ha decidido disfrutar de sus últimos días de vacaciones ayudando en el refugio de animales de la ciudad, antes de iniciar e...