Esa noche era especial. Los señores Debienne y Poligny, hasta ese momento los directores de la Ópera de París, daban su última función de gala. El camarín de la Sorelli, una de las figuras principales del cuerpo de baile, fue invadido por media docena de sus compañeras que regresaban del escenario, en medio de un gran alboroto. A la Sorelli le disgustó esa intromisión, porque deseaba estar sola para repasar el discurso de despedida que debía pronunciar poco después en el foyer para Debienne y Poligny. Una de las bailarinas, la hermosa jovencita Cecilia Saint-James, de sólo quince años, cerró la puerta con llave y exclamó:
- ¡El Fantasma!- ¡No digas tonterias! - la reprendió la Sorelli, pero como era muy supersticiosa enseguida preguntó a las demás:
-¿Alguien lo ha visto?
- ¡Siii...! - respondieron a coro las bailarinas.
Y empezaron a hablar todas a la vez. Dijeron que el Fantasma era muy feo, que se les había presentado vestido de frac y que había aparecido en un pasadizo, como si pudiera atravesar las paredes. Las muchachas daban la impresión de que veían al Fantasma en todas partes.
Desde unos mese atrás no se hablaba de otro tema en la Ópera. El Fantasma no pronunciaba una solo palabra, desaparecía en cuanto lo veían y no hacía ruido al caminar. Al principio este rumor había causado risa, pero poco a poco la leyenda del Fantasma se había impuesto, y muchas integrantes del cuerpo de baile temian ser víctimas de sus maldades, porque lo culpaban de cualquier accidente. Juraban que bajo su frac sólo había un esqueleto y que su cabeza, por supuesto, era una calavera. Así, por lo menos, afirmaba José Buquet, jefe de maquinistas, que se había topado con él en una escalera próxima a las candilejas. " De sus ojos - repetía Buquet a cualquiera interesado en oírlo- sólo se ven dos cuencas negras; unas mechas sobre su frente y detrás de las orejas son su único cabello, y su piel parece un cuero amarillo; pero lo más espantoso es que no tiene nariz." Otro testimonio para tomar en cuenta pertenecía a un bombero llamado Papin. Durante una inspección se había internado en lo profundo de la tramoya u allí le había salido al paso una cabeza de fuego, " pero sin cuerpo", que lo obligo a huir aterrorizado.
Así que no debe extrañar el temeroso silencio que reinaba en el camarín de la Sorelli.
De pronto, Saint-James retrocedió hasta un rincón y susurró:
-¡Escuchen!
A todas las bailarinas les pareció oír un roce detrás de la puerta.
- ¿Quién esta ahí? - preguntó la Sorelli, pero nadie respondió.
Entonces, armada de un estilete, quitó la llave de la puerta y la abrió. El pasillo estaba desierto. La Sorelli cerró de nuevo la puerta e intentó tranquilizar a sus compañeras. Sin embargo, ellas seguian asustadas.
- Gabriel, el maestro de canto, también lo ha visto - dijo Saint-James -. Estaba en el despacho del director de escena y distinguió su cráneo de muerto, tal como describió José Buquet.
- Seria mejor que Buquet se callara la boca - comentó Meg Giry, una muchacha menuda y pálida.
- ¿ Por qué ?
- Porque mi madre dice que al Fantasma le desagrada que lo molesten.
- Y ella... ¿ cómo sabe eso ?
- Porque... porque... tartamudeo Meg -. ¡ Juré guardar el secreto !
Pero sus compañeras la rodearon y le insintieron para que hablara. Todas sabían que su madre trabajaba de acomodadora en la Ópera.
- ¡ Muy bien ! - se rindió finalmente Meg -. Ella lo sabe a causa del palco bajo, el número cinco. Ése es el palco del Fantasma. Nadie, excepto él, lo ocupa desde hace un mes. Y en la boletería se ha dado la orden de no venderlo nunca.
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El Fantasma de la Ópera
Mystery / ThrillerSe prepara el espectáculo mas fastuoso de la Ópera de Paris; un misterio se oculta entre bastidores, nadie sabe qué o quién es, pero sus apariciones son cada vez mas frecuentes. Solo Cristina, una joven bailarina, puede acercarse a él. El Fantasma e...