Estaba tumbado en la cama, intentando distraerme mirando el techo. Intentaba vaciar mi cabeza de todo pensamiento, poner mi mente en blanco, tan blanco como el techo, tan blanco como las hojas de mi bloc de notas, tan blanco como...como...su sonrisa.
Suspiré profundamente y me puse boca abajo con la cara pegada a la almohada y los ojos cerrados. No funcionó, mi cabeza seguía a mil por hora y las horas pasaban.
Ella me había dicho todo lo que necesitaba oír. Con ella cerca incluso había sentido que podía superar mi bloqueo.
"Tengo que ir" –decía una voz en mi cabeza.
"No puedo hacerlo" –le respondía otra.
Y mientras discutió conmigo mismo y las voces hablaban en mi cabeza seguía pensando en ella y en esa hoja en blanco, en cabellos dorados y una vieja mansión abandonada.
"No puedo entrar ahí" - y tenía razón, hacerlo era de locos.
"Pero tampoco puedes negarte "– y tenía razón, quizás fuera yo el que estaba loco .
– Mi corazón es un caos.
– ¿Y qué tiene eso de malo? –había respondido ella.
Después de todo, ni siquiera le había preguntado su nombre.
El bloc de notas seguía ahí, "mirándome" de forma burlona, como si el blanco de sus hojas se riera de mi. Apreté los dientes y lo agarré con fuerza. Ahora sólo había una cosa que hacer.
En cuanto la oscura figura de la mansión apareció ante mi vista en el horizonte, supe que ella estaba esperándome. Lo sentí, no sé muy bien por qué lo pensé, pero sabía que era cierto. Podéis pensar que estoy loco, podéis pensar que era simple intuición, pero lo sabía. Apreté el paso y me dirigí en dirección a dónde la había visto la noche anterior, no quería hacerla esperar mucho tiempo.
En efecto, ahí estaba ella, esperando en el banco dónde habíamos estado sentados ayer. Vestida igual, su pañuelo rojo destacaba en la oscuridad de la noche.
– Perdona –me disculpé– ¿has esperado mucho tiempo?
– Da igual –le restó importancia con un gesto– te he traído algo. Extendió ambas manos cerradas y me miró, divertida.
– Elige.– Oye, no estoy seguro de que quiera hacer esto.
– Elige –su tono no admitía réplica.
–Eh...la derecha –dije tras un instante de vacilación.
Ella puso los ojos en blanco y abrió la mano izquierda, en su mano había una pequeña y vieja llave de color cobre.
Solté un silbido.
– Con que era cierto, tienes la llave.
– ¿Dudabas de mi? –entornó los ojos peligrosamente.
– No, no es eso –me apresuré a decir –es solo que...
Me cortó de golpe, algo mortalmente frío agarró mi mano y me dio un fuerte tirón que me obligó a correr hacia delante. Era su mano.
– ¿Qué haces? –le dije mientras corríamos.
Ella sólo se rio, y su risa era contagiosa así que acabé riendo yo también.
Cuando quise darme cuenta estábamos frente a la puerta de la verja que rodeaba la casa, al otro lado se encontraba el jardín y más allá, la tétrica mansión.
– Oye –logré decir entre jadeos – ¿a qué ha venido eso?
Ella ni siquiera parecía estar cansada y sonreía como una niña.
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ELLA
HorrorUn escritor bloqueado con pasión por la fotografía. Una mansión abandonada, solariega y victoriana. El radiante destello de una melena rubia al otro lado de la ventana. "ELLA" es un relato corto de terror, mi primero en esta plataforma. Espero que...