"- ¿Alguna vez has pensado en entrar?"

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Contemplaba cómo la vetusta edificación se erguía ante mí de forma imponente. Una enorme mole de yeso, madera y cal cuyos colores apagados por el paso del tiempo apenas eran visibles en la oscuridad de la noche. La mansión no era especialmente bella, ni especialmente grande, ni siquiera especialmente antigua comparada con el resto de mansiones viejas de la ciudad. A decir verdad, no tenía nada de especial, más bien todo lo contrario. De hecho, se notaba por sus desperfectos que el paso del tiempo había hecho mella en la antigua casa, algunas tejas se habían caído y muy pocas conservaban su color original.

A pesar de que debería estar ya acostumbrado a observar la antigua mansión victoriana, nunca pude mirarla como si fuera cualquier otro edificio. No sabría explicar por qué, pero siempre me pareció algo más, algo distinto de todas las casas que eran más bellas, más grandes y más antiguas. Esa casa tenía algo, estaba seguro de ello.

Había indagado en su historia y lo cierto es que mis hallazgos habían resultado decepcionantes. En el pasado había sido una casa de campo que había pertenecido a una respetable familia de clase burguesa y fue abandonada como tantas otras al desplomarse la burbuja inmobiliaria de entonces. Más tarde pasó a ser propiedad del ayuntamiento, en un primer momento pensaron en demolerla para edificar alguna obra pública en el terreno de la casa, pero el proyecto nunca se llevó a cabo. Debido al disparado crecimiento de la ciudad, la antigua casa de campo había pasado a estar ya en los barrios periféricos de la ciudad y no desentonaba con las otras de su condición que habían sufrido su misma suerte. Entonces, ¿por qué plantarse frente a la verja todas las noches? ¿Qué tenía aquella casa victoriana que no tuviera el resto? Lo cierto es que no lo sabía, pero todas las noches un impulso casi visceral me obligaba a coger el bloc de notas, la cámara de fotos y a sentarme en un banco frente a la verja de la mansión, dónde podía observar con facilidad las ventanas de la fachada y parte del descuidado jardín.

Suspiré lentamente sobre mis manos mientras las frotaba para combatir al frío y no me sorprendí al ver el vaho en mi aliento. Era una condenada noche de enero y el sol hacía ya varias horas que había desaparecido en el horizonte. La calle estaba completamente desierta, nadie era tan tonto como para salir de casa a esas horas de la noche con ese tiempo, nadie excepto yo, por supuesto. Como si el frío invernal no fuera suficiente, alrededor de la mansión siempre he sentido una sensación gélida que normalmente me provocaba escalofríos, independientemente de la temperatura de la calle.

Me abroché todavía más mi abrigo y desvié la mirada hacia mis manos, rojas del frío glacial, que sujetaban un pequeño bloc de notas y un bolígrafo. El bloc de notas estaba abierto por una inmaculada primera hoja; blanca y vacía. Hice un gesto de disgusto y volví a mirar hacia la casa, buscando la inspiración en un encanto victoriano que se había desvanecido en el inexorable paso del tiempo.

Aunque había venido infinidad de veces, nunca había escrito ni una sola palabra, mi bloqueo no desaparecía y había convertido en rutina el desagradable hábito de venir a diario.

Era algo sumamente extraño, allí sentado lo único que quería era irme a casa, dejar el bloc de notas en un rincón, darme un baño caliente y ponerme la televisión. Olvidar mi bloqueo, olvidar que no escribo nada de calidad desde hace casi un año, olvidarlo todo y dejar que el tiempo pase sin hacer nada para evitarlo.

Pero cuando llegaba a casa sentía "la mirada" de esa hoja en blanco desde el rincón mientras veía la televisión, mientras dormía, mientras trataba de olvidar. Algo en mi cabeza me decía que debía salir, ir a esa mansión y buscar la inspiración allí para romper el bloqueo de una vez. Era atraído allí por algo a lo que no podía negarme.

Cerré el bloc y guardé el bolígrafo en el bolsillo del abrigo. Encendí la cámara e hice zoom hacia las ventanas y balcones, tomando capturas de todo lo que me llamaba la atención, cualquier detalle, por pequeño que fuera. La cámara dio un pitido avisando de que la memoria estaba casi llena; cuando llegara a casa tendría que pasar de la cámara al ordenador todas las fotos. La gran mayoría eran imágenes de la casa desde distintos ángulos, perspectivas y luces. Ni siquiera sabía por qué hacía tantas fotos a ese viejo edificio, lo hacía porque no podía simplemente esperar sentado frente a la casa sin entretenerme con algo.

ELLAWhere stories live. Discover now