Capítulo 2.

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Escalofríos, sólo siento escalofríos

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Escalofríos, sólo siento escalofríos. Un gran nudo en la boca de mi estómago se formó y no dio lugar a buenas sensaciones.

Pensé en Owen, un chico moreno, bastante molesto. Nunca lo soporté. Se distinguía por joder la vida de otros, hacía bullying a todo aquel que le venía en ganas por el más mínimo defecto, y bien recuerdo, que, en particular, él y su grupo de amigos marcaron la vida de un trio de colegas de una forma horrible. Uno de ellos intentó quitarse la vida varias veces hasta que, murió ahogado en la playa, hace ya dos año, lo que llevó a pensar que se trató de un suicidio. Y otro, se cambió de escuela. Solo quedó uno en esta institución.

Tenía la mente nublada, y los pelos de punta. El mar de sensaciones me hacía estremecer por dentro. Sólo en pesar que estaba... muerto. Dios, no me cabía en la cabeza.

La secretaria nos guió hasta la sala directiva donde se encontraba su oficina y ahí nos hizo sentar colocando dos sillas frente a su escritorio. Ella estaba sudando, su cabello lacio se le pegaba a la frente y estaba temblando un poco al moverse. Ella era una afroamericana, de algunos treinta años, muy bonita y de buenos rasgos.

—Yo no tengo cabeza para averiguar la razón de su pelea, mucho menos para ponerle alguna sanción. De estos casos se encarga el director o la subdirectora. Pero están pasando cosas peores como para darle importancia a esta pequeñez —argumentó y se abanicó con sus manos a la vez que tomaba asiento.

—¿Qué le pasó, ¿cómo murió? No recuerdo haberlo visto hoy —inquirí aturdida.

Ella soltó un soplido.

—Él no vino hoy a clases, según sabemos. Su cuerpo apareció en el patio misteriosamente, lleva horas muerto. Se desangró por la nuca, y el hecho de que apareciera aquí lleva a pensar que no murió de forma accidental, lo mataron —comentó secándose los sudores con sus palmas y haciendo una pausa—. Quien sea que lo haya matado, no lo hizo aquí, pero sí trajo su cuerpo. La policía piensa que fue una forma de distracción, tal vez el asesino quiere despistar a las autoridades al traer el cuerpo a la preparatoria, pero aún es un misterio —agregó dejándome pasmada. El chico sentado a mi lado no se inmutaba ni mostraba asombro. Sólo se mantenía rasgando inútilmente la tela de su pantalón de una forma ansiosa. Muy ansiosa.

—¿No tienen pistas? —preguntó el germano, indiferente y arrastrando las palabras bajo ese acento característico de su patria. Sólo verlo tan cerca de mí me sacaba de mis papeles.

—Están interrogando a sus amigos más cercanos, sólo los interrogarán a ellos, pero luego seguirán las investigaciones del caso —respondió la secretaria, mucho más calmada.

Mi corazón se encogió al pensar en lo mal que la estarán pasando sus amigos y familiares. Por más molesto que fuera Owen, no merecía morir así.

La secretaria empezó a buscar entre sus cosas y finalmente sacó unos papeles.

—Firmen con sus nombres y grados aquí, sólo les haré un reporte.

Nuestro némesis ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora