Capítulo 7.

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Maratón de NN 2/2

Un cielo gris y cientos de cuerpos con vestimenta negra, representaban la imagen de un triste funeral

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Un cielo gris y cientos de cuerpos con vestimenta negra, representaban la imagen de un triste funeral. No fui al funeral de Owen, pero el de Frederick fue devastador, incluso para mí, que no estaba en su club de amigos. Muchos miembros del instituto estaban allí, dándole un último adiós a aquel que descansaba en  un resplandeciente ataúd de caoba. El panteón estaba poblado, incluso habían reporteros, era inevitable no sentir el corazón encogerse al ver a sus familiares dolidos y alterados.

Era increíble pensar que él estaba muerto y que ni siquiera han podido dar con el autor de su muerte. Sería entonces, una de dos opciones. O las autoridades eran una vergüenza incompetente, o el asesino era un experto en serie, que sabe lo que hace, sin dejar rastros, huellas o sospechas.

Al enterrar el cuerpo de Frederick, no quedaba mucho que hacer en aquel frío y triste lugar, por lo que la masa de gente redujo radicalmente. Yo estaba con Ann y Carl, pero los planes no eran volver a casa. Sino, que al concluir con el entierro, el público estudiantil debía dirigirse por montones a la casa de Mauricio. Estaba cayendo la noche, y las farolas ya estaban encendidas. Carl nos llevó en su coche, y ni siquiera había lugar para aparcar el vehículo. La música era muy alta, con sólo pasar por la calle cualquiera reconocería que había una fiesta.

En la entrada de la casa habían dos increíbles e inmensos marcos, cada uno con la fotografía de uno de los chicos. El jardín estaba repleto de gente, al igual que de luces, la decoración del lugar era un completo culto a los fallecidos, por cada rincón habían objetos que representaban y describían tanto a Frederick como a Owen. Habían objetos personales de ellos, las camisetas que solían usar en los partidos con sus respectivos números, y sobre todo, por doquier se veía un mensaje que causaba impresión.

«Recuérdame por lo que fui, pero no te olvides de que mi asesino anda suelto».

El mensaje significaba, en cierto modo, que tanto Owen como Frederick no fueron las mejores personas. Pero que de igual forma, no se merecían tan lamentables muertes.

Nosotros entramos a la casa y fue difícil mezclarse entre la masa de gente. Dentro también habían muchos objetos y fotografías colgadas de hilos. El lugar estaba sumergido de gente, desde el primer piso, que ya era bastante grande y amplio, hasta el segundo.

Incluso, en la alberca también había una cantidad considerable de personas. Lo curioso fue ver que habían contratado un personal de servicio de bebidas, al igual que un equipo de sonido. 

Habían meseros repartiendo en bandejas las diferentes bebidas, también habían instalado un mini bar en la esquina del salón principal. Bueno, Mauricio era rico, podía hacer todo eso y más.

Pero eso no fue lo que más me sorprendió, sino lo alegres que todos se veían. Bailaban, gritaban, manifestaban su euforia, festejaban, como si no hubiera pasado nada.

Nuestro némesis ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora