La espada y el recuerdo

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En una fría mañana de primavera, un chico corría por un bosque aún empapado por el rocío. El vaho de su aliento le seguía, aunque él no sentía ningún frío. El viento zarandeaba las hojas, dejando ver el cielo gris y trayendo el olor de la lluvia. Se acercaba una tormenta, pronto tendría que refugiarse en algún lugar lejos de la arboleda. Siguió corriendo, incapaz de sentir cansancio en aquel extraño lugar.

Llegó finalmente a un claro con un arroyo de aguas limpias, pero oscuras y profundas. El hombre vio su reflejo en el agua y sintió un escalofrío: algo estaba mal con su rostro. Estaba completo, era normal, no había rastro de quemadura alguna. Palpó alarmado la parte izquierda de su rostro: efectivamente, no era una ilusión. El viento sopló con fuerza en el claro, moviendo las ramas de los árboles y el pelo del viajero, revuelto y asalvajado. Eso al menos no había cambiado.

De pronto, el sonido de un arbusto revolviéndose una figura salió de entre los árboles. Era una mujer alta, de tez pálida y pelo largo oscuro, trenzado. El hombre la reconoció al instante: era su hermana. Estaba exactamente igual a como la recordaba. Pero no podía ser; llevaba muchos años sin verla, no podía estar exactamente igual. Era imposible. La observó

—¿Miren? —Dijo. Su voz temblaba, como si por primera vez sintiese el frío del bosque. No podía creerse que fuera ella, tampoco quería. No estaba preparado para volver a verla.

La mujer se acercaba, desenvainando una espada plateada, adornada con grabados. Era la espada que solía estar en una de las vitrinas de su hogar. La cabeza del hombre daba vueltas, su respiración se estaba acelerando por momentos. Solo quería escapar. Dio varios pasos hacia atrás, pero solo consiguió empaparse el bajo de los pantalones con el agua helada del río. Tampoco tenía ningún arma, pero eso daba igual. Aunque las tuviera, no sería capaz de atacar a su hermana pequeña, ni a alguien parecido.

La mujer siguió avanzando en silencio, como un fantasma etéreo. El hombre se quedó completamente paralizado, demasiado asustado como para responder. Nada de todo aquello podía ser cierto.

Cuando finalmente tuvo a su hermana de frente, solo pudo contener las lágrimas. Aunque en realidad no lo fuese, era un calco de ella, de cómo era la última vez que la vio. Cerró los ojos, e inmediatamente sintió la hoja de la espada atravesándole el vientre. Tosió sangre con violencia, empapando el vestido de Miren. Quiso gritar, pero era como si su garganta se hubiera cerrado por completo. El arrullo del río, el aullido del viento, todo sonaba cada vez más distante. Empezó a llover.

—No eres más que una decepción. No te mereces nada. —Susurró Miren, retorciendo la hoja en el vientre de su hermano, que ya apenas era capaz de sostenerse en pie. Prácticamente pendía del filo del metal. —Te odio, Casimiro.

La mujer finalmente retiró la espada y el cuerpo sin vida de su hermano cayó al suelo. Sus ojos marrones estaban abiertos, congelados con la última sensación que mostraron antes de morir. Parecía estar a punto de llorar.


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Casimiro despertó al borde de un ataque al corazón. No se podía mover, ni siquiera podía alcanzar la lámpara de gas para poder ver. Se sentía como si fuese a vomitar. En un exabrupto de poder, creó una esfera de luz que iluminó la sala. Ojeó todo para intentar ubicarse y calmar su respiración. Estaba en una buhardilla: su buhardilla. Era su casa, al menos en la capital. Estaba completamente solo, nadie podía ir a por él. Bien. Al darse cuenta de eso, su corazón empezó a ir más lento. Palpó su rostro, todo estaba en su sitio o tan fuera de su sitio como siempre. Todo estaba bien, todo lo bien que podía estar. Reunió fuerzas para encender la lámpara de gas y apagar aquella esfera de luz. Le escocía tener ese poder (y más en su interior). Recordó las palabras de su hermana en el sueño, las últimas que le había dicho antes de que se alejasen por completo hacía ya tres años. No pudo dormir más aquella noche.

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⏰ Última actualización: Oct 13, 2020 ⏰

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Noirtober 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora