Capítulo 9.

611 40 106
                                    

Tomo la mochila y salgo del auto entrando las llaves en mi bolsillo, abro la puerta del coche y tomo a Tyler en mis brazos. Cuando me giro, ya mi madre venía hacia nosostros con una enorme sonrisa plasmada en su rostro.

-Aquí está mi pequeño. -Llega tomando de mis brazos a mi hijo. Esbozo una sonrisa. Yo pasé a segundo plano desde que traje a Tyler al mundo, él se llevó toda la atención de todos.

-Yo también te extrañé, mamá. -Bromeo. Ella deja de darle besos a Tyler y centra su atención a mi.

-Oh, pequeña, sabes que también te amo. -Sonríe besando mi frente. -Entremos, la abuela preparó la cena y está riquísima.

-Lo siento mamá, yo debo irme, tengo algunos pendientes. -Explico quitando la mochila de mi hombro.

Hoy era jueves, todos los jueves mamá la pasa con Tyler, es algo ya como una tradición.

-Maddison Cooper Millers. -Allah. -¿Qué es más importante que pasar tiempo con la familia? -Eso creí.

-Nada lo es, madre. -Esbozo una sonrisa. Exagerar las cosas es su pasión. -Prometo que luego vendré, pero hoy tengo algunas cosas que hacer y no puedo esperar. -Con una sonrisa inocente le doy la mochila con juegos de Tyler.

-¿Y la abuela qué?

-Si entro no me dejará salir. Tyler le dará muchos besos de mi parte, ¿cierto, amor? -Como mi complice que es, asiente sonriendo. -¿Ves? -Mamá me mira con una ceja elevada. -Lo compensaré. -Digo en forma de derrota. Ella niega tomándose el puente de la nariz con dramatismo.

-Conduce con cuidado. -Finalmente acepta. Sonrío y me acerco a mi hijo.

-Portate bien. -Beso su cabeza. -Te amo. -Le sonrío y beso la mejilla de mi madre. -Te amo, mamá, besos a la abuela. -Me despido y entro al auto.

Miro por el cristal viendo a mi hijo mover su mano en un adios, con una sonrisa en sus labios. Sonrío lanzándole un beso y lo veo entrar a casa junto a mi madre.

Entro la mano en mi bolsillo para tomar la llave del auto, al sacarla un papel cae a mis pies. Agacho mi cuerpo y lo tomo en mi mano.

Era aquella tarjeta que Teresa había dejado sobre la mesa. Donde solo había una dirección con un nombre «museo de arte»

Ciertamente no entendía aquello, ni el por qué me había dejado aquella dirección. Por lo que la curiosidad me seguía invadiendo cada vez más.

Le miro por unos segundos, debatiéndome en mi cabeza la misma pregunta, hasta que finalmente enciendo el coche y sigo aquella dirección.

Cuando tengo media hora conduciendo y deteniendome a preguntar varias veces sobre como llegar, llego a mi destino. Un enorme edificio notablemente lujoso apareció frente a mi.

Museo de Arte.

Decía en grande con letras luminosas. Estaciono mejor el auto y salgo sintiendo la brisa en mi rostro. Observo el lugar por largos segundo. La curiosidad me invade solo de leer la palabra «museo» siempre me a gustado ver dibujos, el arte en el que las personas se inspiran, aquella maravillosa manera de como convierten pinturas en arte.

Y todo aquello es solo por una persona.

Santiago Cormimo.

Él era mi mejor artista, él no dibuja, creaba arte con sus manos. Y aunque se inclinó a sacar adelante la empresa de su padre, y crear su propia empresa, nunca dejó a un lado su amor por la pintura. Siempre que tenía tiempo libre lo tomaba para pintar, mayormente a mi.

Cuando vengo a darme cuenta ya estaba en la puerta.

-Boleto. -Pego un brinco al escuchar aquella voz grueso, mirando a un lado de la puerta a un hombre robusto con pinta de seguridad.

MadissonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora