No quiero que regreses.
Todavía recuerdo la sensación de abandono absoluto cuando te fuiste, el miedo, la tristeza de sentirme como un edificio en ruinas al que nunca nadie iba.
No, no vengas, por favor.
No he podido olvidar el sabor amargo de una soledad que no merecí, así como tampoco olvido lo mucho que odié mis ruinas y lo difícil que fue aceptarlas.
Para que ahora vengas pretendiendo que eres el que todo lo puede, el que puede salvar lo que tú mismo destruiste.
No quiero que regreses, porque no te necesito, porque si existe alguien capaz de salvarme, sólo soy yo misma.
