Capítulo 2: Un nuevo hogar.

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A la mañana siguiente Subaru se despertó más temprano de lo usual y, un tanto desorientada observó la habitación desconocida hasta que recordó donde estaba, seguido tomó un baño rápido, se vistió con la ropa que le proporcionó una mucama y salió de la habitación.

Caminó por el pasillo explorando la mansión, cuando descendía por las escaleras un agradable aroma llegó a su nariz, continuó con paso lento hasta llegar al comedor donde se encontraban diversos platillos servidos.

—¿Oh?, te despertaste temprano —dijo una voz a sus espaldas.

—Carla... —murmuró sorprendida ante su aparición y reincorporándose de le saludó. —Buenos días.

—Buenos días, ¿dormiste bien?

—Sí, muchas gracias por dejarme quedar.

—Como sea, debes agradecerle a Shin, es gracias a él que desde ahora vivirás aquí.

El comedor se sumió en un silencio algo incómodo –inesperadamente para ambos– durante unos minutos hasta que por fin Shin apareció.

—Buenos días, Nii-san. —saludó viendo a su hermano y luego se dirigió hacia Subaru. —¿Qué tal dormiste?

—Muy bien, gracias. —Respondió con una ligera sonrisa.

—Me alegro... Más tarde te mostraré el resto de la mansión y-

—Shin —Carla lo interrumpió puesto que el desayuno acababa de llegar y claro, no había porqué esperar más.

Los presentes disfrutaron del desayuno compartiendo un agradable momento. Shin se aseguró que Subaru no se sintiera incómoda, hablando sobre trivialidad para distraerla cada vez que observa cómo la mirada de la albina se volvía melancólica –cosa que no pasaba por desapercibido para ninguno de los Tsukinami–, y era algo que ella agradecía en el fondo.

Una vez finalizado el desayuno Shin fue el primero en levantarse y casi de inmediato tomó de la mano a Subaru para mostrarle la mansión y enseñarle algunas reglas que debía seguir.

—Esta es la biblioteca principal, por lo general quien la tiende a usar es Nii-san. Cuando te sientas aburrida puedes tomar algún libro, sólo que deberás cuidarlo muy bien —explicó mostrando una habitación enorme.

Subaru se encontraba perdida en sus pensamientos, mientras Shin explicaba sin parar, pues tenía muchas cosas en su cabeza, por una parte estaba desconcertada observando el comportamiento del Tsukinami menor pero aun así no soltó su mano debido a que, por alguna extraña razón le transmitía seguridad, pese a que se suponía que eran enemigos y por la otra... la traición de Shu le seguía doliendo, ella aún lo amaba y sentía una fuerte opresión en el pecho cada vez que recordaba las promesas que se habían hecho el uno al otro, pero la que más le pesaba era el hecho que su hijo o hija no tendría a su padre cerca.

—¡Oye~! —la llamó sin obtener respuesta. —¡Sakamaki! —Shin había estado llamándola sin recibir nada por parte de ella.

Algo molesto se puso frente a ella sacudiéndola por los hombros y mirándola a los ojos.

—Subaru, te estoy hablando.

—¿Eh...? ¿Qué pasa...? —preguntó sorprendida al escuchar su nombre.

—No me vengas con: "¿Qué pasa?", te he estado llamando desde hace rato, pero tú no reaccionabas, ¿a ti qué te pasa?

—No es nada, sólo estaba perdida en los pensamientos.

Shin la observó de pies a cabeza por un momento, lo que incomodó a Subaru.

—¿Qué?

—"No es nada" —respondió utilizando el mismo tono que ella había usado.

Siguiendo el largo recorrido finalmente llegaron al jardín, de inmediato Subaru quedó fascinada, observaba todo con una cálida mirada y una hermosa sonrisa, parecía que siempre había pertenecido a ese lugar. Notando eso Shin con una tenue sonrisa, preguntó: —¿Te gusta?

De inmediato la cara de Subaru se tornó roja, no se había dado cuenta de la mirada del mayor hasta que habló y tímidamente contestó.

—Sí... es hermoso.

—Bueno, ¿Quieres cuidarlo de ahora en adelante?

—¡¿Puedo?! —exclamó extasiada tomando las manos de Shin. Este avergonzado sólo asintió, y liberándose con cuidado continuó.

—Bueno, Nii-san y yo por lo general no pasamos mucho tiempo aquí «ni siquiera recuerdo que Nii-san pase por aquí», así que es todo tuyo.

—No sé cómo agradecerte todo lo que estás haciendo por mí, por nosotros —dijo acariciando su vientre. — Pensé que te burlarías de mí y te irías sin más, después de todo soy una Sakamaki.

—Tampoco soy un bastardo capaz de abandonar a alguien en ese estado. Como todo buen fundador tengo mis principios —respondió algo indignado. —Además nuestra enemistad con los Sakamaki empezó por KarlHeinz, no es como si realmente ustedes tuvieran la culpa, aunque debo de admitir que tus hermanos son molestos, en especial los trillizos.

Subaru se burló ante esto último.

—Tienes razón, los trillizos son insoportables, en especial Ayato y Laito son los que causan la mayoría de los problemas mientras que Kanato termina involucrándose de cierta forma.

La agradable charla continuó por horas, de vez en cuando hablaban de trivialidades y una que otra regla de la mansión Tsukinami. Al caer el atardecer una de las mucamas avisó que la cosa estaba lista y que Carla los estaba esperando en el comedor, rápidamente ambos se apresuraron a llegar, no querían hacer esperar más al Tsukinami mayor, pues podría haber consecuencias.

—La próxima vez que tarde se quedarán sin comer —advirtió con un tono aparentemente serio, pero ambos sabían que eso no era cierto.

—Sí —respondieron los menores al mismo tiempo y tomaron su lugar para sentarse a comer.

[Continuará] 

Mi Tesoro Más Preciado [D. L.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora