- Día 7 - Estrellas -

381 31 23
                                    

Las manos seguían entrelazadas, las miradas seguían en pleno apogeo, transmitiendo miles de sensaciones y emociones, con la ventana del alma podían decir y gritar todo aquello que tenían oculto, y que a pesar de todo, la sinceridad de su corazón podía seguir palpable en el momento exacto, dejando que el palpitar de sus corazones se coordinarán, en una sinfonía divina, retumbando fuertemente a la par de sus emociones.

Yami miraba con devoción esos grandes y brillantes orbes magenta, su sonrisa era completamente extraordinaria, una suave pintura, donde su trazo era delicado, rozando suavemente la yema de sus dedos sobre esa piel tersa y suave, pigmentado en un suave color, cual melocotón, donde las mejillas se teñían en un exquisito rojo cereza. Inclusive admiraba el esfuerzo de la persona que amaba, mirando el párpado de sus orbes pigmentados en suaves colores rojo y naranja pastel, dando un toque de brillo rozado, donde claramente sus ojos te mataban cruelmente por la ternura e inocencia en aquella mirada, pero de igual modo te seducían por el deliniado afelinado que proyectaba la seducción misma.

Dios, amaba tanto a ese ser que envolvía con sus brazos suavemente alrededor de sus hombros, tomándolo de aquella estrecha cintura, donde el crop top, hacia el trabajo de poder sentir el tacto íntimo en su piel, acariciando dicha parte con dulzura.

Y finalmente lo deshizo en un vulnerable beso volcánico, gradualmente se devoraban la boca, dejando que el momento mágico apareciera con el paso, de grado en grado, comenzaba a tornarse un poco pasional, sin embargo el mayor fue quien deshizo aquel beso, que cada vez se volvía caliente y lo que menos deseaba en ese momento, es arruinar la sorpresa que le tenía a su esposo.

── Vamos ── murmuró, no sin antes acariciar nuevamente ese rostro teñido en rojo.

Ambos subieron al auto, pues el recién matrimonio iba de luna de miel, y era claro que pasarían toda una semana a solas, sin que nadie molestara a ambos esposos en pleno apogeo.

Recorrieron varios kilómetros, colocando musica para aminorar el tedioso viaje, aunque claro que las platicas llegaban a salir a la luz, con tal de escuchar uno al otro.

Pocas horas fueron, para que Yami estacionará el vehículo, ya que a pesar de que Yugi era un amante de las motos, claramente Yami no deseaba tener algún percante en su feliz semana, y claro a pesar del dolor de Yugi dejar a su bebé, en manos confiables, tuvo que conformarse con eso, ya que le daba la razón a su esposo.

Ambos bajaron, aunque claro que Yami no dudo en ayudar a Yugi a bajar del coche. Caminaron otro poco y fue la sorpresa de Yugi dibujada en su rostro, que a pesar de todo, no imaginó ver una casa de madera, donde en la chimenea se podía ver un humo salir de ese mismo sitio. Volteo a ver a Yami, quien con un rostro sonrojado y desviando la mirada, mientras rascaba suavemente su mejilla, fue la respuesta mas silenciosa y dulce, que fue él quien había planeado de antemano aquella situación.

Yugi amaba los lugares apartados de la civilización, de hecho amaba estar ya sea en una isla o en un bosque lejos del mar de gente tediosa, y era algo que su esposo sabia perfectamente.

Y aquello no fue todo, se veía una manta reposar sobre el césped, y encima se encontraba algunas cuantas cosas para pasar un rato ahí mismo, tal cual un picnic.

Yugi no dudo en besar a su esposo, y claro que fue correspondido por el acto.

── Me encanta ── hablo Yugi con devoción y gratitud a su amado.

Yami le sonrió de vuelta, y ambos iniciaron en poder estar un rato en la intemperie, sentándose sobre la manta y siendo Yugi quien servía dos copas de vino tinto, mientras que Yami colocaba en un plato algunos ricos aperitivos, para pasar el rato.

NosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora