Entre las hojas

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Entre las hojas del verano y las flores de invierno se encontraba ese material tan preciado que se había dejado atrás...

Entre las hojas del verano y las flores del invierno había una conexión inmediata con el sol y la nieve...

Entre las hojas del verano y las flores del invierno se encontraba vida.

Se miraba la manera en la que la nieve dejaba de ser tan blanca y se convertía en líquido, las hojas de las flores comenzaban a marchitarse rápidamente y la sangre escurría de las ramas de los árboles tan coloridos.
Entre las hojas había un gato, un pobre y herido gato negro; sus ojos eran de color amarillo, como el oro, sus patas estaban llenas de barro y sangre, su espalda estaba siendo atravesada por un tajo firme. Cada movimiento lograba que al gato aullara de dolor y su mirada desesperada creciera.

Pero, aún con el dolor haciéndose hasta visible, podía divisar entre las hojas una figura negra y borrosa que poco a poco se acercaba a él. La piel de ese ser era blanca, sin embargo, parecía que la poca nieve podía moverse junto a él. Su cabello era negro sin luz, ni el mismo sol podía hacerlo brillar, traía un buzo negro y sus ojos ni siquiera tenían brillo, como si su pupila fuera la única parte de los mismos.
En una de sus manos, ese chico traía una navaja tan filosa que cortaba solamente verla. Se abrió paso entre las hojas y miró al gato, y este le miró adolorido.

La suave mirada del gato hacía ver lo tanto que había y seguía sufriendo, lo mal que los humanos habían sido con él y cuanto su pobre llanto siempre era ignorado tanto como su mismo ser al pedir piedad. Sus amarillos ojos brillaban con la mañana y el dolor se apoderaba del gato compartiendo ese sentimiento a través del aura del lugar.

—Escuché que los gatos negros dan mala suerte.—Habló el chico mientras daba vueltas su navaja.—Pero no sabía que la gente hacía todo para que esa mala suerte no llegara a ellos.

Tocó la herida del gato con suavidad, pero el gato mordió con todas sus fuerzas, buscando aún un poco más de tiempo para ver la mañana. Sin embargo, de la cruel y profunda herida que el gato le había hecho al chico, tan solo había salido una especie de vapor negro, que poco a poco curaba la herida de quien no mostraba ni una sola expresión de dolor.

—Por favor, le ruego me deje un poco más de tiempo de vida.—Maulló el gato, pero hablaba en vano, los humanos nunca podían comprender lo que decía o intentaba decir.

—La mañana es hermosa, ¿no crees?.—El chico subió su mirada, contemplando la manera en la que el agua que una vez fue nieve se secaba poco a poco entre las hojas de aquel bosque.—Me gustaría pasar más tiempo aquí si pudiera.

El gato le escuchaba, no tenía de otra. Se sentó lentamente con cuidado de no hacer el dolor aún más grande. El chico se sentó en el pasto y atravesó con su navaja fuertemente uno de los costados del árbol en el que se había sentado, dejándola clavada allí.

—Este lugar es realmente bello, entre las hojas se puede ver el hermoso sol y los colores que forma con su luz.—Volvió a hablar el chico.—Me pregunto si a un gato como tú le gustaría morir entre las hojas o ser ayudado entre ellas.

—Definitivamente ayudado... pero que más se puede hacer, los humanos nunca serán buenos conmigo.—Volvió a maullar, esta vez para sí mismo.

—Los humanos nunca serán buenos con nadie que le dé la oportunidad de no serlo, ¿no crees?—Giró su cabeza hacia el gato.—Lamentablemente, yo estoy aquí por una sola razón... y no puedo ser bueno con ella.

—¿Por qué me hablas?¿No ves que soy un gato? No puedo responderte.—Volvió a maullar.

—Lo estás haciendo.

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