8. Desintegración

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DISCLAIMER: LOS PERSONAJES, ASÍ COMO EL UNIVERSO EN EL QUE SE DESENVUELVEN, PERTENECEN A J.K. ROWLING. YO SOLO LOS TOMO PRESTADOS

N/A: Segunda semana de capítulos continuos. ¡Deséenme suerte! Muchísimas gracias por todo el apoyo, espero de todo corazón que estén disfrutando estas pequeñas historias. Tanto las oscuras como las no tanto jejeje Ya volverán los cuentos de terror, por lo pronto, disfruten =D

La palabra correspondiente al día de hoy es: gafas


8. Desintegración

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«Si vuelve a tocarla, lo mataré... Lo borraré de la faz de la tierra. Atrás sólo quedarán sus malditos zapatos muggles.»

Draco la observaba a escondidas, en silencio, sentada en una de las escaleras cercanas a las aulas del séptimo piso. Junto a Potter...

Su trabajo con el armario evanescente no estaba dando resultados y, ese día en particular, se sentía muy frustrado. Haberse perdido el partido de quidditch le había afectado y, tras los fútiles intentos de hacer funcionar el maldito artefacto, decidió caminar un rato por el séptimo piso para despejar su mente.

Fue entonces cuando la vio, saliendo de detrás del cuadro de una mujer obesa, tallándose los ojos molesta para apartarse las lágrimas y caminando a zancadas por el pasillo, directamente hacia él.

Draco se escondió detrás de una columna. No quería que nadie lo encontrara vagando por el séptimo piso. Temía que asociaran su presencia allí con la sala de menesteres.

Y decidió observarla.

Granger... Granger llorando.

Llorando por algo que alguno de esos cabrones a los que llamaba amigos le había hecho, estaba seguro. Al menos él siempre había mostrado su animosidad de frente, nunca pretendió disfrazarla de amistad para hacerla sufrir.

Y decían que los de Slytherin jugaban sucio... qué hipocresía.

Que él disfrazara lo que sentía en realidad con su animosidad era cosa aparte, por supuesto.

Draco la vio llorar y conjurar unos canarios, que comenzaron a revolotear sobre su cabeza mientras ella sollozaba.

Fue entonces cuando Potter llegó, se sentó a su lado y comenzó a abrazarla para tratar de consolarla.

«Estúpido Potter, si vuelve a ponerle las manos encima lo desintegraré.»

Desde mediados del año pasado, cuando Granger apareció por las escaleras enfundada en el maldito vestido azul del baile de Navidad, los chicos del castillo habían comenzado a notarla... Cada vez eran más frecuentes los comentarios respecto a ella, murmurados a media voz entre los pasillos, discutiendo los atributos de la anteriormente asexuada comelibros.

Draco lo había notado, cada vez eran más los chicos que pretendían acercarse a ella... Como el imbécil de McLaggen, otro al que sin duda desintegraría si lo atrapaba intentando ponerle las manos encima.

«Potter, McLaggen, Weasley... ¿cuántos más, eh Granger?»

Claro que ella era hermosa, Draco lo había notado desde el principio... Antes de que se arreglara los dientes y domesticara su melena, antes de que se enfundara en una túnica de gala que revelaba que poseía curvas. A él siempre le pareció preciosa. Y por eso la odiaba...

Hermosa, inteligente, valiente... la muy descarada era la mujer perfecta. Su único defecto era haber nacido en una familia sin antecedentes mágicos.

Wesley apareció, besuqueándose con una de las simplonas de Gryffindor, y Granger se puso de pie, llorando aún más.

«Así que el causante de tus lágrimas es esa comadreja estúpida... Maldito. Si el malnacido ese vuelve a hacerte llorar yo voy a...»

—¡Deja de hacer eso! —Draco se sobresaltó al escuchar la voz a su espalda y volteó rápidamente, con el corazón martillando en su pecho—. ¡Estás desintegrándolos a todos!

«¿Qué demonios?»

La lunática Lovegood estaba de pie detrás de él, sabría Merlín desde hacía cuanto, y lo observaba con la cabeza ladeada detrás de las ridículas y estrambóticas gafas que solía usar.

—¿Qué mierda? —preguntó él, mirándola con desprecio. Ella no se inmutó ni un poco.

—Estás desintegrándolos a todos, deja de hacerlo, Draco.

Draco parpadeó, intentando comprender lo que la extraña chica le decía.

—¿De qué estás hablando, Lovegood?

La chica apuntó con una mano algún punto por encima de la cabeza de Draco.

—A los torposoplos —dijo, como si eso aclarara una mierda—. Estás desintegrándolos a todos.

Draco volteó hacia arriba, en el remoto caso de que esa chiflada estuviera diciendo la verdad y hubiera en realidad algo sobre su cabeza, pero no había nada allí.

—Aquí no hay nada.

—Eso es porque los aniquilaste a todos. Tienes que dejar de hacer eso, Draco Malfoy. Los torposoplos pueden ser molestos a veces, pero no tienes por qué exterminarlos de esa forma.

—¿Yo? Yo no estoy haciendo nada...

Lovegood se ajustó las gafas y volvió a mirar por encima de su cabeza.

—Mira, ya dejaste de hacerlo. Gracias.

Esa chica, en verdad, había perdido la chaveta por completo.

—Ya te dije que yo no estoy haciendo una mierda, Lovegood. Déjame en paz.

Luna se quitó sus espectrogafas y miró a Draco a los ojos ausentemente.

—Es curioso —le dijo a él, o a los torsopopos esos que supuestamente estaba asesinando—. Sólo los evaporas cuando la miras a ella. —Luna apuntó hacia donde se encontraba Granger—. En cuanto dejas de verla, los torposoplos vuelven a rondarte de forma natural...

¿Se suponía que él debía entender los delirios de esa lunática? No tenía tiempo para esas idioteces. Ella volvió a hablar, mirando por encima de su hombro hacia el trío.

—Debe de ser muy intenso lo que sientes por ella...

Draco siguió la dirección de su mirada y presenció el momento exacto en que Granger acometía a punta de canarios contra el pobretón Weasley y después se daba media vuelta, marchándose por el pasillo, con cararrajada siguiéndole los pasos.

«Estúpidos cabrones. Ni siquiera juntos lograron hacerla dejar de llorar... Par de imbéciles... Si los tuviera enfrente en ese momento seguro los freiría en...»

—Ahí vas otra vez —la vocecilla a su espalda—. A ese ritmo vas a acabar con todos los torposoplos del castillo para final del año...

Draco rodó los ojos y volteó a ver a la rubia con una mirada cargada de ira.

—Piérdete, lunática. No tengo tiempo para seguir escuchando tus idoteces...

Y, dándose media vuelta, Draco caminó por el pasillo del séptimo piso de vuelta a la sala de menesteres.

Qué iba a saber esa niña de lo que él sentía.

De entre todas las cosas que quería desintegrar, incluyendo el maldito latido de su corazón cada vez que veía a Granger, los estúpidos topopolsos de Lovegood eran los que menos importaba...

Que se jodieran.

DRAMIONE : Treintaiún formas de morirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora