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Ese día tenía todo planeado, sabia dónde mi padre guardaba sus pastillas para dormir en la mesa de su cuarto, tome muchas. El cortarme  fue para dejar una marca más que un plan B, en caso de que las pastillas no fueran suficiente. Solo quería que cuando me vieran y me enteraran o quemaran,  vieran las marcas, que hubiera evidencias del daño que me hice.
Tuve que revivir todo ese día, mi psiquiatra, decirle cómo me sentí, que pensaba en ese momento y que pensaba ahora. Han pasado unas semanas, odio cada día que pasa, la terapia es una mierda, odio sentarme a hablar de como me siento, como si saliendo de esa oficina, todo cambiara y saldría siendo alguien nuevo o que a las personas les importaría mis emociones.
La escuela es un infierno, en casa me asfixió. Solo quería que todo terminara, no tener que soportar los golpes, las miradas, los susurros. Creía que yo elegía si viva o no, pero ni siquiera eso me queda.  Despierto todos los días para fingir ser alguien más, me esfuerzo por no preocupar a nadie, porque no merezco su preocupación.

-tal vez sería mejor pasar las fiestas aquí este año- opina mi madre en la cena.
-no tenemos espacio para mis padres- señala mi papá, lo cual es cierto, la casa es pequeña, dos habitaciones, dos baños, una oficina, cuarto de lavado, sala, comedor y cocina.
- por este año, seriamos solo los tres-
-a mí me gustaría ir con los abuelos- dije mirando mi plato lleno de comida que no he tocado. No estaba seguro si tenía voz en este asunto y aún faltaban unos meses para diciembre.
-a mí también, es solo que, no quiero que hagan preguntas-
-¿a cerca de qué?- levanto la miraba
-de lo que te paso- parecía nerviosa al decirme eso.
-¿ellos no saben qué paso?-
-pensamos que sería mejor si no se enteran, son muy viejos para preocuparse tanto, ellos te aman mucho, no los queríamos disgustar-

Sabía a qué se refería, mis abuelos  vivían en el campo, tenían una casa a unas horas del pueblo, pero eso no quería decir que no se enteraban de lo que pasaba en el pueblo. Aunque habían pasado casi dos meses desde que salí del hospital, estaba seguro que mis abuelos ya sabían, alguna de las amigas de mi abuela le tuvo que haber dicho. Lo que mi madre no quería era confrontarlos, Martha fue la que se encargó fervientemente de pelear sobre los rumores de que había besado a un chico, diciendo que solo eran chismes de gente aburrida o bromas pesadas que hacían los adolescentes, no lo hizo por mí o porque se preocupara por como me trataban mis compañeros de la escuela, si no por lo que dirían de la familia, lo que pensarían de ella, por criar a un hijo como yo.

MarcosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora