Ambos siguieron caminando en un ambiente incómodo tras lo sucedido. Sin embargo, seguían tomados de las manos sin percatarse de ello todavía.
Jericho lucía tensa a ojos de Ban. Parecía que no le había gustado algo que él mismo dijo con anterioridad.
—¿Jericho?
La nombrada volteó a verlo con la mirada cansada.
Ban decidió romper el hielo para acabar con el semblante desagradable que habían creado por accidente.—Eh, ¿Sabes la hora?
La pequeña dama sacó su teléfono del bolsillo y prendió el celular.
Era la 1 de la tarde. Hora a la que la junta de sus amigos, precisamente.
—¡No, ya es bien tarde!
—¿Qu-
Ban fue jalado de la mano por el Jericho mientras corrían por las calles. Por suerte estaban en las banquetas, así que al menos ya podría ahorrarse alguna escena relacionada con carreteras, camiones o sangre.
Ban sintió repelús al recordar todo lo que había soñado. Jamás le había pasado cosa similar. Todo era tan irreal.
De repente, vio a una multitud contemplar los cielos con horror. Algunos gritaban, otros salían corriendo de la escena y unos pocos sólo observaban.
Pero para el pelirrojo ya era demasiado tarde para percatarse de lo que ocurría realmente. Debía de admitir que en esas cosas era algo lento.
—¡Sácate de aquí!
Ban fue empujado por Jericho hacia un extremo de la calle. Sus manos sudorosas se soltaron después de un tiempo prolongado de permanecer unidas.
Al parecer los dos habían llegado a un edificio donde una construcción estaba en proceso, pero a algún incauto se le debió de haber olvidado colocar algún letrero o aviso de advertencia para evitar que las personas pasaran por ahí.
Personas como ellos. Como Jericho.
Una enorme viga de metal cayó desde lo alto y le atravesó el pecho.
Jericho había sentido un dolor indescriptible que lo dejó sin voz para gritar o emitir ruido alguno. Los ojos de los ajenos rodearon al cadáver y Ban sintió una impotencia terrible.
Incluso hubo gente que se acercó a filmar, como si eso fuese a resolver algo. Otros llamaban a emergencias, a pesar de que claramente Jericho se mantenía inerte y sin demostrar signos de que pudiese salvarse.
Una lágrima solitaria resbaló desde uno de los ojos de Jericho, mirando al joven que la acompañaba segundos antes de expirar.
Ban tampoco pudo moverse como pasó en su pesadilla. Era como si alguna fuerza sobrenatural le impidiese hacerlo. Siquiera para acercarse corriendo hacia a ella y abrazar su cuerpo antes de morir.
Y para decirle que la amaba, también.
Ban sólo lo miraba con una expresión de horror. De Jericho sólo recibió por respuesta la misma sonrisa tonta que le había dedicado al haber perecido por primera vez.
—Estoy muerta... —, pensó Jericho—, Lo siento, Ban...
Todo volvió a oscurecerse gracias a la bruma del verano burlón. El Joven comenzaba a entender el porqué Jericho lo odiaba tanto.
La luz de la mañana se colaba por su ventana otra vez.
Bueno, por tercera vez. Lo cual fue suficiente para hartarlo por completo.
Ban se levantó de golpe y lo primero que hizo fue prender su celular.
14 de agosto, pasadas de las doce.
El canto de la cigarra se oyó de nuevo, pero ahora más molesto que antes; parecía que se volvía más fuerte y ensordecedor conforme los segundos pasaban.
Ban limpió sus lágrimas con las sábanas antes de que Jericho entrara a la habitación "repentinamente".—¡Buenasssss! ¿Se puede?
Ban ni siquiera se movió un poco. Tan sólo desbloqueó su celular y envió un mensaje. Jericho se acercó a su cama con curiosidad.
—Uh, pensé que te ibas a molestar o algo por meterme a tu cuarto sin tocar. Como siempre.
Jericho rio con ligereza y tomó asiento en uno de los extremos del mueble. Ban vio que una cicatriz sobresalía de su cuello hasta casi alcanzar su mentón.
—No vale la pena, si lo hago de todas formas terminarás haciéndolo...—, el Joven entrecerró su vista para examinar las heridas de la joven.
Juraba que antes no las tenía.
Bueno, en realidad, Jericho era muy propenso a los accidentes. Tenía bastantes problemas internos. No dudaba que gran parte de esas cortadas se las había hecho ella misma.
Pero habían dos de ellas que destacaban de manera muy notoria.
— ¿Te puedes quitar la sudadera?
—¿Eh?
Jericho arqueó una ceja confundida.
—¿Por qué?
Ban no sabía cómo responder sin sonar indecente.
—Ah, ya sabes, quiero ver tu cuerpo...—, Ban desvió la mirada incómodo—, El torso.
El Jericho le sonrió con picardía.
—Ya, pero invítame al cine primero...—, dijo mientras se quitaba la prenda lentamente y le miraba con aires coquetos—, Al toque, mi rey.
Ban frunció el ceño:—, No es para nada que tu creas.
—Sí, sí, ya.
Jericho lanzó la polera/sudadera hacia el otro lado del cuarto y se quitó la camisa negra sin mangas que traía debajo. Ban contempló una cicatriz que se extendía desde su pecho hasta su mentón.
Luego vio demás que se habían formado en sus brazos. Era algo difícil distinguir por tantas que había, pero quería comprobar algunas cosas con ellas.
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