Sunset

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Esa mañana luego de ver que sólo quedaban menos de doscientos metros para su llagada a la grieta que podría destruir su realidad, su espacio, y tiempo, se decidió a completar su misión de la mejor manera posible, y era dedicándole la misma a las personas que eran su familia, a todas ellas, y por eso se prometió que saldría vivo de ésta y volvería para contarlo. Lo que sentía en su cuerpo, era inexplicable, era una motivación sobrehumana que lo hizo levantarse ese día, algo le decía que no debía tener miedo, ya no.

Había caminado por explanada, había caminado por preciosos prados, había caminado por el desierto, había caminado por inmensas y hermosas playas, había caminado por el bosque, había caminado entre montañas llenas de nieve, había sobrevivido el solo díez jodidos kilómetros de puro peligro, peligro inminente en cada metro que avanzaba, pero ahora, ya estaba aquí.

Sus ojos divisaron a lo lejos, un cambio de bioma, se trataba de una hermosa explanada nuevamente, flores, árboles de roble y abedules se veían con claridad a menos de cien pasos, así que corrió, corrió como no lo había hecho en todo el viaje. Sus pisadas, y su respiración entrecortada por el trote, resonaban por la lejanía, se sentía la única persona en el mundo, pues nadie había ahí para verle o ayudarle si llegase a caer.

Una vez al tope del bioma helado, dónde el invierno toca la primavera, se detuvo en seco y quedó ahí, como si de la nada algo lo dejara completamente en blanco y no pudiera dar un paso, o efectuar un movimiento, solo estaba ahí, con la respiración agitada, y sus ojos fijos en el suelo, viendo dónde terminaba la nieve y se convertía en verde césped.

Los sonidos de un cerdito cansado de correr lo que el había corrido hace minutos, lo sacaron de su viaje, y captó la atención de sus ojos. Miró a su pequeño amigo, y le dedicó una melancólica sonrisa, para después ponerse en cuclillas frente al animal, para así poder verlo de mejor manera.

—Manolo, compañero, creo que…hasta aquí llega nuestro viaje—puso una mano en su cabeza y la acarició—hemos llegado—Volteó a mirar una vez más la explanada, y a…la grieta.

Se puso de pie nuevamente, y dió el paso hasta el nuevo bioma, un nuevo clima se presentó, haciendo que el frio que sentía hace segundos desapareciese creando una sensación de clima fresco. Avanzó algunos metros con las manos en los bolsillos de la sudadera, y se detuvo a detallar el panorama…era una anomalía enorme la que se presentaba frente a sus ojos, como si un gigante hubiera clavado un hacha en el suelo, convirtiéndolo en lo que ahora es. Sus bordes eran de una especie de roca plateada, y lo que la hacía peligrosa, era la extraña cubierta azul celeste que tenía. Se acercó un poco más.

Ahora pudo notar que de la grieta saltaba una pequeña estela azul casi imperceptible, y que habían ráfagas de viento que atraían hasta su interior, éstas ráfagas empezaron a mover sus cabellos con ferocidad, haciendo que tuviera que poner un brazo en sus ojos para que no entren sus cabellos o algo peor. Inclinó su cuerpo un poco hacia atrás para evitar ser absorbido.

—¡Manolo, no te acerques!—Gritó al ver el peligro al que se exponía.

Al ver que tenía que actuar ya, se hizo hacía atrás una vez más y con desesperación y manos temblorosas buscó en su mochila el libro en el que escribió las bitácoras de éste largo viaje, buscó la pluma, una página vacía, cayó de rodillas al suelo y puso el libro en el piso comenzando a escribir con rapidez algunas palabras. "Solo por si llegase a pasar algo" esas palabras que se había dicho todo el viaje, pero era obvio que iba a pasar algo.

Querido Karmaland, he llegado a la grieta, de hecho ya estoy junto a ella, y escribo ésto para decir que seguramente muera. Ya no se trata de pesimismo, ésta cosa es enorme y si no me absorbe al acercarme, seguro explotará cuando le lance el dispositivo o tal vez algo peor.

A lo que quiero llegar es, que no…que no tengo miedo. Viví en Karmaland, crecí en Karmaland, encontré allí a mí familia, encontré ahí a mis mejores amigos, allí encontré el amor…Hice este viaje por Karmaland, para salvar el pueblo, ese hermoso pueblo en el que vi pasar mi vida, una hermosa vida llena de risas y llantos que no olvidaré. Vine hasta aquí por Karmaland y a Karmaland salvaré, y eso no me da miedo.

Pueblo, héroes, amigos…familia, ojalá en otra vida poder despedirme, pero en ésta cumpliré la misión, lo mejor que pueda. Recordadme.

Firmado por: LuzuVlogs

Firmó, y se acercó a su cerdo mascota, se agachó hasta el y le abrazó, fué un abrazo largo, era su mejor amigo y el único compañero que siempre había estado ahí para él, en sus bajas y altas nadie más, solo Manolo. Se separó luego de unos minutos, no quería soltarle sabiendo que puede que no lo vuelva a abrazar. Se arrodilló junto a él y le puso una alforja en donde solo llevaría el libro con los reportes de Luzu.

—Si muero, encargate de hacerles saber a las personas Karmaland, a las personas del mundo entero, que un héroe anónimo dió su vida por la suya—Le dijo al pequeño animal mientras lo tomaba de sus mofletes para que lo viera a los ojos, los de ambos tenían lágrimas acumuladas que estaban por salir. Les dolía separarse luego de tanto—Quiero que corras, desde ya, tanto como puedas compañero. ¡Hay que ser valientes!…yo siempre estaré contigo—Le apoyó para después pegar su frente con la del animal—corre y no mires atrás, no quiero que salgas lastimado.

El pequeño cerdo lo miró con inseguridad y miedo, temía por el bienestar de su dueño, pero como el mismo le dijo, debía ser valiente, así que comenzó a correr en la dirección en la que vinieron, correr como si su vía dependiese de ello.

El castaño se paró sobre sus pies una vez más, se puso erguido, tomo una gran bocanada de aire, y sacó el aparato de la mochila para luego tirar la misma al suelo, y acercarse a pasos lentos pero llenos de seguridad hasta la enorme fisura en el plano. Sus cabellos empezaron a moverse otra vez, descubriendo su ojo tapado por el flequillo, haciéndole ver con claridad el alrededor.

Miró con detenimiento sus ambas manos, una con el aparato, y la otra vacía, luego las bajo y cuando ya estuvo al borde de la grieta, cerró con fuerza los ojos y fué liberando el objeto de sus manos, poco a poco fué soltando el censor…ya no había vuelta atrás.

La luz de la grieta se fue haciendo más incandescente, casi hasta formar una luz blanca que dejaría ciego al primero que lo viese, pero él no abrió los ojos, solo seguía parado al borde del abismo con una sonrisa esperanzada, una sonrisa tranquila, él sabía que lo había logrado.

Se escuchó un gran estruendo, un sonido ensordecedor que se escuchó en cada pueblo cercano a los diez kilómetros, justo esos diez kilómetros a los que estaba de su hogar, y allí la única persona que no se asustó al escuchar tal sonido, la única persona que bajó la cabeza y se compadeció, la única persona que supo lo que sucedía, era Merlon, quien supo que había mandado a su mejor héroe a completar una misión, misión que solo él podría hacer bien.

Pero no había acabado, la radiante luz y el ensordecedor sonido seguían ahí con Luzu, quién sentía como su cuerpo ardía en llamas, y sus oídos sangraban, y luego hubo una explosión que hizo que su cuerpo volara bruscamente por los aires para luego estamparlo contra un árbol. Pronto empezó a desaparecer la fisura en la tierra, y ya no había rastros de luz ni sonido que atormentara, solo la luz del sol en el atardecer.

Cómo pudo abrió sus ojos, le dolía todo el cuerpo, como si hubiesen molido sus huesos uno por uno. Con sus últimos alientos miró la puesta del sol, los colores rojos y naranjas le recordaban a los del cartel del pueblo.

"Talvez no hoy, ni mañana, pero estaré con ustedes probablemente en otra vida, y prometo hacerlo mejor allí"

—¿Lo hice bien…?

Pudo apenas vocalizar, antes de que su pecho se contrajera por completo y su respiración se parase.

Aveces las promesas, no las podemos cumplir…ni aunque pongamos la vida en ello...


El último sacrificioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora