El guerrero

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Los cuerpos se amontonaban bajo sus pies, sus enemigos no podían contra el poderoso ejército del reino de Escorpia, dirigido por los hermanos Antares...

Kardia Antares, militar de rango superior, avanzaba por la costa este del país, arrasando con todo a su paso...

A lo lejos, podían verse las costas del país galo, al que le esperaba un ataque preciso y mortal, guiado por su hermano menor, Milo, aún más sanguinario que él...

Su plan de batalla era infalible, romper sus defensas, dejar las costas libres de los guardias que las defendían y ya así, vulnerable, Milo atacaría con todo su poderío hasta llegar al reino de cristal, su más anhelado propósito...

Habían considerado todos los pro y contras, viendo que el pequeño reino tenía un punto fuerte: la familia real estaba compuesta por cuatro integrantes, los reyes y sus dos hijos.
Eran muy poderosos porque podían manejar el viento, el hielo y por lo tanto, el agua...

Pero tenían una contra y era que si no estaban juntos, su poderío mermaba y, sabían de buena fuente, que el menor de sus hijos estaba desaparecido desde hacía años...

Con esa información sabían y tenían la certeza de que el reino caería sin problemas...

Además había llegado a sus oídos que el rey Krest y su esposa Seraphina eran muy crueles y se hacían odiar por sus súbditos, otra buena razón para tomar el trono y darle al pueblo libertad y justicia... obviamente bajo su yugo...

Así Kardia avanzaba, al grito de batalla para animar a sus soldados a desafiar al destino, porque ellos no eran quién para cambiar el curso del mundo ni tratar de usar sus problemas a su favor...

Ellos eran guiados por la codicia, Kardia buscaba saquear todo a su paso y alzarse con los mayores tesoros para luego buscar a su querida y ofrecer una dote por ella...

Estaba seguro que ese hombre, su padre, no se resistiría a los cuantiosos regalos que le llevaría y le entregaría sin pensar a su amante, aquella que se le entregaba sin pudor y sabía que compartía con otros, pero él deseaba comprarla y que fuese sólo suya...

Su mente se puso en blanco al momento de entrar en combate, mientras se adentraban más y más en suelo francés.

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Milo repartía órdenes aquí, enviaba emisarios más allá, atacaba sin piedad al enemigo, que se defendía tratando de detener el poderoso ejército que los invadía...

El más joven al mando era orgulloso, agresivo y nunca se detenía ante el sufrimiento de otro...

Su mente y corazón estaban puestos en el reino de cristal, en quebrarlo bajo su puño y obtener sus riquezas...

Ansiaba poder, mucho más del que ya tenía y no le bastaba lo que podían obtener en términos de piedras preciosas, dinero y tierras... él deseaba ser el rey de alguno de los lugares que conquistara...

Atacaba sin piedad, los soldados caían a su paso y Milo sólo avanzaba, ansioso de llegar al reino que le quitaba el sueño desde que había oído de su belleza y riqueza...

Su rostro ensangrentado, pero no estaba herido, era de sus enemigos, la fiereza de su mirada cerulea y su sonrisa sádica, eran una visión más que temible para los guardias que protegían las fronteras...

Un hombre hermoso pero podrido por dentro, un cuerpo atlético, musculoso, una altura acorde a un guerrero de su estirpe y un rostro varonil que era la perdición de las mujeres y donceles...
Criado para gobernar, era orgulloso y pedante, creía y se sentía superior a los demás...

Su espada teñida de sangre, su armadura apenas con algunos rasguños y a sus pies, el ejército enemigo, casi todos muertos y el resto, abatidos, esperando por un manto de piedad que no les diera un golpe fulminante.

Su espada se elevó orgullosa dispuesta a caer sobre los soldados arrodillados frente suyo, cuando una ráfaga de viento helado, se hizo sentir y los copos de nieve comenzaron a caer en sus cabezas...

El frío se hizo insoportable, todo se congelaba a su alrededor y sus entumecidas manos soltaron la espada...

Una figura difusa se vio entonces en la lejanía, una silueta delgada que movía sus brazos de manera elegante y enviaba tormentas de nieve sobre los invasores, sin lastimar a los suyos...

Milo trató de refugiarse pero no había lugar donde hacerlo, había elegido él mismo ese paraje inhóspito para dar el ataque por sorpresa...

Su cuerpo se entumecía más y más pero él era un soldado y como pudo, volvió a tomar la espada, alejándose de todos los demás y queriendo ir hacia donde creía ver al generador de tanto frío...

Corría como podía, la nieve pegaba en su rostro haciendo pequeñas laceraciones pero eso no lo detenía... el impulso que le daba el querer vencer a esa persona que usaba un poder mágico, le daba fuerzas para seguir adelante...

Lo vio de cerca y no supo si era un sueño... ese joven era simplemente perfecto, un rostro angelical y un cuerpo delgado y estilizado, elegante y sin portar armadura, sólo vestido de manera casual y con la mirada oculta bajo el flequillo de sus largos cabellos verdes como el mar...

-Vete de mi reino, extranjero, o sufrirás las consecuencias...

La voz se hizo escuchar como transportada en el viento huracanado y asustó a los soldados, que comenzaron a retroceder...

Milo vio con rabia ese acto de cobardía y se disponía a atacar al joven frente suyo, que no tenía armas, cuando un par de flechas lo golpearon y atravesaron su armadura...

Cayó pesado en medio de la nieve, respirando agitado por el dolor y la bronca, ya que nunca había sido herido en batalla y ahora lo hacían sin que lo viera venir...

Intentó quitar las flechas tirando del tronco leñoso, pero sólo logró que el dolor fuera aún más insoportable y, comenzó a perder el sentido...

Sintió unas pisadas a su lado, una leve caricia en su cabello, antes de dejar que la oscuridad lo cubriera y lo más seguro, era que ya no despertaría...

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Sus párpados pesaban demasiado como para tener las fuerzas para abrirlos, se sentía demasiado dolorido para mover un sólo músculo...

No sabía cuánto tiempo había estado inconsciente ni mucho menos donde se encontraba, pero al menos aún vivía... aún respiraba...

Su pecho dolía endemoniadamente, hasta respirar se le hacía difícil y tenía mucha sed...

Pudo abrir sus ojos un poco más y sin moverse, trató de espiar sus alrededores, dónde estaba o si había alguien a su lado que lo pudiera ayudar...

Al mover su cabeza hacia un costado, encontró unas cuantas frutas, duraznos, ciruelas y manzanas, junto a algunas nueces y un cuenco con agua...

No sabía quién lo había estado cuidando y curando pero lo agradecía, porque esas flechas parecían estar envenenadas y hubiese muerto de no ser por su benefactor anónimo...

Por más que intentó, no pudo mover ni una mano para tomar el cuenco y torpemente lo hizo caer, aumentando su desesperación...

Escuchó ruidos del otro lado del lugar y vio con repulsión, una criatura de aspecto horrible, deforme, que se le acercaba con cautela...

-N-no te me a-acerques...

-Agua... necesitas beber... te ayuda-

-No te me acerques, monstruo... no me toques...

-Sólo quiero ayudar...

-No necesito ayuda...- Milo trató de incorporarse pero un agudo dolor en el pecho cortó su respiración y cayó inconsciente de nuevo...

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