Dijo que escribiría cada día con la intención de encontrarse, de llegar a un lugar a salvo; pero lo único que hizo fue romperse aún más. Que ella no era de nadie, ni del papel, ni la sangre, aunque últimamente se rodeara demasiado de su compañía. Era aquella que quería un diario de sonrisas, y casada de escribir tristezas, decidió darse por vencida y convertirse en un chica perdida deseando escapar.
Solo tienes que mirarla bailar, que verla muerta de frio caminando despacio por la calle; porque esos son los momentos donde sabe hacia donde va, que tiene rumbo y trayectoria fija, y disfruta de ellos como si su vida no durara más. Perdió la cuenta de las decepciones, decidió dejar de medir el dolor.