Capítulo 4

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Louis gruñe con profundidad absoluta.

Se siente caer por un hoyo negro en el centro del universo, con constelaciones que lo ciegan por debajo de los párpados, con alineaciones de planetas que viajan por sus venas como corrientazos, como eclipses lunares que lo tensan y le causan todos estos espasmos provocados por la colisión de esos dígitos que han azotado su interior con el mismo fervor del nacimiento de una galaxia entera. Sus murallas de terciopelo lo aprietan con más fuerza de la que es merecida, manteniéndolos presionados egoístamente, ambiciosamente contra ese pedazo de cielo que posee entre las entrañas y que lo lleva a temblar cada tanto en ese éxtasis que tan amablemente —en realidad no tanto— le ha otorgado.

Pudo habérselo tomado con más tranquilidad si tan solo el Thánatos no le hubiera hecho la maldad de combinar sus estocadas con el exquisito balanceo de su palma alrededor de su empapada —pero no flácida— entrepierna, esa que se ha derramado por completo de él, en salpicaduras que le han rociado hasta el mentón sin el más mínimo de los cuidados, cayendo un poco, incluso, en alguna parte de su brazo y el resto de su pecho cubierto por esa camiseta que se le ha pegado al cuerpo por culpa del sudor.

No tiene relevancia, sin embargo. Si su ropa se estropea o queda cubierta de su propia corrida no importa en lo más mínimo cuando el alfa comienza a apaciguar gradualmente los movimientos de su muñeca, provocándole alguno que otro temblor en los muslos y las pantorrillas al frotarle la sensibilidad hasta que se detiene.

El omega toma una larga bocanada de aire, exhausto, con los músculos tensos, con el cerebro hecho trizas, con la vista tan nublada que tiene que sacudir las pestañas varias veces para ver si logra enfocar la mirada en algún punto del techo con la esperanza de que todo deje de darle vueltas y que las manchas negras desaparezcan. Se relame los labios agrietados, dándose cuenta de que se ha mordido el inferior con tanta fuerza en algún instante que no recuerda, que se ha hecho una herida que no va a desaparecer a menos que no vuelva a repetir esa tortura en los próximos días.

Respira, y con cierta pereza y el mismo calor de antes —solo que esta vez no arde con la misma intensidad— arrastra la mirada hacia Harry, quien tiene las pupilas enormes y lo observa con complacencia desmesurada y algo que el Bios no consigue descifrar por su incapacidad de razonar en ese estado. Sus fosas nasales siguen estando colmadas de ese roble floral, ligado con la primavera de una cereza que se extiende entre ellos, que los envuelve en ese ritual de apareamiento que pretende incitar al Thánatos a cumplir su labor natural, su deber en ese planeta gobernado por el anhelo de la vida y la creación en su mayor esplendor.

El rizado desliza los dedos fuera de la cavidad del castaño, arrebatándole una nueva sacudida auspiciada por esa sensibilidad que no lo abandona. Con sus yemas se escapa un nuevo chorro de esa cascada perfumada, escurriéndose por los pliegues de sus nalgas hasta llegar hasta las sábanas que ya no tienen salvación.

Harry alza la mano y hace esto de mostrársela a Louis, quien siente como el bochorno se apodera de él una vez que aprecia cómo su propia esencia vital ha sido tan abundante que lo ha mojado hasta la muñeca, en gotas espesas que brillan aún en la tenuidad de la habitación.

Por un instante, el muchacho cree que su amante contratado va a decir algo, pero los segundos pasan en silencio, con su respiración siendo la protagonista principal del ahora, mientras el alfa parpadea con lentitud, clavándole la oscuridad por todo el cuerpo, repasando el interior de sus piernas con los dedos secos, recorriendo su dermis suavizada justo antes de inclinarse sobre él. Sus pechos se encuentran, sus rostros quedan uno enfrente del otro, con exhalaciones cálidas que se mezclan y se confunden con el perfume que sus poros expulsan automáticamente.

Podrían besarse ahora. Sería increíblemente sencillo para ellos el unir sus bocas y sus cuerpos y perderse en esa danza rutinaria que los enlazara únicamente en sus anatomías mas no en sus espíritus. No obstante, el hombre de pupilas engrandecidas parece tener otros planes, pues hace esto de acercarle la mano mojada a la boca y presionarle los dedos que estuvieron en su interior contra la herida del labio.

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⏰ Última actualización: Jan 12, 2023 ⏰

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