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Hoy era el día. Hoy por fin regresaría al lugar del que nunca quiso irse.

Habían pasado muchos años desde que tuvo que marcharse de su ciudad natal sin ningún tipo de opción para negarse. Samuel, un joven de cabello negro y ojos de un color semejantes a las amatistas, aún tenía vivo el recuerdo de aquel día en que partió. Aun lo sentía tajante, golpeando con fuerza cada parte de su corazón. Y es que, había sido obligado a abandonar todo lo que tenía en ese momento: sus amigos, la escuela, su pareja, toda su vida entera. Todo lo que había construido por años junto a sus amigos; todo el amor que había sembrado y vivido junto a su pareja; todo se quebró en un abrir y cerrar de ojos dejándolo devastado.

– yo... me mudaré – expresó casi en un murmullo, con las lágrimas acumulándose en sus ojos. No quería, él no quería irse, no quería abandonarlo.

– por favor dime que no es verdad... – el joven que estaba frente a él, ligeramente más alto, de cabello castaño y ojos de un hermoso esmeralda acompañados de abundantes lágrimas, veían al contrario esperando que todo fuera una broma de mal gusto – dime que es una jodida broma, porque lo es, ¿verdad? –

Las lágrimas de ambos bajaban como ríos, deseando que todo fuera un mal sueño, pero era la asquerosa realidad.

– no, ya no hay vuelta atrás. Mis padres ya tienen todo preparado, nos iremos mañana a Estados Unidos... – bajó la mirada al decir esto último, dolía demasiado la decisión tan radical que habían tomado sus padres; tenían toda su vida hecha en España, ¿Por qué el abrupto cambio? Porque los padres de Samuel no podían aceptarlo tal y como era.

Samuel venía de una familia algo conservadora, muy susceptibles al qué dirán. Les afectaba demasiado los comentarios de otras personas y vivían aparentando tener una vida y familia perfecta; cuando la realidad era todo lo contrario. Ellos apenas y cruzaban algo de palabras en casa, las muestras de afecto y cariño eran nulas en su totalidad, sus padres vivían pendientes de sus trabajos, encerrados en sí mismo; desconocían en su totalidad a su propio hijo, pues no tenían ni idea de sus ideales, sus sueños, sus gustos, o sus intereses. Tenían apenas una imagen idealizada por ellos mismo de un hijo perfecto, esperando a que Samuel cumpliera ese objetivo sin rechistar.

Pero Samuel no estaba dispuesto a ello; él tenía sus ideales, sus metas, sus sueños. Había conocido varias personas a lo largo de los años, algunos convirtiéndose en sus amigos más cercanos. Había encontrado el amor después de varios intentos de relaciones fallidas; enamorándose perdidamente de ese joven de ojos esmeralda que lo llenaba con todo su amor sin esperar nada a cambio. Compartiendo absolutamente todo con él, su cariño, su compañía, su tiempo, sus anhelos, sus metas e incluso sus sueños; siendo correspondido de la misma manera.

Y lo importante en el amor es eso, ¿verdad?

Entonces ¿Por qué sus padres no podían entenderlo?

Porque ellos no podían soportar el hecho de que los juzgaran por tener un hijo gay.

Lo tomaron como enfermo, como loco. Se horrorizaron al darse cuenta que su "hijo perfecto" se había "descarrilado". Él era un hombre, y por lo tanto tenía que actuar como tal; tenía que dar el ejemplo a los hijos de las demás familias amigas de sus padres, debía ser un modelo a seguir, una persona a la cual admirar. Pero con su tendencia sexual no lo lograría, o eso era lo que creían sus progenitores. Contrario a todo eso, sería el hazme reír de todos, y sus padres no estaban dispuestos a soportarlo.

Sin preguntar y sin importarle su opinión. Su padre tomó la decisión de alejar a su hijo de todo lo que lo estaba torciendo y buscarle los mejores psicólogos para atender su caso. Logrando conseguir un traslado hasta el otro lado del mundo, cambiando abruptamente la vida de todos; pues él creía que con eso lograría volver a enderezar a su hijo por el buen camino.

Pero que equivocados estaban.

– como... - el castaño pasó salida – ¿Cómo se supone que voy a continuar ahora si ya no estarás a mi lado? - subió su rostro para cruzar sus miradas. Lloraban a cantaros. Samuel no podía responder, las palabras se quedaban atoradas en la garganta, él tampoco conocía la respuesta a esa pregunta.

El castaño cerró sus ojos apretándolos fuertemente y se abalanzó al pelinegro rodeándolo con sus brazos. El contrario correspondió el abrazo. Ninguno decía nada, solo se quedaron en silencio, llorando abrazados mientras sentían que sus mundos se desplomaban en cada segundo.

Se separaron un poco del abrazo para versen, lentamente acercaron sus rostros uniendo sus labios en un dulce y, a la vez, triste beso. Era cálido, suave, lleno de amor como siempre solían darse, pero cargado de mucha tristeza y dolor. Rápidamente ese inocente beso fue subiendo de intensidad. Para cuando se dieron cuenta, ya se encontraban en la habitación del castaño, recostados en su cama, con el pelinegro encima del contrario besándolo y recorriendo con sus manos cada extremo de su piel. Disfrutando de lo que sería su último encuentro, los dos juntos, en la soledad de la vivienda del castaño. Sus ropas desaparecieron, sus besos se intensificaron, y en esa fría tarde, se unieron por última vez en un acto lleno de amor, volviéndose uno.

Pero el tiempo corre. Aunque ellos hubieran deseado que ese momento nunca terminara.

Para el final de la tarde, Samuel debía volver a su casa antes de que sus padres descubrieran que no estaba, no quería darle problemas al castaño. Con mucho dolor estaban ya en la puerta del hogar, tomados de la mano. El pelinegro lo vio detenidamente, grabando en su memoria cada facción del rostro de su pareja. Con su mano libre acarició con delicadeza su mejilla, bordeándola hasta llegar a sus labios. Al detenerse allí, acercó su rostro compartiendo el que sería su último beso; quedándose juntos hasta que el aire empezó a hacerles falta. Al separarse, la realidad cayó de golpe, Samuel se iría y no se volverían a ver.

El castaño atrajo el cuerpo de Samuel en un fuerte abrazo, uno que no deseaba romper, nunca. Llorando fuertemente repitiendo entre murmullos que no quería dejarlo ir. Pero ya todo era inevitable.

– Rubén cariño... ya me tengo que ir – Con mucho dolor se separó lentamente del castaño para darle un corto beso y marcharse del lugar. Al dar unos pasos, devolvió su mirada al castaño con una decisión.

– volveré. Escúchame Rubén, tómeme el tiempo que me tome te prometo que volveré – se acercó con decisión al castaño – pero quiero que me prometas algo –

El castaño asintió sin pronunciar palabra alguna.

– no quiero que me esperes – Rubén abrió los ojos con sorpresa – por favor Rub, sigue con tu vida, no te niegues a las nuevas oportunidades. Yo te amo Rub, con todo mi ser; pero no puedo pedirte que me esperes, no puedo ser tan egoísta de pedirte que te niegues a vivir por estar esperando. No sé cuánto tiempo me valla a tomar, y sé que será bastante, pero toda mi vida está aquí, así que regresaré. Y si en ese momento en que vuelva, tú ya eres feliz al lado de alguien más, yo lo entenderé – esbozó una débil sonrisa mientras limpiaba las lágrimas que rodaban por las mejillas del castaño – Te amo y siempre lo haré, siempre serás mi pedacito de sol, mi tierno osito. –

Rubén lo atrajo nuevamente a él en un abrazo – Te amo Sam, nunca lo olvides. Te prometo que continuaré – pronunció con decisión.

Y con esas últimas palabras, el pelinegro abandonó aquel hogar, dejando atrás al amor de su vida.

Samuel es un hombre de palabra, prometió volver, y eso haría.  

Volveré a ti || RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora