KINGDOM. | Timothée Chalamet |

5

-Todos estamos aquí por esta situación tan desagradable, España nos está atacando, aún no están cerca de nosotros pero comienzan a bombardear partes importantes del reino, el estruendo de hace poco es solo uno de los más que vendrán hacia nosotros, necesito que arreglemos esto cuanto antes.- Anna miro a cada uno de sus hombres de la corte, mientras Hal la miraba a ella, tan atento a sus cálidas mejillas y sus largas pestañas.
-Alteza, podemos mandar a uno de los nuestros a hablar con la persona a cargo de España, el Rey Louis, no tenemos idea de el por que atacar nuestro reino en estos momentos.
-Conozco a Louis, sabe que Anna es pequeña y quiere tomar Escocia a como de lugar, pero es bruto, no piensa racionalmente.- Hal agrego con algo de furia.
-Me gustaría hablar con el, manden una invitación para el día de mañana, lo espero aquí en el castillo.- Anna camino hacia la puerta de la sala, y salió camino a su habitación.
-Hey, ¿Estas bien?.- Hal la tomo del brazo.
-Estoy bien Henry, es solo que apenas tengo la corona y ya hay alguien intentando arrancarla de mi cabeza.
-Estarás bien, encontraremos la solución.- Caminaron juntos hacia los grandes pasillos y al final llegaron a sus habitaciones.
-Descansa Hal, nos vemos mañana.- Anna se acercó a el y besó su mejilla
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A primera hora la ahora reina estaba lista para enviar a uno de sus hombres junto a una carta escrita para Louis.
Se encontraban todos en la "corte" del reino, Anna miraba atenta al hombre alejarse con su carta, mientras Hal armaba un plan de ataque en caso de que España siguiera bombardeando el castillo.
-Estarás bien pequeña, tu reino estaba salvo.- Hal se dirigió hacia Anna.
-Gracias por seguir aquí, de verdad lo aprecio mucho.
Anna se levantó y salió de la sala camino a el comedor, ahí dentro la esperaba una gran mesa con diferentes tipos de desayunos.
A los minutos llegaron las demás personas a sentarse a los alrededores de la mesa dispuestos a desayunar juntos.
El desayuno transcurrió tranquilo mientras a las afueras de el castillo, se desataban ruidosos estruendos provenientes de la ignorancia del  líder de España, quien pensaba que podría contra el imperio que tanto estaba protegido, y lo más importante, que la reina ya no estaba sola, Henry estaba ahí.