La puerta cerrada parecía emitir un aura de malicia. Ese fino trozo de madera era lo único que le separaba de Komaeda en el otro lado, y ni siquiera podía cerrar. Komaeda había prometido no entrar, que el baño era el único lugar donde Naegi podía encontrar consuelo, pero ¿por qué confiar en él? Mira lo que pasó la última vez que confió en el otro Suertudo.
Pero por ahora, estaba solo. El espacio ajustado del baño lo hacía sentir más seguro; en un par de segundos, podía escanear toda la habitación y ver si había alguien más. Las únicas partes ocultas a su vista eran los estantes detrás del espejo con bisagras, y sería imposible esconderse allí. La cortina translúcida de la ducha también era un alivio. La había probado con su brazo, y descubrió que se podían ver fácilmente las sombras detrás de ella. Nadie podía entrar a hurtadillas.
Aún así, se preocupó. No podía oír a Komaeda. Presionar su oreja contra la puerta no fue mejor. Pero Komaeda estaba allí. Él lo sabía. No sabía mucho sobre el chico mayor, pero sabía que Komaeda no era de los que se aburren y se van. Se quedaría ahí hasta que Naegi terminara de ducharse y se cambiara, y probablemente no se iría después de eso. Oh no, él querría asegurarse de que Naegi comiera su cena y tuviera "toda la nutrición que una joven esperanza necesita para crecer más fuerte". Le molestó escuchar la palabra Esperanza cuando Komaeda dijo eso.
Pensar en eso le hizo recordar cómo Komaeda había manejado su título: con un afecto exuberante y viscoso. Komaeda había enrollado las dos palabras sobre su lengua, acariciándolas con un murmullo, hablando con una emoción tan intensa que Naegi no se había podido mover mientras los dedos de Komaeda pasaban por encima de sus hombros y bajaban por sus brazos. Naegi había huido al baño poco después.
Naegi se apoyó en el lavabo, con la columna vertebral caída. Quería descansar. Pero temía que Komaeda rompiera su promesa y lo vigilara si no hacía nada. Y... y una ducha caliente sonaba realmente bien. ¿La idea de desnudarse? No mucho. Su ropa había sido la única protección contra el toque de Komaeda, y no quería dejarlo pasar.
Es... es sólo agua, ¿verdad? No les haría daño.
De todas formas se quitó su sudadera favorita, para estar seguro.
Ducharse con la ropa puesta era raro. Cojines de agua atrapados entre la tela y la piel. Sus ropas se volvieron oscuras, haciendo que se pusieran pesadas contra su cuerpo. Los chorros de líquido que se derramaban sobre el suelo de la bañera estaban llenos de suciedad y mugre. Se quedó así un rato, dejando que le lloviera encima mientras el vapor llenaba la pequeña habitación. Sus ojos se cerraron un poco. A pesar del calor relajante, había un nudo duro en sus tripas que no se iba. Se sentía familiar de alguna manera...
Oh. Bien. Se sintió así la primera vez que se duchó después de la muerte de Maizono.
Trago con fuerza. Sus ropas continuaron pesándole. Hizo un esfuerzo simbólico para lavarse el pelo, esperando que los movimientos robóticos lo sacaran de su depresión. Además, era agradable estar limpio de nuevo.
Le tomó un tiempo para decidirse a cerrar el agua. Aún más tiempo para reunir la voluntad para cambiarse. Frunció el ceño ante el pijama gris doblado en la tapa del inodoro. No quería saber dónde los había conseguido Komaeda.
Se secó lentamente. Sus ojos permanecieron fijos en la puerta del baño, esperando que el pomo girara. Pero, aunque Komaeda pudo haber sido muchas cosas, no parecía ser un mentiroso. Dejó a Naegi solo, como prometió.
Aún así se cambió lo más rápido posible.
Quedaba una cosa por hacer, y no le gustó. Aunque la razón le dijo que tenía que enfrentarse a esto, sus piernas se negaron a moverse hacia la puerta. Su aura amenazante sólo había aumentado, de modo que el aire a su alrededor parecía palpitar de color escarlata. Tal vez era su imaginación, pero pensó que podía ver las sombras de los pies de Komaeda bajo la grieta de la puerta.
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𝐓𝐡𝐞 𝐋𝐢𝐨𝐧'𝐬 𝐃𝐞𝐧 | 𝔼𝕤𝕡𝕒𝕟̃𝕠𝕝
General FictionDespués del Juego de Muerte, Komaeda se da cuenta de que no tiene más remedio que poner a la Esperanza Definitiva bajo su cuidado. El mundo se ha convertido en un lugar muy peligroso después de todo, y no hay forma de que pueda permitir que la luz d...