En una época lejana, donde el egoísmo y el placer propio reinaba, nacía Min YoonGi, un heredero del trono de su padre. Al momento en que el joven recogió su corona, todo fue en vano, pues varias desafortunadas desgracias comenzaron a surgir.
¿Una h...
—Joven Min, a las 10 en punto de la noche debe estar presente para la reunión con su Señor Padre, ¿está de acuerdo?
—Por supuesto —dicho eso, bajé los escalones de mármol que tan refinadamente fueron tallados, lijados y colocados, solo para nuestro palacio.
Uno de los mayordomos, cabizbajo como siempre ante mi presencia, abrió los grandes portones para por fin lograr ver el cielo con pequeñas motas de nube dibujadas en él.
—Gracias —dije como siempre y me dispuse a hacer mi caminata que tanto deseaba.
En medio de la gran acera de piedra, se cruzó una pelota echa de fina lana, sin querer tocarla, miré a mi alrededor y como deduje, alguien venía corriendo a recogerla bajo mis pies.
Pero no era un crío sin modales o alguien cualquiera; era una bella damisela llena de variopintas cuerdas de lana que colgaban del bolsillo de su desgastado peto marrón.
Se acercó a mí y sin miramientos se agachó a guardar lo que era suyo, ni siquiera se molestó en mirarme cuando a punto de retirarse de donde vino, osé a preguntarle por su nombre;
—¿Cómo es su nombre, niña?
—No le importa, Señor —recalcó el adjetivo que me había encomendado.
En ese instante, un chico de su misma edad desde lo lejos de la calle gritó hacia la otra.
—¡Ey Iseul! ¡vamos que ya casi es la hora de irme a casa y quiero divertirme un poco más!
Fastidiada de que el chico hubiera revelado su nombre, chasqueó su lengua y se retiró a paso ligero a donde estaba inicialmente.
—Encantado de conocerla, damisela Iseul...
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