Una noche

72 7 1
                                    

La nube de vapor sube de forma lenta, levemente espesa y de un color violeta claro. A través de ella se observan unas manos femeninas y viejas que revuelven un gran caldero antiguo, en su interior se cuece una extraña pócima. Las manos se detienen y se alejan, se pierden en la profunda oscuridad que no logra vencer la luz del fuego. El vapor comienza a disiparse en una danza hipnótica, perdiéndose. Un cucharón de madera irrumpe ese danzar al ser utilizado para servir esa poción en un cuenco viejo. Las manos tiemblan ante el peso del líquido. La mujer lo acerca a su boca. Su pelo canoso irrumpe esa intención y con rabia tira de él. Bebe, sin prisas y de un solo trago. El cuenco cae al piso, derramando lo poco que queda dentro. Ella se desploma también.

Las horas pasan y la mujer no despierta, el sol desaparece y ella ya no es igual. El pelo cano ahora es de color negro, sus manos son jóvenes, su rostro ya no está marcado por el tiempo. La noche cae, el día nace, el tiempo corre. Cuando el sol comienza a ocultarse nuevamente la mujer despierta. Está aturdida, pero eso es bueno, ella sabe que significa que la pócima tuvo efecto. Al mirarse en un viejo espejo agrietado se ve joven y hermosa nuevamente. Sus ojos negros brillan maliciosamente, su cabello es largo y resplandeciente, su piel tersa y sus labios rojos sonríen de forma satisfecha. Ríe. ¡La poción ha funcionado!

Cuando el sol se oculte del todo podrá salir, relacionarse con la gente, buscar una nueva víctima.

La luna llena brilla radiante. Ya es media noche. La dama abandona la cueva y se dirige a un pueblo cercano. La gente se mueve de un lado a otro, es veintiuno de enero, fecha en honor a Santa Inés, patrona de la pureza y la adolescencia, justo lo que ella busca robar.

Grandes hogueras se ubican a lo largo de la plaza principal. En un corral hay algunos corderos jóvenes para bendecir, en otro, algunos ya viejos para sacrificar. Varios músicos se han agrupado mientras rasgan y golpean sus instrumentos para hacer bailar a la comunidad. Las vírgenes van vestidas de blanco, con una rosa roja en el cabello, son el centro de atención, los hombres se pelean por bailar con ellas; los muchachos, vírgenes también, visten de blanco con chalecos negros, donde llevan su rosa roja.

La mujer los observa hipnotizada, nadie se fija demasiado en ella por ir vestida de negro, no es una virgen por lo que a nadie le interesa. Ella sabe que debe elegir bien, de esa elección dependerá su próximo año. Una mala elección equivaldrá a otros doce meses de sufrimiento; una buena salud e integridad física.

Se mueve por las sombras, tranquila, queda encantada con las hogueras, cada año las hacen más grandes, más llamativas, más poderosas. Entonces algo más le llama la atención. Dos jóvenes van de la mano, ambos visten de blanco. La rosa roja resalta en el cabello platinado de ella, el chaleco marca la fuerte espalda de él. Nunca había visto antes que una pareja de vírgenes fuera de la mano.

La bruja se acercó a ellos desde atrás, encantada por el aspecto que ambos presentaban ante ella. Tenía que descubrir lo que pasaba allí. Desde las sombras los miró y acechó. Se veían muy cercanos. Ambos poseían cabellos platinados y brillantes ojos, ella era solo un poco más baja que él y sus pieles claras resaltaban con la luz proveniente de la luna. Ambos le resultan realmente atrayentes. Se acercó más y descubrió el por qué a nadie más le llamaba la atención la parejita. Eran idénticos. Mellizos, seguramente. Era lo más normal que ellos estuvieran juntos y tan unidos... Sus ojos negros brillaron de emoción. Eran perfectos, ¡había encontrado a sus víctimas!

Una sonrisa se marcó en su rostro, resaltando sus labios colorados. La mujer se quedó en la oscuridad, esperando el momento perfecto para intervenir. En algún momento se tendrían que separar... entonces atacaría. Tendría que ser precisa, un mal cálculo y todo podría terminar en su muerte.

El festejo estaba en su apogeo, todos los jóvenes bailaban, disfrutando de la noche. La joven mujer rubia danza con un hombre de cabellos oscuros. La bruja aprovecha la situación para acercarse al muchacho, quien observa a su hermana cauteloso, casi con recelo. Ella camina y al pasar a su lado lo roza, se disculpa con una enorme sonrisa en su rostro y lo mira a los ojos, son azules como la vida misma. Él le sonríe de vuelta y se olvida por un momento de su hermana.

La extraña mujer le ha llamado la atención, no hay muchas pelinegras en su pueblo y así se lo hace saber. Ella, actuando de forma tímida, le dice que viene de afuera, de muy lejos y que no conoce esa tradición que festejan en esa estrellada noche. Comienzan a charlar, él se olvida completamente de su melliza.

Caminan sin rozarse, se alejan, la gente los mira pero no les extraña tanto, suelen venir extranjeros a su fiesta en busca de maridos y esposas, aunque no suelen vestir de negro como esa mujer. En la oscuridad ella finge tener escalofríos, él se anima y la acerca a su lado, abrazándola, se siente torpe. Con su hermana todo es distinto, natural.

La mujer le sonríe de forma agradecida, cada vez lo aleja más de la multitud y de la luz. Al llegar a la linde del bosque se recuesta sobre un árbol y le pregunta si alguna vez ha besado a una dama, él niega, entonces le pregunta si desea besarla a ella y esta vez asiente. Lo tiene cautivado, puede verlo en sus dilatados ojos. Ella se acerca a él y lo besa. Ya lo tiene en sus manos, completamente entregado. Las manos de él comienzan a volverse inquietas, pero aún no es tiempo. Lo detiene y le sonríe. Él se disculpa. Lo vuelve a besar y él cae desmayado.

Aún no es tiempo.

Falta la hermana, un dos por uno seguro. Recuesta al chico detrás de un árbol y, tras cubrirlo con su capa, vuelve a la fiesta.

La chica rubia busca a su hermano, algunos señalan a la pelinegra. La mujer comienza a preguntar a la gente por el chico también. Nadie lo ha visto desde que se fue con ella, todos compran la historia de que la dejó sola para ir en busca de su hermanita y no volvió. De éste modo llega a ella. Se presenta y se ofrece a ayudarla en su búsqueda, pues a ella también le interesa encontrar al joven. La rubia rápidamente entra en confianza, le habla, busca consejo en ella. Un hombre quiso besarla y ella se negó, se siente rara. La dama la tranquiliza y la guía lentamente hacía el lugar donde dejó al muchacho. Se hace la sorprendida cuando lo encuentran. La rubia se acerca a su hermano intentando despertarlo, allí la mujer aprovecha la oportunidad para noquearlo con un chasquido de sus dedos. Ya tiene a la virgen en su poder y un lindo combo para su disfrute.

Mira hacia atrás y no hay nadie cerca. Le quita la capa al chico y se envuelve en ella, ha comenzado a refrescar. Con otro chasquido de sus dedos comienza a mover ambos cuerpos con rumbo a su cueva. Una vez en su hogar enciende una pequeña fogata donde pone su caldero a calentar. Se acerca la hora del sacrificio. Es la primera vez que intentará esto. Nunca había conocido a un hombre que la atrajera lo suficiente para intentarlo.

Recuesta al chico en su lecho y le abre la camisa, en su pecho dibuja las runas de la vida y la muerte. Le toca la frente y sonríe, lo deja dormir. Se acerca a la hermana, quien yace desmayada en el suelo, se arrodilla a su lado. La toma de la cara y la observa. Es una hermosa rubia, le causa un poco de lástima el hecho de que nadie nunca la volverá a ver. Toma sus muñecas y le proporciona un pequeño corte a cada una, no quiere que muera aún. La sangre comienza a brotar y caer sobre un cuenco. Ella la deja allí, desangrándose, mientras busca los ingredientes para realizar el sacrificio de la rubia. Cuando tiene todo comienza a conjurar sobre su caldero, cada ingrediente tiene una importancia vital, desde las astillas de roble al aloe vera, desde el cabello a la sangre de la víctima.

Dos horas después la poción está lista, solo falta agregar la sangre. Toma los cuencos y vierte el espeso líquido rojo en el caldero, una nube de vapor roja surge como una explosión. Huele delicioso. La chica yace moribunda a sus pies. Revuelve y hierve aún más la poción y luego la vierte en una botella, la deja a un lado, luego levita el cuerpo de la chica y lo arroja al caldero, es ahora de que muera ya. Luego lo podrán cenar.

El hombre comienza a despertar, se acerca a él con la botella en la mano. Con un paño le limpia el rostro y le humedece los labios. Él abre los ojos y se siente desconcertado. La mujer le explica que se desmayó y que como no supo cómo actuar lo llevó a su casa. Él pregunta la hora y se sorprende al descubrir que la noche está más que avanzada. La bruja le ofrece beber de su botella y él lo hace, sin preguntar primero qué es. El efecto es inmediato. Sus pupilas se dilatan y su cabeza comienza a dar vueltas. La mujer lo acerca y lo comienza a besar. Él responde rápidamente, su juicio está nublado por la poción. Ella bebe también y comienza a sentir el efecto. Lo quiere a él, lo anhela.

Mientras beben se entregan uno al otro. Cuando están unidos y han terminado de beber la pócima ella murmura un conjuro y las runas en el pecho de él brillan. Ya están unidos para la eternidad, juntos por el fin de los tiempos. Juntos en busca de nuevos sacrificios que realizar cada año. Ella se lo dice y él acepta, los efectos durarán bastante tiempo, tardará en notar la falta de su hermana.

La pócima surtió el efecto deseado, un año de salud e integridad física para ambos, tan solo por sacrificar a una humana, a la hermana de su eterno compañero.

Compilación de cuentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora