Pensé que la tormenta cesaría con el tiempo, pero resultó ser todo lo contrario y ahora estaba más fuerte que antes, los árboles se movían de manera descontrolada y ya se formaban charcos llenos de barro, los truenos se escuchaban con más fuerza y los relámpagos eran cada vez más presentes.
Odiaba las tormentas. No soportaba los colores se que formaban al exterior, todos apagados. Me recordaban de cuando estaba en el orfanato, gris, triste y desolado.
Se sentía un ambiente frío, solo se oían las gotas caer y la poca luz que había no ayudaba para sentirme mejor.
Por unos instantes me había refugiado en la habitación del señor Blythe, por una parte para hacerle compañía a él y por otra para no estar del todo sola yo misma. Cuando estaba con el señor Blythe me sentía tranquila, su voz, su simple presencia me calmaba en estos momentos. Hablaba lentamente y con calma, como si tuviese todo el tiempo del mundo.
Pero no podía estar allí para siempre y cuando el señor Blythe se durmió, salí de la habitación y me dirigí hacia el salón, sin saber exactamente qué hacer.
Me pregunté qué estaría haciendo ahora mismo ya que no le había visto desde que me prestó la ropa.
Al entrar en el salón, me volvió a invadir esa fría sensación. Me abracé a mi misma y fuí hacia la chimenea en donde metí unos cuantos troncos para encender un fuego para darle calor y un poco de vida a la habitación.
En el salón había unos cuantos libros expuestos en una estantería con un poco de polvo en alguno de ellos, la curiosidad me invadió y me acerqué para poder verlos con más detalle. Me sorprendí al ver que muchos eran de aventuras, incluso algunos yo también los tenía y los había leído o tenía planeado leermelos.
Para no pensar en la tormenta y para pasar el tiempo, cogí un libro que me había llamado la atención. Justo cuando lo tenía en mis manos y estaba a punto de abrirlo, la puerta del salón se abrió y al instante apareció Gilbert.
Me miró con curiosidad, tal vez pensaba que no sabía leer. Se acercó un poco mirando el fuego.
-Es un buen libro, el final es bastante inesperado, leetelo. Te gustará.- hizo una pausa y después de un pequeño instante me volvió a dirigir la palabra - Porque lo entiendes ¿No?¿Sabes leer?- preguntó rascándose la nuca intentando no ser grosero.
- Pues claro- respondí firmemente - Que no vaya a la escuela no significa que no pueda leer. De hecho, me encanta leer.- añadí ofendida.
Pude ver que mi respuesta le había sorprendido. Alzó la ceja asombrado por mi reacción y rápidamente agregó:
-Lo siento, no sabía que ibas a otra escuela- susurró un poco avergonzado.
-Yo no voy a ninguna escuela, aprendí a leer y a escribir yo sola.
Pude ver en su mirada que se había quedado aún más confundido y con interés en saber más.
- No es como si no quisiera ir, pero al estar siempre ayudando a Marilla y a Matthew, nunca tuve la oportunidad de poder asistir al colegio. De hecho, me encantaría - contesté un poco triste acariciando la cubierta del libro.
-Entonces ¿También sabes de geografía?- preguntó con un tono notablemente indagador.
Agaché un poco la cabeza y empecé a dar pequeños y suaves golpecitos al libro, sin saber cómo responderle, sentía que la vergüenza se adueñaba de mi.
-Tranquila, no te voy a juzgar, mucha gente- no pudo terminar su frase por mi interrupción que claramente lo tomó por sorpresa.
-No quiero tu compasión, ni que me mires como si fuera una flor de tu jardín marchitada por esta tempestad- dije alterada moviendo los brazos como si la tormenta espantosa que había al exterior estuviese aquí dentro.
Él por su parte estaba inmobil con la mandíbula tensa, aguantando la respiración con una mirada entreabierta, analizando mis gestos y palabras.
No comprendía mi repentino cambio de humor, pero por mi parte yo me sentía con la obligación de defender a mi persona en una situación de suma vergüenza como lo era esta.
Es cierto que había aprendido mucho leyendo los libros que estaban disponibles en casa de los Shirley y aunque la biblioteca de la casa era de un tamaño aceptable, debía decir que no había ni un libro que estuviera centrado en este ámbito.
Además, todos los lugares que leía en el mundo de los libros eran inventados, estaba claro, allí las personas no te despreciaban de esa manera, y si lo hacían, el protagonista encontraba siempre una solución al problema y el mío era excusar mi falta de sabiduría y enorgullecerme de lo que tenía.
Me crucé de brazos, en cierta forma para prepararme para un respuesta brusca o hasta grosera por su parte, pero me quedé atónita una vez las palabras salieron de su boca:
- Buenas noches, Anne- susurró frustrado mientras me daba la espalda y desaparecía por el pasillo.
Esperé unos segundos a que Gilbert apareciera por el comedor, pero los ruido de las escaleras y unos pasos indicaban el final de esta conversación, dejándome sola de nuevo con el libro aún en mis manos. Sentía que los truenos se hacían cada vez más fuertes, burlándose de mí y mi malaventura.
Respiré hondo intentando no pensar en la oscuridad, aunque poco a poco iba teniendo pequeños recuerdos de lo que antes solía ser mi hogar .
Dejé el libro en su lugar, ni la mejor historia podía consolarme de esta trágica tarde, así que observé por la ventana como las flores se iban haciendo pedazos por la fuerte lluvia, como lo hizo Gilbert con sus palabras.
Cuando el sueño se hizo presente, me senté en uno de los viejos sillones cerca de la chimenea, pensando que haría la princesa Cordelia en una situación como esta. Poco a poco iba cerrando los ojos, dejando que el calor de la estufa me abrazase con su ardor.
Antes de que mis ojos se cerraran en su totalidad, distinguí a una sombra aproximarse lentamente y envolver mi cuerpo con algo abrasador y suave, ayudandome a conciliar el sueño con el murmullo de la tormenta, que se había ido calmado.
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𝑆𝑒𝑚𝑝𝑖𝑡𝑒𝑟𝑛𝑎𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒, 𝐺𝑖𝑙𝑏𝑒𝑟𝑡
FanfictionPara ayudar a su familia económicamente, Anne se dispone a cuidar del señor Blythe, quien esta gravemente enfermo, mientras que su hijo, Gilbert, esta estudiando. Es allí donde empieza la curiosa relación entre ellos. Gilbert, interesado por Anne...