Ray era un joven demasiado tímido por fuera debido a problemas de la infancia como para acercarse y hablar con Emma, y ella aunque lo intentase, no podía comunicarse de ninguna manera normal con él.
Hasta que descubrió una forma bastante peculiar...
¡Holii! Aquí son dos capítulos en uno,ya que ambos me quedaban bastante cortitos, espero puedan disfrutarlos. Graciaaas<3
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Bien.
Estoy entrando en una crisis, ¡Qué novedad!
Y este es el momento en que tú me dices:
"¡Oh, por dios, Ray!, ¿qué te ha pasado como para que entres en una crisis existencial por 123253452323193428 vez?"
¡Buena pregunta, Dorothy!, primero déjame hacerte entrar en contexto.
Siendo honesto, al principio me había costado demasiado abrirme a mi nueva amiga. Nos habíamos pedido nuestros números de teléfono para poder establecer una comunicación más cercana, y antes de caer en cuenta, estuvimos hablando por cuatro horas seguidas, así fue durante días y días.
Llegamos a un punto que cada que nos despertábamos nos llegaba la notificación del deseo de "Buenos días" de quién se levantaba primero, es decir, normalmente yo, aunque a veces lo hacía Emma. Era un gesto bastante cariñoso entre nosotros y que demostraba que poco a poco nos estábamos volviendo más unidos.
Nuestras charlas eran de todo tipo, desde ayudas sobre los trabajos, planes a futuro (los cuales no tengo), audios de Emma gritando por algún video de NCT o yo viendo un ridículo episodio de Peppa Pig y mi receptora riéndose de mí. En todas estas semanas nuestras charlas en la escuela se resumían a pequeños trozos de papel escondidos en los bolsillos de nuestras mochilas, con chistes o anécdotas extrañas, o simplemente preguntándose como estaba el otro.
Y así otra vez había pasado el tiempo. Específicamente 4 meses.
A causa de eso, yo me sentía bien, feliz y querido. Claramente que también nos dábamos espacios para nuestras tareas diarias y otras actividades, como yo que tenía que hacer ejercicio y Emma yendo a cuidar de su primo más pequeño, Chris o a veces con Phil. Pero eran muy raros los días en que no nos mandábamos siquiera un mensaje, de hecho, casi inexistentes.
En el momento que se lo conté a Norman, él se encontraba a un poco más de estallar de la emoción al igual que mis padres al saber que después de tanto tiempo pude conseguir una linda amistad, en especial de que, como los tres nos conocíamos, seríamos una especie de ¿"Trío fantástico"? Al escuchar ese nombre tonto que puso mi padre, solo me había reído como imbécil, pensando en lo agradable que sería.
Cada que nos cruzábamos en plenos pasillos, ella me empujaba o me daba un codazo, y yo se lo devolvía con un sutil golpe en la cabeza o revolviendo sus cabellos con brusquedad, arruinando su "Peinado" (ella misma admitió que jamás se pasaba un cepillo por sus mechones, más que nada por flojera, una de las mil cosas que me contó).
De vez en cuando paseábamos en algunos parques cercanos a la secundaria, nos escapabamos de clases y almorzabamos juntos en casa del otro, etc. Salía de casa más seguido, y eso alegraba a mis seres queridos quienes veían lo deprimido que andaba por esos tiempos.
