II

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-¡Me has avergonzado! ¡Todo el reino estaba presente!- Gritó la reina Sirina. Estaba enfadada, decepcionada y preocupada. Preocupada por que su hijo quedase mal delante de sus súbditos, que le dejasen de ver como su príncipe. 

- Perdón madre- decía Aron una y otra vez. Aún así su madre no parecía que quisiese terminar de regañarle. Pasaron del tema  de la representación al tema de los humanos, y aquí Aron no pudo contenerse. -¡No es justo madre! No puedes hablar así de los humanos. ¡Y no voy a dejar de salir al exterior!- Y dicho esto Aron se marchó triste y enfadado. 

La reina que ya no podía estar enfadada se sentó en su trono algo triste y le preguntó a Sebastiana -¿He sido muy dura con él?

- No, usted no ha sido dura su majestad. Si Aron fuera mi hijo no le dejaría nadar tan libremente su majestad. Ese niño lo que necesita es que le vigilen - dijo Sebastiana totalmente convencida.

- ¿Tú crees? 

- Por supuesto su majestad. A Aron le daba yo una buena lección, para que dejase de andarse con tonterías de humanos y de exteriores. 

- Tienes razón Sebastiana. Y conozco a la persona ideal - dijo Sirina sonriente.

- ¿Si? ¿Quién?

- TÚ

- ¿Yo? Pero majestad.

- Tú le vigilaras. Te encargarás de que no se meta en ningún lío ¿entendido?

- Si majestad - dijo Sebastiana y finalizó la conversación. Después de nadar por un tiempo alrededor de los exteriores del palacio de la reina Sebastiana vio como Aron y Flindie se dirigían nadando hacía algún lado, y como le había encargado la reina, ella les siguió. 

Aron y Flindie nadaban y nadaban, se metieron por entre las algas y las rocas y llegaron hasta la pequeña guarida de Aron. Era un pequeño lugar rodeado por rocas de arriba a abajo y con dos únicos agujeros. Uno más grande en la parte de abajo, por donde entraban y salían Aron y Flindie, y otro más pequeño, por el que casi no cabía Flindie, que estaba situado en la parte más alta de esa gran muralla de roca marina.

Entraron en la guarida con Sebastiana siguiéndoles y se quedó fascinada de la cantidad de artilugios que Aron había conseguido reunir. Aron que se encontraba sentado en una gran piedra en medio de la guarida terminó de colocar sus últimas dos adquisiciones. No entendía por qué su madre no le dejaba ir al exterior ¿por qué odiaba tanto a los humanos? ¿Por qué no le dejaba disfrutar de lo bonito que tenía el exterior?

Triste y desesperado empezó a soñar despierto y a cantar sobre lo ideal que sería poder formar parte del mundo humano, aquel mundo que tanto lo apasionaba. Aron estaba deseante de conocer una persona y de disfrutar del mundo humano. Y aquel día sería el indicado para él pues la princesa Érica, del reino que se encontraba justo en la orilla del mar, estaba celebrando su cumpleaños. Navegaba en un gran barco junto a sus empleadas y amigas, y lo celebraban a lo grande. Aron se sorprendió cuando escuchó el sonido de los fuegos artificiales por primera vez, miró hacia la superficie y se encontró con numerosos colores que estallaban y se movían por el cielo. No pudiendo controlar su curiosidad, Aron subió a la superficie y entonces vio claramente todos esos maravillosos colores en el cielo. Era una noche muy bonita y el cielo combinado con esos colores era incomparable. Aron se acercó al barco y miró por un debajo de los barrotes del barco. Había muchas personas, bailando, cantando y comiendo. Aron siguió mirando, examinando de cerca a aquellas personas, hasta que vio a una persona que hizo que se le parase el corazón. La muchacha que le había quitado un suspiro a Aron era morena, con los ojos azules y un traje simple pero precioso que hacía que luciese como la persona más importante del barco.

- Nunca había estado tan cerca de una humana - dijo Aron mientras suspiraba inevitablemente. Y cuando menos se lo esperaba una gran persona peluda y babosa se le acercó. Lamió a Aron con cariño y se fue corriendo de vuelta con su dueña que la estaba llamando. Esto hizo que Aron soltara una carcajada y volvió a mirar atento a la persona de la que se había enamorado, que no era ni más ni menos que la princesa Érica. La princesa estaba jugando con su amiga Max cuando Grimmy empezó a hablar.

- Damas y caballeros, hoy nuestra querida princesa cumple 19 años. Es un día de felicidad para todas, tanto de nuestro reino como del resto del reinos de este planeta. Y yo, Grimmy, su más leal súbdita tengo el honor y el placer de entregarte tu regalo de cumpleaños - dijo Grimmy firmemente. Quitaron la gran manta que cubría el regalo y apareció una gran estatua de piedra de la princesa. Érica la miró algo extrañada por como le habían hecho la cara, pero aún así le agradeció a Grimmy y añadió.

- Te habrá costado una gran cantidad de dinero Grimmy, muchas gracias

- La verdad es que sí, pero ha valido la pena- dijo Grimmy mirando a Érica y además añadió- aunque hubiese preferido que fuese un regalo de bodas.

- No empieces otra vez Grimmy, ya se que estas enfadada porque no me gustó el último príncipe que me presentaseis. 

- No soy solo yo majestad. Todo el reino esta deseando verla felizmente casada con el chico adecuado.

- Ya lo sé Grimmy, encontraré al chico ideal y me casaré con él, no te preocupes- dijo Érica, y finalizó la conversación.

Cuando Grimmy estaba a punto de volver a iniciar aquella conversación una trabajadora gritó desde lo alto del barco:

- ¡Se acerca una tormenta!

Inmediatamente el mar empezó a removerse y a moverse hacia distintas direcciones. El viento hacía lo mismo, haciendo que no se pudiera navegar correctamente. La capitana del barco perdió el rumbo y no podía controlar el barco, lo que hizo que se chocaran contra una gran roca y el barco empezase a hundirse inevitablemente. Todas las súbditas y trabajadoras que estaban en el barco se subieron a las barcas que estaban a los lados, bajaron al mar y empezaron a remar hacia la orilla. En una de esas barcas estaba la princesa Érica a salvo, pero de repente unos ladridos se escucharon desde el barco. Érica miró hacia el destrozado barco y vio a su perrita, rodeada de llamas y a punto de ahogarse, no pudo quedarse parada y saltó al mar, nadó hasta el barco y subió. Corrió por todo el camarote hasta llegar con Max, la cogió y salto de nuevo al mar. Max pudo llegar al bote, pero Érica se dio con una parte del barco y empezó a hundirse. Por suerte Aron había presenciado toda la escena y ya estaba nadando a las profundidades del mar para rescatar a la princesa. Agarró la mano de Érica y después pasó sus brazos por debajo de los de ella y la subió hasta la superficie. La dejó tumbada en la orilla del mar y se quedó junto a ella durante un buen rato. Durante la tormenta había amanecido, ya era un nuevo día. 

- ¿Crees que está muerta? -Preguntó Aron tembloroso. 

- No sabría decirte -dijo Scuttlie que se encontraba por ahí. Voló hasta los pies de Érica e intento oír su pulso - No le late el corazón... 

- Mira, está respirando - dijo contento Aron, mientras sonreía y se mordía el labio de abajo - Es preciosa.

Entonces Aron le cantó una canción expresando todo lo que sentía. Érica al oír una voz tan bonita empezó a despertarse y disfrutó de aquel momento tan fantástico, que no sabía si era real. Aron seguía cantando y además acariciaba su mejilla lentamente mientras los rayos del sol mañanero inundaban toda la playa. Desafortunadamente Aron no pudo seguir ya que las súbditas de Érica venían a buscarla. Se fue rápidamente al mar y observó desde una roca cercana como ayudaban a Érica a levantarse y la llevaban de vuelta al palacio. Aron se quedó solo en aquella roca, emocionado y deseando volver a encontrarse con aquella persona que le hacía sentir tan especial. 

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- Así que el principito está enamorado... Y ni más ni menos que de una humana ¡Ja ja ja ja! ¡Demasiado fácil! Jajajajaja... 


EL PEQUEÑO TRITÓN                           [Disney genderbend storie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora