Salí de mi casa dirección al instituto. Cuando llegué, me encontré con mis amigas que estaban fumando en la puerta. Abrí el bolsillo pequeño de mi mochila y saqué mi paquete Pueblo de tabaco de liar. Mientras me liaba un cigarro llegó Marta, que era la única que faltaba para completar el grupo. Ya estábamos todos: María, Cristina, Carla, Marta, Diana y yo. Nos disponíamos a entrar cuando me vibró el móvil en el bolsillo. Era Hugo.
-¿Quedamos un rato esta tarde?-leí.
Volví a bloquear el móvil y seguí mi camino.
Llegamos a la escalera en la que nos separábamos y nos íbamos cada uno a nuestra clase. Todos íbamos a clases distintas menos Marta y yo, que íbamos a la misma.
Al llegar a la puerta de la clase de Lengua, estaban Ágata y Luna esperándonos para entrar y cuando nos vieron, vinieron corriendo con los brazos abiertos y nos dimos un abrazo. Primero Luna a mí y Ágata a Marta. Luego nos cambiamos.
-Llegamos 10 minutos tarde. Veréis la bronca que nos va a echar el gilipollas este.-dijo Marta.
-¿Qué mas da? Si ya nos tiene manía a los cuatro...-respondí.
-Bah, solo tenemos que poner una buena excusa y ya está.-dijo Luna.
-Dejármelo a mí. Que yo valgo para todo.-dijo Ágata.
Todos nos reímos.
Abrimos la puerta de la clase y entramos.
-Llegáis tarde.-dijo el profesor.
-Es que teníamos que hacer unas fotocopias.-dijo Ágata.
Esa era la excusa que poníamos siempre y siempre se la creían.
-Bueno, sentaos y no habléis.-contestó él.
Nos fuimos a los asientos de atrás y nos pusimos de dos en dos. Marta se puso con Ágata y yo con Luna.
Al acabar la clase, fuimos a la puerta del instituto a fumar y aproveché el momento para contar lo que me había pasado.
-Me ha hablado Hugo por si quedábamos esta tarde y no se que hacer... No me fío ya de él. Me ha plantado varias veces y pasa siempre de mí.-dije.
-Mándale a la mierda, joder. Solo juega contigo. Queda cuando le conviene y siempre hace que vayas detrás de él. Si te quisiera de verdad, haría lo posible por quedar.-dijo Marta.
-Intento pasar de él pero ya sabes como soy...-contesté.
Y ahí se quedó la conversación. Me quedé mirando fijamente a un gato que jugaba con una pelota y me metí en mi mundo, como siempre.
Cuando me di cuenta, ya me había fumado todo el cigarro así que lo tiré, suspiré un par de veces pensando en Hugo y me levanté del suelo.
Marta me miró como si supiera lo que iba a hacer.
Me estaba empezando a sentir mal porque no sabía que contestar a Hugo, así que me fui a mi casa.
Estaba solo, así que me encendí un cigarro y me tumbé en la cama, puse el disco Born to die de Lana del Rey y saqué el móvil de la mochila para leer Twitter.
Cuando terminó el disco, me levanté, me lavé la cara y cogí mi mochila para volver al instituto, pero al salir de mi casa no tomé el camino por el que siempre voy, sino el camino que lleva a una casa abandonada donde solía ir cuando quería estar solo.
Llegué allí mientras pensaba en mis cosas y daba patadas a las piedrecitas del suelo. Me senté en una roca del suelo y me puse a encender y apagar mi mechero hasta que se le gastó el gas.
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La cara oculta de las personas
Teen FictionUn chico de 17 años afronta su día a día con sus amigas, que tienen problemas típicos de los adolescentes.