5| Beso

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Me besó muy lentamente, juntando sus labios con los míos, jugando con estos dando pequeños besos, acariciándome levemente detrás de mi oreja, no aguante y le seguí el ritmo; me di cuenta de que me había convencido, la tentación había ganado

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Me besó muy lentamente, juntando sus labios con los míos, jugando con estos dando pequeños besos, acariciándome levemente detrás de mi oreja, no aguante y le seguí el ritmo; me di cuenta de que me había convencido, la tentación había ganado.

Sentí la humedad de su boca y de su lengua. Estaba totalmente inmóvil, nunca pensé que esto pasaría. Jadeo y él aprovecha para invadir completamente mi boca, aumenta la intensidad, le sigo el ritmo sujetando su cabello perdiendo el control y dejándome llevar por el sabor de su boca. Me aparto y vuelvo a tener contacto con sus labios, acaricio su lengua y el interior de su boca, chupo sus labios con suavidad para luego morderlos con fuerza. Obteniendo de él un gemido ronco.

Nunca hay que desaprovechar un beso. Dejemos para después el arrepentimiento.

Me sentía muy a gusto sintiendo como nuestros labios se mordían y se saboreaban con ganas. Lo hacía muy bien, como pocas veces me han besado.

Me estoy besando con un compañero de trabajo que hasta hace unos días dejo de mirarme mal, mal esto está mal. Me separo de él sofocada y desorientada. Esa mirada está ahí, pero ahora brillante deseosa de más. Sus labios estás rojizos y hinchados, como deben estar los míos.

— Definitivamente me matará, pero moriré a gusto — susurró sonriendo con descaro.

No entendía nada, aún sus brazos me rodean y los míos están en su cuello. Lentamente me separo.

— ¿A dónde crees que vas? — musitó bajo.

— Yo, eh, nos esperan tenemos que bajar — me aleje, cogi mi bolso y salí corriendo por las escaleras del avión.

Llego abajo, veo solo una caminioneta negra estaciona y un hombre vestido de traje. Él me abre la puerta y subo viendo que los demás no están ahí.

— Ya veo que te gusta huir — afirma sentándose a mi lado.

— ¿Y los demás? — pregunto sin mirarlo a la cara.

— Se fueron en la otra camioneta — dice con tranquilidad.

Yo, sin embargo estoy con la piel erizada y la cabeza llena de ideas dispersas que no logro dejar en ningún lugar, para poder entender qué fue ese beso. Él no ayuda diciendo esas palabras que no entendí al empezar y terminar el beso. Ahora tampoco dice nada.

No debí hacer esto, ni lo conozco fuera de lo que es el trabajo, apenas sé quién fue su padre y que él es cirujano. Solo pasábamos las palabras estrictamente necesarias en el trabajo, hasta hace unos días.

¿Qué cambió?

— Yo cambié — aseguró mirándome tenso.

¡Maldición! Lo dije en voz alta.

Pero, ¿cómo pudo él cambiar de un día para otro? Las personas no cambian su personalidad tan fácil.

— ¿Cómo es eso posible? — cuestione entrecerrando los ojos — Yo no te caigo bien, tus miradas me lo decían y ahora vienes, me das un beso y dices incoherencias desde mi punto de vista.

Una Unión ImpensadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora