Prologo

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-Todo empezó las vacaciones antes de mi primer año de secundaria...-

Era la primera ver que iba a Tokyo. Y al contrario que a mucha gente, que quiere viajar a la capital, a mi no me hacia ilusión.

Estaba de vacaciones, y en vez de pasarlas con mis amigas y celebrando que nos habíamos graduado de la escuela media, mis padres decidieron arrastrarme a Tokyo a pasar las vacaciones con mi tía.

Pasaron tres días y mi madre ya me estaba diciendo que me pasaba él día en él sofá con él móvil y la consola. Razón no le faltaba pero ¿que quería que hiciera? Sola en una ciudad tan enorme. Señora, prefería quedarme a jugar al Mario Bross.

Mi salvación llegó cuando mi tía me dijo que cerca de allí había un arcade/tienda de vídeo juegos y me dió dinero para ir a jugar.

Recuerdo ese sitio como si fuera mi casa.
La fachada estaba pintada de azul oscuro y llena de carteles de Neón que solo se encendían de noche. Al entrar era como una tienda de vídeo juegos corriente, pero había una puerta de cristal que llevaba a una enorme sala, con maquinas recreativas de todo tipo y altavoces.

Me enamore a primera vista de aquel sitio. Estaba completamente vacío, a excepción de un chico que jugaba a un juego de los de matar marcianitos.

Di una vuelta de reconocimiento, pasee por toda la sala mirando todas y cada una de las pantallas hasta encontrar una gran pantalla con altavoces a los lados y tambores delante. El juego de música que consistía en tocar los tambores que se indicaban en la pantalla en él momento justo. Los juegos musicales me encantan así que decidí jugarlo aunque fuera para dos personas.

Perdí estrepitosamente, pero ese día y todos los que fui al arcade. Estuve como una semana entera yendo y todos los días intentaba ganar la partida. Claramente también jugaba a otras cosas y todos los días me encontraba a aquel chico con él pelo rubio, pero rubio teñido y mal por que todas sus raíces se veían.

Llegó él día que me cansé del juego y de perder, así que salí de casa de mi tía como si me fuese a la guerra, confiada en que esta vez. Esa confianza se me fue cuando llegue y me encontré al chico rubio apuntó de ponerse a jugar con los tambores. Pero eso no interrumpiría mi misión, así que me arme de fuerza y fui hasta el juego. 

-H-Hey...mnn ¿te importa si juego contigo?-

El chico me miro y por fin le vi la cara. Solo le había visto de espaldas así que me sorprendió ver sus ojos de color casi miel.

-Oh, si claro- se hizo a un lado y me dejo ocuparme de dos de los tambores mientras el tocaba los otros dos.-

Perdimos, pero no iba a rendirme

-Otra vez- Dije confiada y el me miro, cuando le devolví la mirada, ambos asentimos a la vez y volvimos a empezar otra partida-

-¡sii!- deje caer las baquetas y yo caí detrás, me senté en el suelo con una raduente cara de felicidad mientras que el chico me miraba- es que hace mucho que intento ganar al juego ¿tu habías jugado alguna vez?- explique mientras me ponía de pie-

-La verdad no- Hablaba pausado y con timidez. Yo le mire con los ojos muy abiertos-

-¿en serio? Por que juegas genial-

-n-no es para tanto-

-Chieko Amaya, Llámame Amaya- Dije yo extendiéndole una mano-

Se quedo mirando mi mano un momento y después la cogió

-Kozume...Kenma-

-hmmnn ¿a que curso vas?-

-voy a pasar a segundo-

-pff que royo, eres mi senior-

-¿de verdad?-

-Voy a entrar a primero este año-

-¿en que preparatoria?-

-Karasuno, de Miyagi, es que soy de allí-

Así empezó todo, por el maldito juegecito de los tambores. O bueno, no tan maldito. Gracias a El las cosas me fueron bien.

Kenma y yo pasamos el resto de las vacaciones juntos, bueno, con Kuroo.
Quedábamos en casa de ellos o salíamos a dar paseos o a comer. Congeniamos genial y en tan solo un par de semanas empezamos a hacer todo juntos.

Hasta El día que me tocó volver a Miyagi.
Vuelta a clases, vuelta a casa, no tenía ganas y menos de amistades a distancia. Pero no quedo otra y empezó mi primer año en el Karasuno

Loving In Distance Donde viven las historias. Descúbrelo ahora