Enseñanzas talladas en piedra

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Estaba teniendo problemas para identificar la clase de cansancio que la azotaba, aunque muy en su interior, sabía bien a lo que se debía, pero en ese momento no quería aceptar las razones base y mejor se fue por las secundarias. Como cualquier otra emoción, siempre había una raíz aunque lo latente se trataba de las hojas, que decidió atender ya que también tenían letreros de luz neón apuntándolas.

El tramo en general con un tráfico fluido desde la megalópolis hasta el pueblo era de media hora, cuarenta y cinco minutos con tráfico regular pero ella, llevaba los treinta minutos de su viaje normal aún atorada en la avenida principal que debía tomar para salir, todo porque hubo un severo accidente cerca de donde también, se estaba reparando un pedazo de la carretera que fue reportado por poder presentar problemas graves en el futuro.

Ni a una ni a otra podía culpar hasta enojarse porque, eran situaciones totalmente fuera de las manos de cualquiera que al menos, se estaban atendiendo en forma y muy a su interior, pedía a todos los dioses porque la familia accidentada saliera completa de la desgracia en la que se habían metido, gracias a su poca atención a un camionero somnoliento -o al menos lo había deducido por la escena desarrollada-

Se sentía muy cansada, pero también era su culpa pues había aprovechado ese viernes para quedarse de nuevo horas extra en el trabajo ya que aunque, contradiciéndose a sí misma, un pequeño sentimiento de culpa fue creciendo entre menos cosas hacía en la oficina por recargárselas como pretextos a Henry La Oveja, así que aprovechó que Lalisa, ya sabía andar en transporte público y que le comentó, no podría regresar junto a ella como todos los días porque había quedado de salir con unos amigos que finalmente había hecho en Robert's.

Le alegraba bastante que la tailandesa al fin dejara de lado esa etiqueta de extranjera y volviera a ser esa mariposa social que parecía desde que la vio; claro que en su tiempo por los alrededores se había hecho de conocidos, nunca se cerró totalmente a hablar con nadie pero hasta ahora, Lisa, solo consideraba su amiga de verdad a Jisoo, así que también le aliviaba el encontrar a más personas amables con las cuales pasar el rato.

Hacía un calor infernal avistando que el final de la primavera estaba cerca, entonces llevaba ambas ventanas de su automóvil abiertas, aunque el sol de la tarde ya era bastante tenue, el volante aún seguía caliente al igual que el resto de superficies de piel en el interior. Era un carro viejo, que debía cuidar muchísimo así que, apagó el motor cuando pasaron un par de minutos donde el tráfico se quedó estático, sin embargo dejó la radio encendida.

A Jisoo, le gustaban los programas de radio, uno de sus sueños cuando era a penas una niña era dedicarse a la locución, pero de un programa nocturno porque sentía que así la gente le haría más caso sin la necesidad de ser de esas jovencitas que te decían el clima. Sin embargo, nunca sucedió evidentemente, porque los idiomas le habían llamado más la atención.

Jisoo, era alguien ambiciosa de toda la vida, así la habían enseñado, a ser siempre competitiva, a tirar a matar, a jugar para ganar. Todo tenía que ser perfecto.

Mientras su padre, le enseñaba a venderse al mundo, su madre se encargaba de la excelencia. Como con sus demás hijos, aún así había algo salvaje en su hija que nunca pudo controlar ni lijar, ese mismo algo que llevó a la menor de los Kim, a canalizar su necesidad de más en aprender un tercer idioma en lugar de quedarse con el inglés y estudiar administración de empresas.

Porque vivía en las nubes todo el rato, imaginando historias con canciones, con sonidos, con personas, con sensaciones. Todo podía ser hecho trama de la novela o cuento más maravilloso de su mundo, y quería invertir todo su tiempo en darle forma a sus pensamientos en lugar, de darle forma a una estructura empresarial de alguna subsidiaria de su familia.

𝒫𝑒𝓉𝓇𝒾𝒸𝒽𝑜𝓇  »  ℒ𝒾𝓈𝑜𝑜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora