Ojos felinos en los rincones del conocimiento

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Aún con el estrés encima mío debido a los eventos de los pasados dos días, logré pararme temprano en mi horario habitual para toparme con la increíble noticia luego de lavar mi vaso del mismo licuado mañanero, que al checar mi correo ya tenía un aviso desde la cuenta personal de El Jefe, quien me pedía que estuviera en la oficina media hora más temprano de lo usual.

El tiempo no me alcanzaría, así que subí corriendo las escaleras para alistar las cosas en mi portafolio, las de mi bolso y bajar casi a la misma velocidad, teniendo cuidado de tropezar por la prisa.

Ya me había puesto un maquillaje muy ligero, pero de verdad, solamente haciendo uso del rimel y un poco de labial, nada de corrector, base o remarcar mis cejas ya que las manos me temblaban un poco y no quería tardar más tiempo en detalles luego de hacer una proeza.

El sonido de mis tacones resonaba por toda la casa, afortunadamente la lluvia había decidido no atacarme tan temprano, por lo que las maniobras de Connor, al sacarlo del garaje, pudieron ser ejecutadas sin preocuparme de un piso húmedo. Dejé a mi buen amigo encendido, mientras regresaba a la casa para asegurarme de no dejar un desperfecto, como las luces encendidas o las puertas abiertas.

Una vez cerciorándome de que el duplicado de las llaves estaba colgado en el llavero al lado de la puerta, la cerré con seguro, casi corriendo nuevamente hacia mi auto para encaminarme hacia mi trabajo en la ciudad, donde con suerte, no me toparia con tanto tráfico sino tal vez, con solo la formación de este.

Podía sentir las vibraciones del motor mientras sujetaba firmemente el volante, también como el aroma de mi perfume se mezclaba con el de limón del interior, formando uno nuevo que con toda la presión que había acumulado de repente, solo hacía que me doliera la cabeza por lo que, cuando tomé la carretera para salir del pueblo, bajé la ventana en su totalidad, no importándome que el clima extremadamente fresco me diera de lleno en el rostro.

Pensaba, que cuando llegase a la oficina le mandaría un mensaje a Charline, explicándole la situación del porqué no pude llevarla a la universidad temprano como habíamos acordado un día antes, con bajas esperanzas de que comprendiera mis razones.

No es que subestimara su inteligencia, de hecho la admiraba bastante, pero su forma de ser siempre fue más radical, impredecible incluso más que la misma Lalisa, lo que me aseguraba que no se molestaría por tener que pedir un transporte privado o tomar el transporte público, sino más bien por mi falta de profesionalismo y amplitud de pensamiento.

Así, como por no despertarla.

Solo suspiré por las consecuencias de mis actos, también porque efectivamente, no había alcanzado a evitar el tráfico, apenas y llegaría unos quince minutos antes de mi hora de entrada oficial, pero tanto como la media hora que me pidieron, jamás, ni aunque volara.

Entre un mar de autos muy diferentes al mío, me recargué completamente en el asiento, hundiendome un poco a la espera de avanzar unos cuantos metros aunque fuese.

Ni siquiera pude encontrar en mi la amabilidad para saludar a Robert como siempre todas las mañanas, pues mi mente estaba nublada con pensamientos que solo aumentaban mi ansiedad, y sentía como el cuerpo me temblaba al caminar hacía el edificio del mal, no ayudó que tuve que tomar el elevador lleno de hombres empresariales trajeados, así que me colgué tanto el portafolio como el bolso al hombro, haciéndolos lo más atrás posible para que ninguno me tocara, aunque igual me daba asco, por ese momento me conformaba con que me mirasen, puesto que no tenía otra opción.

Todo el tiempo que pasaba, equivalía a cien razones por las que mi destino podría ser peor.

Me ahogué de tanto aroma a la misma colonia barata que todos los hombres parecían comprar, también entre aroma a cigarrillos de clavo que estaba segura que no provenía de mi puesto que yo odiaba aquel tipo de tabaco, igual casi imperceptible, se filtraba el hedor de la boca de uno de ellos que no dejaba de toser y por aquel momento odie con todo mi ser, siempre fijarme en los detalles pequeños, que junto con los nervios, solo me abrumaban esa vez.

𝒫𝑒𝓉𝓇𝒾𝒸𝒽𝑜𝓇  »  ℒ𝒾𝓈𝑜𝑜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora