Volvería - One- Shot // Julsbela

¿Donde estabas tú, y estuve yo?

Jueves 23 de octubre de 2025. Hoy hacía justo 5 años desde que nos encontramos por primera vez en aquella playa de Cádiz y desde que mi vida dió un giro de 180 grados. Hacía algo más de dos años desde que todo había terminado y desde que empecé con aquella maldita costumbre de volver a aquella playa cada 23 de ese mes.

Cogí la pequeña guitarra que descansaba en el suelo y salí de casa. Tenía suerte de que la antigua casa de mi madre quedase relativamente cerca de aquel trocito de playa al que tantas veces había ido a lo largo de mi vida, por lo que bastaba con darse un pequeño paseo para llegar al lugar. Caminaba mientras veía a parejas pasear por aquel pequeño trozo de paseo marítimo por el que tantas veces habíamos paseado las dos juntas, algún que otro músico callejero y algunos extranjeros que se habían escapado de sus respectivas viviendas vacacionales para aprovechar los últimos rayos de sol que le quedaban al día.

Seguí caminando hasta que llegué a un pequeño desvío camino que normalmente la gente ignoraba cada vez que pasaban por delante. Me colgué bien la guitarra a la espalda y empecé a caminar por encima de las rocas hasta que llegué al trozo de arena que bañaba el mar. Miré a mi alrededor y, al ver que no había nadie cerca mío, me senté en una de las piedras y saqué la guitarra del estuche.

En un par de meses haría tres años desde que Sabela y yo decidimos tomar caminos separados y todavía no sabía muy bien qué es lo que había fallado y lo que había hecho que todo se rompiese de un momento a otro como si de un vaso de cristal se tratase. Siempre imaginé que la rutina y el tener que pasar semanas fuera por culpa de mi trabajo habían sido, de alguna manera ,el detonante para que nos diésemos cuenta de que aquello no nos llevaba a ningún lado.

Cerré los ojos con una sonrisa amarga y respiré la brisa del mar mientras jugaba con las cuerdas de la guitarra. Los volví a abrir de nuevo y observé cómo poco a poco estaba empezando a atardecer. Sin querer, y de forma inconsciente, empecé a tocar una de las canciones que compuse año y medio atrás y que seguía teniendo el mismo peso sentimental que cuando la escribí.

Tuve un sueño donde todo era mentira
Qué curioso, fue real como la vida
Pude verte, pero estabas tan distinta
Qué borroso y qué claro lo tenías

Me era imposible cantar esa canción sin un sentimiento agridulce. Había escrito esa canción al año de que ella y yo tomásemos la decisión de que aquello no iba a ningún lado y a pesar de esto, mi cabeza seguía jugándome malas pasadas recreando la imagen de la gallega en mi cabeza cuando menos me lo esperaba.

Justo cuando iba a cantar el siguiente verso, escuché un estruendoso ruido procedente del camino de rocas que había sorteado minutos atrás que hizo que diera un pequeño salto por culpa del susto. Dejé de tocar las cuerdas algo extrañada por aquel sonido (pues nadie solía venir a aquel trocito de playa en el que me encontraba) y me giré sin saber muy bien qué era lo que me iba a encontrar.

Nada más girarme, sentí como me faltaba el aire mientras abría los ojos como platos al ver a la culpable de aquel estruendoso ruido que había hecho segundos atrás. Notaba como las pulsaciones se me descontrolaban al igual que cuando nos conocimos por primera vez y es que, aunque no me gustaba admitirlo, cuando nos conocimos me habían bastado un par de segundos para quedarme totalmente prendada de ella.

Dudaba entre levantarme del sitio en el que me encontraba para ayudarle o esperar a que se diera cuenta de mi presencia. Al ver que cada vez perdía más la estabilidad intentando pasar de piedra en piedra, decidí que lo mejor sería ir a ayudarla antes de que pasara algo. Apoyé la guitarra en una de las rocas y me levanté para ayudarle. Al llegar a su lado, le agarré por el brazo y en ese preciso momento me di cuenta de que ella no se había percatado de mi presencia hasta que notó el tacto cálido de mis dedos alrededor de su brazo.