Me gustas, de gustar gustar, mucho.

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         Luz no sabía muy bien cómo lidiar con nuevas experiencias, pero estaba aprendiendo de ellas.

         Willow y Gus, que llegaron a su vida cuando más lo necesitaba, y pensaba que nunca les podría agradecer lo suficiente por su amistad, porque la hacían sentir acompañada, feliz, viva, contenta de poder ser y actuar cómo realmente era sin recibir a cambio un gesto de aburrimiento o comentarios malintencionados de su parte.

         La magia que la rodeaba en las islas, las bestias y seres extraño que ahí habitaban, y las distintas, peligrosas y emocionantes situaciones que la han llevado a conocer un poco más tanto a Eda como a King, a quienes también les tenía un enorme afecto y los consideraba parte de su familia, incluso con los momentos no-tan-buenos que habían estado pasando.

         Y luego estaba Amity.

         Oh, Amity. Ella definitivamente era una nueva experiencia.

         Luego de lo sucedido con la maldición de Eda, la convivencia de todos junto a Lilith en la Casa Búho era algo... peculiar. No mala, pero bastante especial, considerando que su mentora junto a su hermana actuaban como pequeñas niñas malcriadas gran parte del tiempo y King se les unía entusiasta, cosa que muchas veces agotaba a Luz, por lo que su vía de escape era la biblioteca y pasar las tardes completas oyendo a su amiga leerles cuentos a los niños y participando de vez en cuando en la interpretación de éstos se había vuelto su pasatiempo preferido.

          Pero con el paso del tiempo, ya no solo era leer historias infantiles o discutir las novelas de Azura en el club; ahora también eran secretos de infancia, risitas escondidas, chistes malos y calidez. Era notar el aroma a cítricos del cabello de Amity, sentir sus pequeñas manos apretar con cuidado su ropa cada vez que le daba un abrazo inesperado, y hacerla reír con cada cosa estúpida que se le pasaba por la mente porque me gusta mucho escucharla reírse y ojalá lo hiciera siempre. 

         Cuanto más pasaba a su lado más cosas iba descubriendo de ella (como cuando respingaba la nariz cada vez que se la apretaba, o que era realmente exigente con la comida y la separaba por grupo alimenticio y color) y la llenaban de una emoción dulce que le daba paz y que comenzaba a extrañar cada vez que tomaban caminos distintos rumbo a sus hogares, ansiando que llegara el siguiente día para verla otra vez.

         Y cuando lo notó, sintió sus mejillas arreboladas, las manos sudadas y su corazón latiendo más rápido de normal. ¿Le estaría dando gripe?

         —Luz, ¿estás bien?

         Amity sonaba realmente preocupada, mientras se acercaba para juntar sus frentes y ver si tenía fiebre. Temblando, la apartó sutilmente tratando de mantenerse calmada, aunque ahora todo su rostro se encontraba sonrojado y ardiendo.

         —¡No pasa nada, es sólo la falta de azúcar!

         —Pero si a ti no te falta azúcar, Luz. Es más, creo que deberías controlar tu consumo, ¿qué dices?

         Se miraron en silencio un momento antes de comenzar a reír por lo tonto que sonaba e intentaron seguir su lectura cuando las obligaron a bajar la voz porque podían distraer a la gente en el lugar.

         Nop, definitivamente no estoy bien.




         Esa noche antes de ir a dormir, a Luz se le cruzó una idea algo desconcertante por la cabeza. Llegó a la sala donde Eda dormitaba plácidamente y se sentó inquieta a su lado, despertándola de golpe con el sofá hundido. Tardó unos segundos en recordar dónde estaba y vio con duda a la chica que escondía su rostro en la capucha de su polerón.

¡Me voy a declarar! ♥ (The Owl House)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora