Capítulo 1

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La cordura te hace cuerdo, la cordura te hace loco.

Raymond, distinguido señor de negocios. Fumaba de una pipa castaña oscura, del más caro tabaco en la ciudad. Su maletín de cuero bordeado tan perfectamente combinaba con su traje café a rayas y sus relucientes zapatos negros.

Podría decir incluso que no hay hombre en la ciudad que no haya deseado alguna vez estar en el lugar del grandioso Raymond Willbur. Un hombre así, que tenía todo claro en su vida, la llave del éxito en su bolsillo y la inteligencia que cualquier negociador necesita para ser exitoso, era un hombre con carisma y determinación.

Mr. Willbur era más conocido por poder presumir sus finos trajes y sus caros autos que por sus crímenes encubiertos. Siempre quedándose entre rumores, si un cualquiera se atrevía a difamar al gran Mr. Willbur ¿Quién sería capaz de creerle? Nadie podría jamás sobreponerse ante la palabra de tan agraciado señor como lo era Raymond Willbur.

Raymond solía pensar en que todo el mundo estaba bajo sus pies, sus decisiones eran fáciles de tomar porque eran fáciles de pensar. Nunca reparó en el daño que podría causar ni en las consecuencias con las que algún día tendría que lidiar, solía decir: "La primera regla de un negocio es ganar a toda costa" pero el hombre jamás se preguntó el costo. La vida para él era un auténtico negocio (personalmente creo que eso era lo que lo llevó tan lejos), invertir y ganar, siempre con altos y bajos pero por sobretodo prosperidad. Nunca se dió por vencido en sus ideales de ser el hombre, quizá, más rico del mundo, a pesar de que solo fuera capaz de ubicarse en su propia ciudad y la ciudad vecina.

Una noche que fumaba sentado en su balcón frente a la luz de la luna llena comenzó a pensar una y otra vez si es que lo estaba haciendo bien. Claro que ahora era un hombre poderoso, pero, ahora que estaba en la cima ¿qué venía después?. ¿Había ya descubierto su talento?¿O es que solo servía para los negocios? Ni siquiera había conocido ya al amor de su vida, a la edad que tenía...no sabía nada más que la función de los números en su gran negocio y la manipulación que debía utilizar para ser próspero.

Tantos cuestionamientos hicieron que Raymond se cayera de su nube y pisara tierra tan fuerte que lágrimas comenzaron a correr por su rostro. ¿Quién hubiera dicho que alguna vez vió al grandioso Raymond Willbur tan destrozado llorando a la luz de la luna?.

Tenía a la vida entera en la palma de su mano, sin embargo, no sabía nada de ella.

Tres días después de aquella noche, los medios de comunicación colapsaron en un total drama y tragedia: El grandioso Mr. Willbur había desaparecido.

Los jovencitos en las calles gritando el titular más reciente: "¡EXTRA, EXTRA! ¡RAYMOND WILLBUR HA DESAPARECIDO SIN DEJAR RASTRO!", las radios parloteando sobre un posible secuestro, en la televisión exagerando el hecho de que el hombre más importante del momento había abandonado su casa sin dar aviso.

Raymond había decidido dejar todo atrás, literalmente. Tomó un bolso, un poco de comida, un poco de dinero, un poco de ropa, su pipa y su sombrero favorito. A las 2:25 de la madrugada caminaba solitario por las calles vacías de la cuidad en donde todos sus sueños se habían hecho realidad. A cada paso que daba, más malagradecido se sentía, trabajó duro al principio pero luego todo fue tan fácil que parecía irreal. Aquel destino que le regaló prácticamente todo...¿por qué habría de botarlo a la basura?.

Caminó sin parar, toda la noche. Salió de los límites de la ciudad, llegó a donde el campo se conectaba. El aire era tan limpio que a cada respiro sentía como si el alma se le aligerara más y más. Por una vez en tantos años, una verdadera sonrisa se asomó en la cara de Raymond Willbur.

Paró su viaje en una tienda un poco atrofiada en medio del tierroso camino. Compró una navaja y se afeitó en el baño del local. Despeinó y mojó su cabello, se veía un poco desarreglado pero totalmente como otra persona, mirándose en aquel espejo se preguntó: ¿Es este que veo aquí el verdadero Raymond Willbur? ¿Este soy yo?.

Ya no llevaba puesto su fino traje, si no que una simple camisa blanca y arrugada, un chaleco café (su único abrigo), unos pantalones cualquiera, los primeros zapatos que encontró y l sombrero que había elegido. Antes de salir de la tienda se acercó al mostrador a pagar una botella de agua. El señor de la tienda está mirando la televisión miestras lo atiende.

-Es una verdadera pena.-Dice en un suspiro.

-¿Qué cosa?

-¿No te has enterado? El gran Mr. Willbur ha desaparecido...era un buen hombre, es más, yo quería ser como él, espero que esté bien, era de gran ayuda para la ciudad vecina, todo el mundo hablaba bien de él...-Seguía y seguía el vendedor.

Raymond, sorprendido de que no lo hubiera reconocido, intentó experimentar un poco más con el vendedor.

-Entonces, ¿Usted es admirador del señor Willbur?

-¿Está bromeando? ¡Claro que admiro al señor Willbur! No hay nadie que no lo haga.

-¿Pero por qué?

-Pues porque es el señor Willbur, es un hombre exitoso y amable, se dice que siempre dona su dinero a los pobres y que muchas veces ha aportado en los reparos de la ciudad...

Willbur no aguantó la risa, y tuvo que disculparse con el vendedor porque al parecer se había ofendido. Cuando dejó la tienda se fue media hora más del camino bebiendo agua y riéndose a carcajadas. Ya estaba bastante lejos de la tienda y aún más de la ciudad por lo que se recostó debajo de un manzano a descansar un poco y estar bajo la sombra.

Comenzó a pensarlo más friamente y se dió cuenta de que en realidad las personas como el vendedor no tenían más razón de admirarlo que por las riquezas y posesiones que tenía, por los rumores que solo eran rumores y por la imagen falsa que vendían los medios de comunicación sobre él. Todas aquellas personas que deseaban ser como Raymond Willbur conocían la vida pero no la tenían.

Envidia, poder o ambición...Willbur pensaba en que esas personas que deseaban ser como él lo envidiaban, querían poder y eran ambiciosos, o que tal vez somplemente tuvieran necesidad. En parte le apenó que el vendedor tuviera tan buena impresión sobre él, tenía muy claro el hecho de que jamás había donado a alguna organización y mucho menos haber aportado a la ciudad. Raymond Willbur era un hombre ambicioso que quería llenar sus bolsillos de dinero porque creía que sin obstaculos sería feliz.

Quizá alguna vez lo fue.

El grandioso Raymond WillburDonde viven las historias. Descúbrelo ahora