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Se conocieron por la amistad de mantenían sus padres mutuamente. No era sociable. Odiaba las multitudes y ahora estaba ahí metido en un enrredo.

Delante del altar, una persona vestida de traje negro esperaba con cara de fastidio a quien sería su futuro esposo. Él estaba en total desacuerdo ¿Y como no estarlo? Lo estaban obligando a contraer matrimonio con alguien que no había elegido él. De ser así habría escogido a una chica linda, tranquila y nada torpe; contrario a la persona que caminaba hacia el vestido de blanco.

El era serio, responsable en todo lo que hacía, le gustaba mantener el orden de las cosas por qué le gustaba la tranquilidad del silencio.

Con la llegada del castaño había de todo, menos silencio y orden. Gran parte debido a sus amigos.

¿Si había tantas personas detrás de él, por qué "convenció" a sus padres de emparejarlo con él?

No quería tener que darle su prestigioso apellido a un herbívoro como él. Pero ahí estaba, por órdenes de su padre, parado frente a un sacerdote que no dejaba de hablar y hablar.

¿Cuando se callaria?

La ceremonia paso lenta para él, que se perdía en sus pensamientos casa tres minutos. Los invitados de gala solo le molestaban más.

-¡Por el poder que se me otorga! Los declaro... Marido y esposo...-

Todos aplaudieron.

-Puede besar al doncel...- Sonrió.

Se acercó y con un beso seco y de puntita lo beso.

Los ojos de su, ahora, esposo brillaban de emoción y felicidad. Contraria a él. Dejaria todo en claro desde el principio. Repudiaba está situación.

Tomo la mano del menor y sin nada de cuidado se encamino a la salida, terminaría esto de una buena vez.

Afuera había más personas que al verlos salir lanzaron arroz sobre ellos.

De verdad, estaba molesto.

Esa clase de celebración, era tan común. De muy poca categoría. Miro a un lado y vio al castaño sonriendole a los invitados. Abrazaba su ramo con entusiasmo; de flores blancas y rojas enlazadas con cintas doradas.

Pasaron sin más a la recepción, era el patio de la casa de sus "suegros", todo muy elegante y extravagante, como todos buenos millonarios.

Tsunayoshi Sawada, era el nombre de su esposo, ahora Tsunayoshi Hibari. Asqueroso pensaba el mayor.

Tsunayoshi, hijo de Nana e Itemisu Sawada, millonarios de la ciudad junto a varios más.

Accionarios de varias empresas de medicamentos y distribución de los mismos.

Hijo menor de tres, el mayor Giotto, doncel de 25 años, el segundo y gemelo Natsuyoshi, varón de 19 años. Una familia bonita y con buena relación tanto intrafamiliar como social. Posición envidiable.

El hijo doncel perfecto para muchos, pero no para él, de cuerpo delgado, pequeño de estatura, piel clara y suave, cabello castaño con un peinado "raro". Ojos enormes y hermosos de color avellana, voz aterciopelada y bastante torpe. Perfecto para muchos.

Pero no para él. No era su prospecto de pareja.

No sabía cómo describir a su persona perfecta. Pero era mas que obvio. Cómo Tsunayoshi Sawada no debía de ser.

Sentados en la mesa grande recibían felicitaciones y regalos de casados. Con sus padres a cada lado. Los Sawada manteniendo sus enormes sonrisas. Los Hibari manteniendo su seriedad como normalmente era.

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