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El sudor resbalaba por su frente y espalda. Las garras de Vegeta clavadas en sus caderas, sus embestidas brutales entrando y saliendo dentro suyo, sin ninguna limitación o control. Llegando hasta lo más profundo de sus entrañas y destrozando todo su interior

- !Vegeta!, ¡Mierda! - grito desesperado con esa voz áspera que aún no reconocía como suya.

Vegeta no le había mentido, el sexo en esta forma. Era lo mejor del puto mundo, no podía respirar siquiera y lo único que podía hacer era clavar sus nuevas y peligrosas garras, llenas de sangre por su reciente caza contra el suelo.

- ¿No querías esto? - le cuestionó con su ronca y letal voz.

Antes de morder su cuello de nuevo, haciéndole nublar la vista y gemir como un desquiseado.

Cuando Vegeta lo mordió la primera vez y obtuvo su letal nueva forma aún podía recordar sus palabras, mientras se transformaba frente suyo.

- Ataca primero, ellos son de la poca población que nos pueden ver en estás formas y nos cazan, tienen un medium de su lado, lo que ha hecho que su equipo haya estado invicto hasta ahora - le había explicado con gran calma.

Mientras él, no podía dejar de admirar su pelaje negro que cubría sus hombros y parte de su estómago, los enormes cuernos oscuros que salían de su frente y esas orejas puntiagudas que sobresalían de su melena ahora más crispada, sus letales colmillos aún más grandes que antes de morder le, la enorme cola que agitaba de un lado a otro y sus notablemente, filosas garras letales.

- ¿Qué es esto?, ¿Qué es lo que somos? - le había preguntado, viendo en el lago cercano su monstruosa imagen.

- Fácil Kakarotto.

Le había respondido el otro como si nada, mientras despejaba su frente para observar sus pequeños cuernos de cachorro, como él lo llamaba, debajo de los mechones de pelo que cubrían su frente.

- Somos demonios del mismísimo infierno.

Eso había sido hace dos semanas, en las cuales cada tres días Vegeta lo llevaba a cazar y después de cada cacería se lo cogía tan duro, que sentía que no podría volver a estar con nadie que no fuera Vegeta, revolviendo su interior y destrozando su cuerpo sin parar.

Debía admitir que después de su primer estupor y su intento de procesar sus palabras, le había sido muy fácil dejarse llevar por sus instintos como le había dicho el otro, realmente muy fácil. Después de que Vegeta detuviera el auto de los dos muchachos casi idénticos con un golpe certero de sus garras en el capot de su auto y le rompiera el cuello al hombre para mostrarle como se hacía. Le había sido muy sencillo, casi instintivo imitarlo y devorar esa exquisita carne una vez más.

Habían reglas claras en el mundo de los demonios, le había dicho después mientras devoraban la carne de sus víctimas sin ningún miramiento.

- No compartas la carne que cazas, después de haberla probado tú primero.

- ¿Por qué? - le cuestionó interesado.

- Al devorar la carne de un ser vivo, no solo devoras su cuerpo también consumes su energía. Entre más energía espiritual tenga tu presa, más beneficioso será para tí.

- ¿Y que tiene que ver con compartir? - pregunto interesado.

- Si compartes la carne, compartirás la energía de un ser e intercambiaras la tuya con quién la compartas. Eso provocara una unión entre ustedes, sería como pedirle a ese otro demonio, humano o quién sea con él que compartiste tu comida, que sea tu pareja.

Se quedó mirándolo un momento algo anonadado.

- Pero... Tú - comenzó nervioso - tú compartiste comida conmigo.

Híbrido.            (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora