𝗖𝗮𝗽𝗶́𝘁𝘂𝗹𝗼 𝗨𝗻𝗼: 𝗔𝗹𝗺𝗮 𝗚𝗲𝗺𝗲𝗹𝗮.

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Cierto pelinaranja miraba fascinado cada insecto, planta, que se atravesaba ante sus grandes esferas chocolatosas, la tarde apenas empezaba, y lograba ver las maravillas de la naturaleza en todo su esplendor, aunque para mal o para bien, no se hab...

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Cierto pelinaranja miraba fascinado cada insecto, planta, que se atravesaba ante sus grandes esferas chocolatosas, la tarde apenas empezaba, y lograba ver las maravillas de la naturaleza en todo su esplendor, aunque para mal o para bien, no se habia encontrado con ningún animalito, quizás les asustaba, lo qué le ponía con un puchero de decepción en el rostro.

— Bueno, no es como si me esperaba que una ardilla viniese a darme una avellana —dijo con una apenas audible vocesita, hablando para si mismo, mientras bajaba del árbol al cual estaba trepado hace tan solo segundos.

Se había subido a este, porqué le pareció que tendría una gran vista o que podría ver algo que desde tierra no podría. No fue una pérdida de tiempo para nada, logró ver un nido con unos pequeños huevitos en el y a lo lejos, otros tipos de aves que le miraban expectantes a sus movimientos, seguramente temiendo a ser atacados.

Aquélla criatura de cabellos naranjas, era una ardilla muy rara. Oh eso pensaban las pequeñas avecillas, que no confiarían en él.

Ya en suelo firme, la sonrisa del chico se expandió, quizás todo lo que hacía, más sus actitudes, eran demasiado infantiles para la edad que tenía, los niños de su edad andaban con celulares inteligentes, revisando las redes sociales o jugando algún que otro videojuego.

Sinceramente, Shōyo no disfrutaba demasiado de aquello, era un alma libre, que amaba más que nada la naturaleza e incluso creía, que cuando fuese más mayor, se la pasaría viajando por el mundo.

Quizás era demasiado pronto para pensar en su futuro, pero a sus casí trece años, su mente trabajaba diferente a la del restó.

Entré saltitos, en medio del bosque, se encontró con un puente de madera muy lindo, y sin siquiera fijarse si éste era seguro o no, siguió su camino, pisando firmemente cada tablón, para su sorpresa, estos estaban firmes, parecía que hasta había sido contruido hace muy poco tiempo, al menos unos meses. Se paro en seco, y afirmó sus antebrazos en el panel, que sería uno de los costados que aseguraban que no te cayeras tan fácilmente de allí.

Desde donde estaba, miro hacia abajo, y el pequeño río cristalino le dio la bienvenida.

Le brillaron sus ojitos al poder divisar peces nadando con tranquilidad en el agua, no eran ni muy grandes, ni muy pequeños, si mal no recordaban parecían salmones, de esos que solían comer los osos.

En ello reaccionó, exactamente eso, había olvidado por completo a los animales grandes y carnivoros que solían andar por esos sitios, claramente con cierta distancia de dónde se encontraba el pueblo donde vivían sus abuelos. No pudo evitar temblar e  su sitió, pero decidió seguir un poco más su camino, después de todo faltaban unas horas antes de que el sol decidiese irse a dormir.

Si tenía su mapa, nada podría salir mal.

Así que corrió desde dónde estaba, dio un gran salto antes de abandonar por completo el puente, y apresuró aún más su paso, dando risotadas sin darse cuenta. De repente, le dió sed, a lo que se detuvo solamente para seguir caminado despacio, a lo que tomó la mochila que tenía en la espalda, abrió esta con cautela y saco una botella de agua, la cual tomó con algo de rapidez, pero asegurándose de no beberla toda.

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⏰ Última actualización: Oct 26, 2020 ⏰

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