𝟏: 𝐏𝐢𝐬𝐜𝐢𝐬 𝐚𝐧𝐝 𝐭𝐡𝐞 𝐦𝐨𝐫𝐭𝐚𝐥 𝐥𝐢𝐟𝐞

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Años después de la creación de los signos zodiacales, justamente 17 años pasados para ser exactos, los pequeños guardianes de los humanos ya no estaban tan pequeños, pues solo estaban esperando a que la menor del zodiaco; Piscis, cumpliera 17 y oficialmente todos tendrían la misma edad.

Los signos se encontraban solos en la academia Z sin ningún adulto presente, pues Madame M y sus copias, Miss Margot y Mr. Ulrich, habían salido a quién sabe dónde, pues ninguno había tenido permitido saberlo. Solo sabían que regresarían en unos cuantos días, y eso los signos, ahora adolescentes, lo planeaban aprovechar demasiado bien.

Y en la habitación de Piscis es donde comienza la historia, pues la adorable rubia de ojos verdes se encontraba sentada en su cama mientras hacía tarea. Su portátil estaba en frente y sonreía a la cámara mientras hablaba con un chico.

— ¿En dónde quedó Mr. Bites? —Tom, su mejor amigo desde siempre, preguntó desde la pantalla de la portátil, causando una pequeña sonrisa en Piscis.

— Justo aquí. —Piscis se inclinó un poco hacia atrás y su mano agarró el pequeño conejo de felpa rosa que se encontraba sentado en la cama junto con sus demás animales de peluche. — Es de mis favoritos y lo sabes. Me lo regalaste cuando cumplí... —pensó un poco. — ¿10 años? Creo.

— Y desde entonces es tu favorito. —el castaño sonrió, haciéndola esbozar una sonrisita de incomodidad exagerada y mirar hacia otro lado. — ¡Oh vamos! ¿No es tu favorito? Rompes mi corazón. —exageró.

— Bueno... Es uno de mis tres favoritos. Entra en mi Top 3 de animales de peluche. —sonrió, acomodando tiernamente aquellos anteojos que utilizaba para leer. — El tercero es el escorpión lila que Escorpio me regaló, el segundo es Mr. Bites obviamente y el primero es... Este lindo león. —volvió a girarse y tomó el felino de peluche con emoción. — Leo me lo dio y desde entonces siempre duermo con él. Aunque-

— Toc-Toc, ¿Piscis? —una voz la interrumpió desde afuera, tocando la puerta de su habitación pintada de colores pastel. — Soy Leo. ¿Puedo pasar?

— Te llamo en un rato, tengo que irme. ¡Adiós, te amo! —Piscis dijo a Tom, lanzándole un pequeño beso de despedida y colgó.

Cerró la portátil y levantándose rápidamente, descalza y con las piernas descubiertas al estar con tan solo cómodos shorts, se dirigió hacia la puerta y la abrió.

— Leo. —Piscis sonrió en cuanto lo miró recargado en el marco y le dedicó una de sus cálidas sonrisas. — ¿Qué pasó?

— No mucho en realidad. Solo iba a ver una película de terror y como todos los demás están abajo me preguntaba si tú... —Leo habló, acercándose a ella y rodeando su cintura con sus manos. — Querías acompañarme.

— Espera, primero déjame ponerme algo más. —pidió la rubia, cerrándole la puerta en la nariz prácticamente y se colocó una falda alrededor de la cintura sobre los pequeños shorts.

Suspiró, y después volvió para abrir la puerta, esta vez viéndose mejor.

— Me gustaría, en serio, pero estaba ayudando a Tom con su tarea de la escuela. —informó, sin pasar desapercibida la mueca que esbozó. — ¿Algo te molesta de eso?

— No, solo pienso en por qué te interesas tanto por cosas de mortales. Haces tareas de cálculo y Álgebra, ¿pero qué hay de tus verdaderas tareas? —el castaño preguntó, incapaz de esconder los celos que estaba sintiendo.

«Ugh, estúpidas emociones humanas.»

Pensó con mala cara.

— Mis tareas no son la gran cosa. Capricornio y yo nos encargamos de lavar los trastos sucios, ya sabes, tengo que entrenar mi "poder" de control emocional. Entreno con el uso correcto de la manipulación del agua, según Madame M. Y... —la rubia se puso a recordar. — Aries y yo entrenamos juntos en combate cuerpo a cuerpo. Sabes que soy pésima y él tan lindo se ofreció a ayudarme.

𝗪𝗘'𝗟𝗟 𝗕𝗘 𝗧𝗛𝗘 𝗦𝗧𝗔𝗥𝗦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora