Epílogo

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—¿Tengo que suponer que esto es una habitación o que estás practicando para ser el basurero del vecindario, Lee HyunJin?

—Mmm.

Tonto JooHeon y su voz de pito ¿En serio creía que podía tomarlo en serio con esa voz? De no ser por todo el respeto y amor que le tenía, le explicaría mejor que era más intimidante cuando hablaba que cuando gritaba con exageración, entonces su voz parecía la de un pato de hule siendo pisado, y vaya que conocía ese sonido, Oli tenía una obsesión con esos muñecos amarillos.

—¡HyunJin!

—Ya oí, ya oí. —Me levanté con suma lentitud, apoyándome en mis brazos que no tardaron en flaquear y ceder, dejándome caer nuevamente contra la cama—. No, no puedo. —Mi cuerpo se acurrucó entre mis frazadas, sabiendo que aún mi alfa padre no se había movido ni un centímetro—. Dile a la madre de San que me morí o algo así, no puedo ir a cuidarlo hoy. Tengo mucho... Sueño.

—¿Será porque te quedaste leyendo comics hasta las cinco de la mañana, HyunJin? —JooHeon se cruzó de brazos, lo sabía porque ahora se apoyó solo en uno de sus pies, tambaleando sus caderas. Esa era la última advertencia antes de voltear mi colchón conmigo encima, como tantas veces había sabido hacer, eso sin contar la vez que lo lanzó por la ventana.

—Es que tú no entiendes lo que es no saber si el superhéroe se queda con la chica, la única historia de amor que conoces es la que tuviste con mi papá y no todo es igual ¿Sabes? No todas las historias se basan en porno. —Oí su ruidosa risa y sonreí también. Eso de ser tan explícito conmigo a mis dieciséis años, me servía para molestarlo muchas veces, aunque él no parecía avergonzarse.

—Anda, mocoso, levántate y ve a encargarte de San. Está enfermo y le prometiste a sus padres que lo cuidarías.

Muy a regañadientes, obedecí, entregándole una mirada llena de resignación antes de que él alborote mis cabellos y casi termine lanzándome a mi cuarto de baño para darme una ducha.

Y así empecé uno más de los días de mis vacaciones, uno en el que hacía muchísimo calor.




(...)


Nosotros vivíamos en Daegu. Nos habíamos mudado desde Seúl hace ya bastantes años, y no me vi afectado con el cambio porque al hacerlo apenas tenía cuatro años de edad. Además, no podía culpar a nadie por el exagerado cambio que dió mi vida, no después de todo lo que mis padres tuvieron que pasar.

Sinceramente, la historia parecía sacada de uno de esos libros de ficción tan estúpidos, como en el que el vampiro se enamora de la chica, o de mis comics, cuando el superhéroe siempre enamora a la bella e inteligente muchacha. Pero en la historia de mis padres no había vampiros... Ni superhéroes, solo romance. Mucho, mucho romance y perseverancia, quizás también un poco de esperanza.

Mientras amarraba mis agujetas, sonreí nostálgico ante cada una de las historias que me fueron relatadas alguna vez. A veces me sentía en una especie de serie como How I meet your mother, ya que básicamente se trataba de eso, sentarme en un sofá a escuchar relatos de un amor tan real, que seguro era envidiado por cualquier persona en el mundo.

Sin embargo, la mejor parte de conocer la historia completa era que no teníamos secretos, recibir siempre la verdad ayudaba a procesarla y comprenderla con el pasar de los años y cada vez tener reacciones más maduras o desinteresadas, como por ejemplo, aceptar que uno de mis padres biológicos había muerto en un accidente, hace mucho tiempo. Aunque sabía que no había sido un accidente y sabía también que era un tema bastante delicado del que casi no hablábamos por el dolor y las cicatrices que podía abrir.

the perfect omega › jookyun Donde viven las historias. Descúbrelo ahora