Amor de verano

Terraza

Me senté en frente suyo, mi corazón era una bomba de relojería, era como una bomba de relojería sin manera de desactivarla. Empecé a temblar, a pensar, a sudar, sentía emociones que recorrían todo mi cuerpo. Cuando al fin pude tranquilizarme, me lancé y le dije un simple "Hola", con lo que él me sonrió, ahí ya loco de amor, no sabía si reírme o llorar, mis nervios alcanzaban puntos que nunca habían alcanzado.

¿No era él el que estaba a la tarde en la terraza? No estaba para pensar en nada, a parte de en esos ojos verdosos. No podía dejar de sonreír como un tonto. La noche continuaba su curso, los vasos de cerveza seguían vaciándose, pero en lo que no dejé de fijarme fue, que él, sólo tomase granizados de limón. ¿Por qué granizados? ¿No podría beber alcohol? ¿Por qué todas estas preguntas? Me seguía sonriendo, esa sonrisa que me atrapaba, que me iluminaba, que me hacía sentir en el séptimo cielo.

Mi cara era un espectáculo total, entre las cervezas y lo de hablar solo, tendría que haberse asustado, pero me sorprendió cuando le miré y me devolvió la sonrisa. Sin saber que hacer, me asusté cogí otro cigarro de la cajetilla, lo encendí, y no entiendo por qué con la voz más sexy que os podéis imaginar, dijé "hola, guapo", ¿por qué?, me salió solo, no era mi intención... Tuve suerte, al principio se extrañó, pero acabó riéndose, yo entre intentos fallidos solté la menor de mis carcajadas, lo acababa de conocer, si escuchaba mi risa era posible que nunca más le volviese a ver.

Cuando me quise dar cuenta eran ya la 1 A.M., algunos, incluyéndole a él, se iban a quedar más tiempo, por lo que sin dudarlo me fui con ellos, para seguir conociendo a mi chico perfecto.

Deambulamos contemplando las estrellas, la luz de la luna alumbraba su piel dejando un brillo, como si de un diamante se tratara. Sin darnos cuenta, todos se habían ido a casa. Quedábamos el chico de la piel brillante, y yo, el loco que no dejaba de sonreír. Y por fín me lo dijo.