Capítulo 7

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—Vale, seré claro. Nadie puede saber esto —dijo Altair con una seriedad tan intensa que si Vega no lo odiara tanto habría resultado intimidante. Plantándose frente a ella con cierto aire de autoridad que jamás le había visto antes, parecía dispuesto a lograr que ella hiciera exactamente lo que él decía, no objeción permitida.

—¿De qué hablas? —preguntó fastidiada pasando a su lado y apartándolo de un empujón. Apenas había podido dormir de lo molesta que estaba de que Star Sketcher fuese el chico que tenía delante después de haberse hecho tantas ideas con su trabajo, lo que menos le apetecía era tener que lidiar con él tan temprano. Especialmente cuando acababa de llegar a la universidad, no había desayunado y él estaba esperándola justo al lado de su lugar favorito para estacionarse.

Altair miró al cielo como pidiendo paciencia y suspiró pesadamente.

—Lo de Star Sketcher, no puedes decírselo a nadie.

Vega bufó y se cruzó de brazos.

—No pretendía hacerlo, todo lo que quiero es olvidarme de que existes. Además, ¿qué más da?

—Es un secreto, Vega. No puedes decírselo a nadie —insistió.

—Asumiendo que es un secreto, ¿por qué meterte conmigo en primer lugar?

—¡No sabía que eras tú! —exclamó frustrado—. Dios, para la primera vez que lo intento y me pasa esto —lo último lo dijo más para sí mismo. Vega lo consideró, realmente lucía preocupado de que alguien lo supiera, nervioso incluso. Suspiró.

—Bien —dijo cruzándose de brazos—, no se lo diré a nadie.

El alivio en Altair fue visible.

—Gracias.

Vega apartó la vista porque no le gustaba ver la expresión agradecida en su rostro. Le resultaba tan poco natural que no sabía cómo reaccionar, nunca había tenido una conversación amigable con Altair y no estaba dispuesta a empezar ahora.

—¿De verdad confías en que no se lo diré a nadie solo porque te dije que no lo haré? —preguntó de pronto, la idea recién formándose en su cabeza. Era tan extraño pensar que Altair podría confiar en su palabra aun sabiendo la naturaleza de su relación.

—Sí —contestó este, de forma tan simple que Vega se quedó pasmada. A fuerza de viejos hábitos su mano acunó el dije de estrellas que siempre colgaba de su cuello y los ojos de Altair siguieron el movimiento. Estaba a punto de decir algo cuando otra voz rompió el silencio.

—¡Tai! Hasta que te encuentro —Izan apareció junto a él, haciendo aquel saludo infantil que Altair y él compartían. Luego se giró hacia ella y le sonrió de forma amigable—. Hola, de nuevo.

Vega abrió mucho los ojos y se sonrojó terriblemente. Izan se había dirigido a ella y aunque no había sido más que un hola, no podía hacer más que boquear como un pez pues las palabras la habían abandonado. Finalmente logró esbozar la sonrisa más rara que le salió y asentir a modo de saludo. Quería morirse de la vergüenza.

Altair frunció el ceño y la miró como evaluando su actitud. Vega deseaba gritarle que dejara de verla así, como si fuese sospechosa de algo. Pero no podía porque Izan estaba mirando la pantalla de su celular ahora y por fin podía verlo de cerca. Era guapo, su cabello rubio parecía tan sedoso que Vega se preguntaba cómo se sentiría pasar sus dedos por él, tenía la nariz salpicada de pecas y un solo hoyuelo en la mejilla. Las pestañas, aunque demasiado claras, eran largas y le otorgaban una apariencia aniñada. Era como un ángel. Estaba usando una camiseta blanca y unos pantalones negros, sujetos por tirantes de color negro también. Parecía salido de una boy band. A decir verdad, ambos lo parecían. Cada vez que Vega veía a Altair pensaba que si no fuese tan insufrible, sería genial pedirle ayuda con sus outfits. Y... ugh, de nuevo pensando en Altair, estaba harta de él.

Mientras las estrellas te hablen de mí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora