Capítulo 13

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Altair despertó de golpe.

Respiraba con dificultad y el pecho le subía y bajaba con violencia en su intento de recobrar el aire. Estaba cubierto de una fina capa de sudor y todo su cuerpo temblaba. Levantó sus manos y las observó, también temblaban. Entonces, empezó a llorar. Era la clase de llanto que te sale desde dentro, como si te estuviesen desgarrando, como si no soportaras el dolor. Aún era de noche y su habitación estaba completamente oscura, solo se escuchaba el eco de sus sollozos y sus intentos por recuperar el aliento. Se cubrió el rostro con las manos y se hizo un ovillo en la cama. No podía parar de llorar, no podía con el dolor que estaba sintiendo. Las lágrimas no dejaban de salir y era difícil controlar los hipidos.

—Fue solo una pesadilla —se repetía una y otra vez. Pero sabía que era más que eso. Sabía que si regresaba a dormir, aquella "pesadilla" iba a continuar justo donde la había dejado. Como el desarrollo de una historia que de pronto se había convertido en terror puro. Lo sabía porque había tenido estos sueños toda la vida, lo sabía porque al dormir nunca encontraba descanso sino más y más preguntas que hacerse. Lo sabía porque no importaba lo que pasara, siempre las sentía y vivía como si estuviese pasando todo aquello en carne propia y porque jamás podía olvidarlas después. El recuerdo no se desvanecía y no cambiaba, estaba como grabado a fuego en su memoria.

Escuchó golpes en la puerta pero no podía contestarlos. Estaba aterrado y desolado. Quería gritar y tirarse del cabello hasta arrancarlo con tal de no tener que sentir este dolor. Tan inmaterial y aparentemente irracional. Estaba volviéndose loco, esa tenía que ser la única explicación posible. Y ya no lo soportaba, no podía más.

—¿Tai? ¿Tai que tienes? Ábreme la puerta, por favor —susurró Zöe desde el otro lado mientras golpeaba más insistentemente. Su desesperación crecía cada segundo que pasaba y él no se acercaba o le respondía. Pero realmente no podía parar de llorar y tampoco tenía fuerzas para levantarse. Quería estar solo y al mismo tiempo no, tenía ganas de huir de su propia cabeza—. Altair, si no me abres la puerta voy a entrar sin tu permiso, no me importa —esperó unos cuantos segundos y abrió. Altair tuvo un breve flashback, Zöe y él juntos una noche en la que era ella quien no podía parar de llorar y él escabulléndose en su habitación para contarle una historia. La misma que ahora estaba atormentándolo y que en aquel entonces lo había hecho tan feliz.

—Vete —susurró y la voz se le quebró. Se sentía como un animal herido, agonizando y a punto de morir.

Zöe cerró la distancia que los separaba y se arrodilló frente a su cama buscando su rostro. Lo ayudó a levantarse y lo hizo sentarse en el suelo junto a ella. Todavía no dejaba de temblar y tenía el rostro cubierto de lágrimas.

—¿Qué tienes Tai? —preguntó ella acariciándole el cabello para tratar de consolarlo. Se acurrucó a su lado y puso su cabeza en el hombro del chico para que se tranquilizara, para que no olvidara que ella estaba allí con él—. Dime qué está mal, por favor.

—Las manos —susurró él, extendiendo las suyas y viéndolas como si no las reconociera—. Tuvo que cortarse las manos.

Zöe ahogó un grito. Y él pensó que si hubiese dicho exactamente lo que estaba pensando, entonces ella estaría horrorizada. Porque no fue alguien más quien tuvo que hacerlo. «Tuve que cortarme las manos. Tuve que sacrificar mi don más preciado». No se atrevió a decírselo, el pensamiento era tan fuerte que no tenía el estómago para pronunciar esas palabras.

—¿Qué significa, Tai? Pensé que ya no estabas teniendo estos sueños. Pensé que todo había terminado.

Y así había sido. Pero aquello no había durado mucho. Después de que dejara la historia en aquel final, deseaba seguir soñando lo que pasaría después y descubrir qué pasaba con ellos aún si no terminaba de publicarlo. Pero los sueños cesaron durante meses y Altair pensó que todo había terminado y que la historia que había soñado desde que podía recordar, era una que tenía aquel final tan triste que no le gustaba. Pero luego, cuando volvieron, se volvieron devastadores y mucho más confusos. ¿Cómo podría Alessey encontrar a Kessley? ¿Qué pasaría después? A veces deseaba inventarse un final el mismo, por su propio bien. Pero no podía, cada vez que lo intentaba se quedaba en blanco.

Mientras las estrellas te hablen de mí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora